Julio López
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Lunes 23 de febrero de 2009 | Esta tarde: Marcha de murgas independientes

El carnaval, un festejo prohibido

Esta tarde, como en los últimos años, las murgas independientes van a marchar de Congreso a Plaza de Mayo por la recuperación del feriado de carnaval. También se realizarán movilizaciones similares en diversos puntos del país exigiendo la derogación del decreto 21329/76, entre otras consignas que apuntan a la recuperación del carnaval, una fiesta popular milenaria cuya historia vale la pena empezar a conocer.

Uno de los tradicionales festejos universales más antiguos de la historia de la humanidad, persiste hoy, a pesar de las prohibiciones y ataques de parte de las autoridades. Desde las antiguas leyendas del dios momo expulsado del olimpo por sus burlas hacia lo establecido. Desde los incontrolables festejos en la edad media y sus ataques a los monarcas. El carnaval tiene sus distintas versiones y tradiciones adaptadas a sus poblaciones originarias y también migrantes. En distintas partes del planeta también atraviesa distintas resignificaciones, algunas completamente contaminadas por el mercado y vaciadas de contenido, en otros casos, solo parcialmente y también en otros se sigue luchando por mantener o recuperar esta tradición de crítica y expresión popular.

Existen numerosas estrategias de cada gobierno para controlar y “permitir” el festejo, de eclosión de emociones. Algunos de ellos están documentados en diversos documentos oficiales (edictos policiales, crónicas periodísticas y solicitadas públicas) que, pueden demostrar la voluntad de los diferentes gobiernos de cada época, de controlar, pero también de sancionar esos festejos restringiendo la subversión del orden durante unos días para que permanezca vigente el orden los demás días del año. Una tradición de control y sanción por parte de las autoridades, que acompaña a estos festejos desde la Grecia antigua y ha contado con su versión local en el Río de la Plata en distintos momentos de la historia. Ya en 1770 durante el Virreinato del Río de La Plata, los carnavales ya eran foco de la atención oficial, dado que se trataba de festividades protagonizadas principalmente por los negros esclavos. Estas fiestas eran consideradas “escandalosas”, groseras, desenfrenadas; por lo tanto el Virrey Vértiz, quien detentaba en ese entonces el Gobierno de Buenos Aires, promulgó un bando por el cual establecía la prohibición de dichos festejos, con un castigo de 200 latigazos a quien intente llevarlas a cabo mediante “los bailes y toques de tambor”. El carnaval fue proscripto mediante dos órdenes reales de Carlos III, el 7 y 14 de enero de 1773, alegando que nunca “habían sido permitidos, y que debería dominarse el “escandaloso desarreglo de costumbres” que se estaba produciendo en la ciudad de Buenos Aires, gracias a los festejos carnavalescos.

Sin embargo, ya en ese entonces se aplicaban distintos dispositivos de control que no se limitaban solo a la prohibición y represión. “La Ranchería”, es un galpón de madera y paja inaugurado en 1783, en un principio para exponer obras teatrales, en la actual esquina de Perú y Alsina, en dónde posteriormente se realizaron bailes de carnaval luego de que Vértiz los autorizara nuevamente, algunos argumentos para justificar dicha autorización están ligadas a “poder controlar dichos festejos”. En la época del virreinato los carnavales fueron foco de atención de los distintos actores de la escena del poder en esos días. Por un lado, se convirtieron en un objeto de interés en la puja por el poder entre la corona y el Virreinato; por otro, se transformaron en “un ámbito de disciplinamiento de las almas y los cuerpos”.

Actualmente, también existe esta doble modalidad, en donde se combinan las prohibiciones directas con los controles y sanciones parciales, así como también los intentos de “cooptación” de dicho festejo por parte de punteros políticos y gobernantes. Desde el primer corsos en Buenos Aires, que tuvo lugar en 1869, en la calle Hipólito Irigoyen, entre Bernado de Irigoyen y Luís Sáenz Peña, existieron numerosas situaciones de festejos, controles, prohibiciones y permisos entregados con intenciones de obtener “réditos políticos”.

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