En los márgenes de la Ciudad de Buenos Aires se instala un gran cordón de población que fue creciendo al ritmo de la gran ciudad capital, mientras el comercio y la producción se expandían. Luego, las fábricas fueron cerrando, mudadas a otros países o directamente desapareciendo, sus dueños las vendieron a diferentes multinacionales que se cansaron de despedir trabajadores.

Actualmente este cordón se ha convertido en un cordón de miseria, muchisimos barrios sin recursos, que fueron quedando olvidados. En estos barrios se concentran los índices más altos de pobreza y de desocupación. Más del 80% de los habitantes se encuentran desocupados o sub-ocupados. La mayoría son jóvenes, que nunca pudieron acceder a un trabajo. En esta zona de barrios suburbanos, a partir de 1997 comienzan a crearse organizaciones de desocupados, que crecen al ritmo que crece la crisis, buscan cambiar la realidad de exclusión en la que viven. Comenzaron cortando las rutas pidiendo trabajo y subsidios de desempleo, pero luego fueron por mucho más.

El hambre pisa fuerte en los barrios y necesita de acciones inmediatas, el Gobierno sólo cubre una parte de la necesidad alimenticia. Con una red de punteros políticos que utilizan el hambre de los vecinos de los barrios más pobres a cambio de favores políticos. Por eso los movimientos de desocupados han creado una gran cantidad de comedores comunitarios en cada barrio, con lo poco que tienen.

La juventud del movimiento es la que sostiene mucho de los trabajos diarios en los barrios, como así también las medidas de lucha que implican, cortar las rutas, organizar marchas y otras protestas. Aunque la pobreza crece día a día, y más del 50% de la población se encuentra excluída del sistema económico, las organizaciones sociales se esfuerzan por crear nuevos espacios de resistencia.

En el último fin de semana se realizó una jornada solidaria donde se crearon más de 15 comedores populares, instalados donde se asienta los mayores índices de pobreza. La creación de comedores populares también es una forma de tejer nuevos lazos solidarios entre los vecinos de los barrios, para así poder afrontar colectivamente el problema del hambre y la represión.

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