Julio López
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LA MEMORIA EN BUDGE LUCHA POR JUSTICIA

(por Repique) Si ahora se responde a la resistencia organizada de los piquetes y cortes de ruta con balas de gendarmería al pequeño símbolo barrial de tomar cerveza en una esquina se le responde con balas de la policía. Y no importa de que color son los uniformes, si de federal o de provincia, las fuerzas armadas y de seguridad son eso: armadas, y la seguridad está garantizada para la clase dominante.

¿Qué estaban haciendo el Negro, Willy y Oscar el 18 de mayo de 1987 en esa esquina de Figueredo y Guamini (Ingeniero Budge, Lomas de Zamora, Buenos Aires, Argentina) para que la policía los masacrara contra una pared como si se tratara de una ejecución militar?

Eran morochos, eran pobres, eran jóvenes parando en una esquina de un barrio pobre. Un barrio que en aquellos años generaba mano de obra, brazos y espaldas destinados a la explotación, a los trabajos duros y mal pagos, a una forma de miseria que hoy los condena, a estos mismos jóvenes, pobres y morochos a ser el ejército de desocupados y de posibles marginales que el sistema mata de hambre y a tiros.

Si a Willy lo remataron en el móvil que uso la policía mientras lo llevaban al hospital Gutiérrez – como dijeron los testigos que lo vieron agarrándose la pierna – o si ya había muerto en la esquina – como asegura la cana – es un punto más del expediente. A nosotros, a nosotras nos interesa otra cosa. Recordar, tener siempre presente quién es, dónde está, y bajo qué distintos nombres se camufla nuestro enemigo y la lucha que hace 16 años protagonizaron los familiares, amigos y vecinos de los chicos.

Recordar que la masacre de Budge no fue casualidad. Los jóvenes y los pobres son golpeados por los palos y el hambre en igual medida y son por eso los que se rebelan contra la represión policial e institucional.

La experiencia de organización popular en torno a la Masacre de Ingeniero Budge y otras posteriores que se han dado a lo largo de estos años de “democracia” contienen elementos que nos muestran una punta en el camino a seguir: el organizarse para exigir una justicia que el aparato judicial librado a su funcionamiento habitual no va a garantizar nunca; la movilización popular frente al accionar asesino de la policía; la práctica activa de solidaridad en torno a la organización permanente de los familiares de las víctimas; la denuncia permanente de una común lógica criminal de las fuerzas represivas presente en el encubrimiento de los responsables directos, la criminalización de la víctima, el acoso y las amenazas a los familiares y amigos, la complicidad del aparato judicial.

Recordar que hay millones de Oscar Aredes, Roberto Argañaraz y Agustín Olivera que fueron y son matados de tantas formas, que a veces nacen y mueren en la desnutrición, que no tienen agua potable, que viven en barrios inundables, sin cloacas ni gas natural, sin hospitales pero rodeados de comisarias y destacamentos policiales.

Recordar es, también, hacer, ir hacia delante, estar junto a las familias de los chicos que recorren el barrio, que pisan el barro, que se plantan frente al olvido. Hacer es reconstruir lo destruido y volverlo aún más grande, guiarnos por la solidaridad, participar, ir codo a codo, reflejarnos en los que ya no están y volvernos parte de los que siguen estando.

Movilización del viernes 9 cable de Anred de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI) .




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