La suerte del régimen libio está echada. En cambio, lo que ocurrirá luego de la caída definitiva de Gadafi está abierto a múltiples interrogantes. Quienes lo sucederán, agrupados en el Consejo Nacional de la Transición (CNT) son un conjunto inestable y heterogéneo de fuerzas sociales y políticas débilmente unidos por la argamasa que sólo le proporciona su visceral rechazo a Gadafi, pese a que no son pocos quienes hasta hacía pocos meses se contaban entre sus más obsecuentes colaboradores.
El CNT ha contado con el decidido apoyo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que logró dar vuelta la guerra civil a su favor. Ahora la OTAN busca instalarse con tropas terrestres. Francia, Italia y el Reino Unido se apoderarán ahora directamente de las refinerías que ya tenían como concesión de Gadafi, y para lograrlo maniobrarán sus piezas en el gobierno del CNT entrando en roces con Estados Unidos que quiere, sobre todo, hacer de Libia un centro para sostener a Israel y para frenar la rebelión democrática árabe. La clave para ello es la instalación del Africom (el Comando Militar de Estados Unidos para África) actualmente con sede en Stuttgart, Alemania, dado que los países africanos se habían negado a aceptar su radicación en el continente.
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