En la madrugada del 5 de agosto el Congreso brasileño aprobó el proyecto que envió el presidente Inacio Da Silva para modificar la ley de previsión social. La votación se produjo durante la madrugada para impedir la presión de los trabajadores quienes habían anunciado masivas movilizaciones hacia Brasilia.

El gobierno de Mr. Da Silva obtuvo su ley pero vivió la mayor marcha de protesta en su contra: más de 50 mil personas que enardecidas intentaron invadir la sede legislativa y que tuvieron fuertes enfrentamientos con la policía.

La administración Da Silva logró la aprobación del texto principal de la reforma con 358 votos en favor, 128 en contra y 9 abstenciones. Lo significativo fue que del total de abtenciones, 8 pertenecieron a legisladores del Partido de los Trabajadores. Y tres legisladores oficialistas, los llamados "radicales de izquierda", quienes votaron en contra del gobierno. Según el presidente del PT, José Genoino, a los once los espera la expulsión del partido.

La reforma pone fin a la jubilación integral de los futuros empleados públicos -los actuales seguirán ganando lo mismo que reciben como empleados-, y la cantidad de años de contribución al sistema tendrá que ser de 30, como mínimo. Y a los jubilados y pensionados actuales que ganan hasta 1200 reales -cifra similar en pesos argentinos-, se les hará un descuento de 11%, entre otras modificaciones.

El gobierno logró la aprobación gracias a los votos favorables de dos partidos opositores: 32 del derechista Partido del Frente Liberal, y 29 de los socialdemócratas. Sin ellos, que votaron a favor por considerar que "la reforma realmente es necesaria para Brasil", el gobierno habría sido derrotado.

Mientras Mr. Da Silva intenta por todos los medios dar señales a los dueños del dinero, el mismo día de la aprobación, el dólar cerró con un alza de 1,02%, y la Bolsa de Valores de San Pablo cayó 1,3 %. Los datos no son menores ya que desde hace diez días los bonos brasileños parecen retroceder en caída libre por las delirantes promesas de Mr. Silva de tener un superavit fiscal del 5 y medio por ciento y porque la economía brasileña acumula dos trimestres de depresiación en su PBI.

Tras las políticas realizadas por Mr. Da Silva las protestas se suceden día tras días y las traiciones también. Esperemos que el Presidente remplanteé sus posiciones y deje de ser Mr. Da Silva para transformarse en Lula.

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