Un grupo reconocido de artistas (Luis Felipe Noé, León Ferrari, Diana
Dowek,Juan Carlos Romero, Adolfo Nigro, Ricardo Longhini, Fernando Fazzolari, Fernando García Delgado, Hilda Paz y Horacio Zabala) impulsó la realización de una muestra en el Palais de Glace
–del 21 de septiembre el 9 de octubre- en homenaje a Dario y Maxi, los jóvenes desocupados asesinados por la policía en la represión estatal-gubernamental duhaldista del 26 de junio de 2002, recordado hoy como Masacre de Avellaneda.
En la muestra
no solo se exponen "obras" de artistas de trayectoria, sino
también una serie de
herramientas
artístico-políticas: afiches, serigrafías, acciones e intervenciones callejeras de diferentes grupos y colectivos (ETC, Arde Arte, TPS, Colectivo Ventiséis/ 6, Libres del Sur, Frente Popular Darío
Santillán
, etc.) que a través de las armas del lenguaje
artístico, literario, teatral, musical, fotográfico y del diseño intentan crear nuevas formas de comunicar y de innovar en la protesta social.
Frente a un discurso público antipiquetero –construcción mediática de una
opinión pública que deslegitima cualquier tipo de práctica política, forma
de acción y de protesta social de las organizaciones sociales- y ante un
gobierno, estilo K., que fagocita el estereotipo del piqueterx
ideologizadx que esconde intereses particulares, políticos y
antidemocráticos, se hace cada vez más difícil intervenir en el plano de
los discursos sociales para deconstruir el actual sentido
estigmatizador-criminalizador que existe sobre los movimientos sociales en
general, los desocupados en particular y frente a cualquier tipo de reclamo y
justicia social.
En este sentido, y con mucho respeto por quienes llevaron adelante este
proyecto dentro del movimiento social nos hacemos algunas preguntas que sirven como disparadoras para comenzar a pensar colectivamente...
¿Este tipo de prácticas artísticas crea, innova, otras formas de
comunicar, y de utilizar el lenguaje artístico para construir otros relatos
sobre los reclamos y la lucha de lxs desocupadxs y de los movimientos sociales en general?
¿Este tipo de prácticas genera una crítica radical a la histórica
separación entre campo artístico y campo político, fuertemente
criticada por quienes piensan que el arte no es una cuestión ni representación -en términos de obra, ni de profesión, ni de distinción social, sino una herramienta y una práctica colectiva para intervenir políticamente?
Son sólo algunos pequeños aportes a la discusión y reflexión que tenemos que darnos como productorxs de contracultura, proponiendo creativamente otras maneras de acompañar los procesos de los movimientos sociales: generando relatos, discursos y acciones artístico- comunicativas que den credibilidad, visibilidad y generen empatía con los reclamos de justicia, igualdad, y cambio social.