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Brukman: la confección de un destino
Por Laura Vales / Sebastian Hacher -
Thursday, May. 08, 2003 at 9:47 PM
Brukman, la confección de un destino...
Por Laura Vales y Sebastian Hacher ((i)).
En diciembre del 2001 Brukman era una empresa semi abandonada. Sus dueños pagaban vales
de dos pesos semanales en lugar de sueldos, no pagaban impuestos ni los servicios de
electricidad, gas ni agua. No hacian ningun tipo de mantenimiento y tenían deudas que duplicaban
el valor de fábrica. La situación era tan calamitosa que cuando Marcelo Rojas, trabajador de la
planta, enfermó, los empresarios no se hicieron cargo de su atención médica. Marcelo, de 28 años,
murió y su familia sólo recibió la colecta que pudieron juntar sus compañeros.
Dos meses después, cuando los trabajadores se hicieron cargo de la planta, la fábrica se
llenó de vida. La empresa que parecía terminada resultó tener mucho para dar: las obreras
cobraron sus sueldos, pagaron los servicios, incluso aquellos que tenían deudas acumuladas,
arreglaron las máquinas y hasta costearon el salario de una compañera enferma.
En abril del 2003, la fábrica cumplió un año y cuatro meses de funcionamiento con la
incorporación de viejos trabajadores despedidos. Entonces llegó el desalojo. Detrás de la policía
aparecieron los empresarios reclamando "su" propiedad para "dar trabajo".
Intentan legitimar su reclamo mostrando un costado "humanitario", aunque para hacerlo necesitan
borrar la historia de sus propias acciones.
Esta nota muestra algunos aspectos de esa historia.
Es dificil adivinar cuantos años tiene Amalia. Las canas y las manos chiquitas y arrugadas
parecen borrarse cuando se niega con una sonrisa a decir su edad. Sus compañeras arriesgan que
"cincuenta y tantos" pero nadie sabe cuantos son en realidad. Lo que sí sabemos es que vino de
Entre Rios cuando tenía 9 años y que viviendo en Buenos Aires, en interminables tardes sola en
casa de su padre, aprendió a coser casi jugando. Rompiendo agujas, cuenta, aprendió el oficio que
le permitió a los 15 años y a escondidas de su familia tener su primer trabajo en un taller de
costura en San Miguel.
Desde 1995 Amalia trabaja en Brukman, y aunque no se acuerda bien las fechas, sabe que más o
menos para 1997, cuando tuvo que ser operada, comenzaron los problemas. "Nos tenían todo el
tiempo a vales, y ya ni sabiamos cuanto era el jornal, porque cuando pediamos la cuenta nos
decían que nosotros le debiamos a ellos".
Cada seis o siete meses, le daban un recibo. "Nos decian que estabamos en blanco, pero los
aportes no los hacían. Yo podía ir a la clínica porque por mi enfermedad hicieron un arreglo
con el sindicato para que me pudiera atender".
Los últimos dos meses con la patronal fueron los más duros para ella; "nos daban 5 pesos los
viernes, y todo el tiempo nos apuraban para que entreguemos 1000 trajes por semana para que
ellos puedan cobrar un cheque que después nunca aparecía".
El 14 de Diciembre fue el último de esos viernes de vales; el jefe de personal les dijo que
volvieran el miércoles, que ese día iban a pagar. Amalia ya había perdido un trabajo en otra
fábrica, y ahora tenía miedo de que pasara lo mismo. El Martes 18, cuando volvió, se encontró con
que no había nadie mas que sus compañeras; los patrones habían desaparecido.
Amalia no solo cose; también canta música de su Litoral y escribe canciones. La primera de las
milongas que se le viene a la mente reza que "Al destino de mi persona/siempre lo sentí
valiente/para cantar las verdades/no le tengo miedo a la gente/ No me gusta el acomodo/sí lo
justo y merecido/ si con la verdad he cumplido/ lo justo es lo merecido".
Su música habla de ella: "siempre fui muy derecha" remarca todo el tiempo. Y que también es
valiente lo demostró el Lunes 22 de Abril, cuando la encontramos entre los gases y las balas de
goma de la represión policial. Mientras andaba por Av. Jujuy, una de esas balas le impactó
en el brazo, y dice que se salvó porque "una compañera me subió a un colectivo y porque el
guardapolvo celeste amortiguó el golpe". Así es Amalia.
La ocupación
"La lucha era muy triste",dice Macario Avello, un obrero boliviano de voz dulce.
"Nos quedamos la fábrica, esperando que vinieran a pagarnos y por miedo a que la cerraran,
porque nos habían dado a todos vacaciones para el mes de enero y eso no había pasado nunca
antes.También apagaron la caldera con la que se alimentan las planchas, había muchas señales de
que la iban a cerrar".
Mancario tiene un amigo inseparable; Willi, un jujeño que como él llegó a Buenos Aires buscando
un trabajo que le permita sobrevivir. Con él pasó los momentos mas duros del conflicto.
"No teníamos dinero y Jacobo no aparecía. Con Willi salíamos a pedir monedas a los
conductores. De lo que juntábamos repartíamos para que algunas mujeres pudieran viajar a ver la
familia y venir al otro día. 'Hoy hay 18 pesos, ¿quiénes van a volver a su casa?' , decíamos. Yo
iba con tres pesos al supermercado, eso era lo que costaba el kilo de carne, y le planteaba al
carnicero 'tengo tres presos, somos los trabajadores de Brukman, ¿nos podría dar un poco más?' Y
él me daban dos kilos en lugar de uno".
En esos días en los que todavía no sabían bien qué hacer, buscaron en la guía telefónica a
todos los Brukman para ubicar a Jacobo y llamaron, "pero no lo encontramos".
Comenzaba la ocupación de Brukman Confecciones.
Las máquinas
Cuando el 16 de marzo del 2002 el juez Enrique Velázquez allanó la planta
por una denuncia de robo, se topó con una situación inesperada. La empresa
acusaba a los trabajadores de estar "saqueando" la fábrica con la venta de
sus bienes, pero los funcionarios que recorrieron el edificio piso por piso
y contaron las máquinas para hacer un inventario encontraron que había más
de las que esperaban hallar. La diferencia puso al descubierto que la
empresa estaba ocultando su verdadero patrimonio con el objetivo de engañar
a los acreedores. Como en los policiales clásicos, la verdad sobre el ladrón
estaba a la vista de todo el mundo, sólo que los prejuicios impedían verla.
El listado de la maquinaria "no declarada" quedó escrito en el expediente:
"2 máquinas de pegar ganchos
1 máquina de despunte
3 máquinas numeradoras
5 máquinas de coser rectas
1 overlock", se lee en la foja 2823, entre un total de 22 items hasta
entonces nunca notificados.
El juez incorporó el listado completo de las máquinas existentes a la
causa judicial. Y aclaró que lo hacía porque así se lo habían pedido los
"ocupantes del inmueble", quienes no tenían ningún interés en que una
situación de "saqueo" -como imputaba falsamente el abogado de la empresa,
Jaime Muszkat- pusiera peligro su fuente de trabajo.
La lista
Muszkat es el apoderado legal de los Brukman y también es el representante de los empleados que
se oponen a la ocupación. En su rol de portavoz de la empresa, ha dado distintas versiones sobre
el conflicto, cambiantes según la época y el interlocutor.
"Es de suma importancia aclarar que este grupo activista es representado
por la legisladora Lía Mendez, quien pertenece al Partido Humanista. Gracias
a este apoyo político dichos ocupantes tienen mayores posibilidades de
expresarse por los medios de comunicación", acusaron en la Justicia en marzo del
2002. A la diputada la tildaron de "cómplice" en la "venta y el saqueo" del
stock de Brukman. Luego Muszkat dio una segunda versión, no menos delirante: la de que las
trabajadoras no producían sacos ni pantalones sino "banderas del Polo Obrero".
También muy insistentemente en los medios de comunicación en las últimas semanas, ha
declarado que los trabajadores que avalan la política de la empresa son 80, y que es por ellos
que se proponen reabrirla.
La patronal adjuntó en distintas denuncias a la causa dos listados con esos supuestos 80
trabajadores. Pero en realidad aparecen sólo 57 nombres y firman 22. Para alcanzar ese número,
incluyeron a personas sin su onsentimiento y agregaron gente que había renunciado con
anterioridad a la fábrica. Por lo menos cinco de los empleados de la nómina se habían ido
tiempo antes de iniciado el conflicto. Y entre los pretendidos apoyos aparece una huelguista de
Brukman, Marcela Guzmán. Ella era una de las trabajadoras que permanecían dentro del edificio, de
guardia, la noche que la policía los desalojó.
Esa costumbre de quebrar
Los Brukman manejaban tres empresas: Brukman Construcciones, Brukman Hermanos (de
electrodomésticos) y Brukman Confecciones. Las tres fueron declaradas en quiebra. Cuando esto
ocurrió con la textil, le cambiaron el nombre por el de Cebex Argentina.
La planta estuvo clausurada en septiembre del 2000 y tuvo 18 pedidos de quiebra.
No es cierto que sus problemas hayan empezado con el corralito. Según los informes que reunió
el equipo de abogados de las trabajadoras, la empresa tuvo reclamos por no pagarles la obra
social desde el '99.
* A partir del mismo año emitió 218 cheques sin fondos por un total de 750 mil pesos.
* Debe $ 3 millones 800 mil.
* La AFIP-DGI le reclamó más de 400 mil pesos por no pagar impuestos.
* La Aseguradora de Riesgos de Trabajo le rescindió el contrato por falta de pago en septiembre
del 2001
Ni el gobierno nacional ni el de la Ciudad de Buenos Aires se presentaron en el concurso de
acreedores para poder cobrar lo que les corresponde. De esta manera le están regalando a los
empresarios una cifra estimada en "más de un millón de pesos".
El abandono
Desde el 18 diciembre del 2001 hasta febrero la empresa no respondió llamados ni concurrió a
las audiencias fijadas por el ministerio de Trabajo por el conflicto. Hubo tres reuniones en el
ministerio, los días 18, 20 y 26 de diciembre, pero no se presentaron a ninguno.
El 27 de diciembre, la síndica Elina Fernández documentó la situación:
"En el día de la fecha tomé conocimiento de la denuncia efectuada por el sindicato y los
delegados de los empleados del virtual abandono de la administración de la Empresa por parte de
sus órganos naturales de administración" señaló en el expediente fojas 2642. "Ante esa actitud de
la empleadora, permanecen ocupando pacíficamente el establecimiento de avenida Jujuy 554 en el
cuidado de los bienes muebles, maquinarias, instalaciones y bienes de cambio, habiendo solicitado
la intervención del Ministerio de Trabajo con ausencia de la concursada a las tres audiencias
celebradas".
La síndica agregó que tampoco a ella le contestaban los pedidos de informes.
La bolsa y la vida
El caso de Elvira Peralta es muy diferente al de Marcelo Rojas, el trabajador que murió sin la
adecuada atención por parte de la empresa. Elvira tiene 68 años y sufre una enfermedad terminal
que el verano pasado la obligó a abandonar fisicamente la lucha. Dijo a sus compañeros que no
podría acompañarlos más, y ellos votaron en asamblea ayudarla; desde entonces, la fábrica bajo
control obrero le paga puntualmente todo su sueldo. Incluso hoy, con la producción parada por el
desalojo, Elvira sigue recibiendo su ayuda puntualmente.
En la resolución que ordenó el desalojo de la fábrica, los jueces Peró y Piombo dicen que "no
se puede discutir la supremacía de la vida y la integridad física frente a los intereses
económicos", algo que podrá pasar tranquilamente a la historia del derecho como la "doctrina
Brukman".
Una doctrina que cuando los trabajadores confeccionaron en la calle ropa para los inundados de
Santa Fé, volvieron a cuestionar en la acción.
La Producción
-Ni se te ocurra.
Matilde está tomada del brazo de tres de sus compañeras, y avanza despacio, haciendole frente a
los policías que custodian la fábrica. Ni se te ocurra, repite, y mira a los ojos al que sabe va
a ser su represor. Y la cacería se desata.
Es 21 de Abril, son las 17:30 y Matilde es una de las cuatro compañeras que cruzaron las vallas
como acto simbólico de resistencia contra el desalojo. Una semana después, sentada en la carpa
frente a la fábrica, nos cuenta que trabajando sin patrón "rompieron la monotomía del trabajo".
"Antes hacía solamente bolsillos, terminaba mi trabajo y me quedaba sentada en la máquina. De
ahí no me movía en todo el día". Desde hace un año y cuatro meses comenzaron a aprender todos los
secretos del oficio que les estaban vedados. "Como somos menos y no tenemos supervisor, empezamos
a hacer otros trabajos".
Ahora cuando alguien no tiene nada que hacer, ayuda a su compañero y aprende a hacer otras
partes de los trajes, ganando en experiencia y mejorando la producción.
Sergio es uno de los que más vio cambiar su oficio. Tiene 33 años y trabaja en Brukman desde
1995, siempre como planchador aunque sabía arreglar máquinas. Cuando los patrones se fueron él se
hizo cargo con otro de sus compañeros del mantenimiento de la fábrica, una tarea que implicaba
hacer andar máquinas que "no tenian mantenimiento desde hacía mucho tiempo, y que cuando las
poníamos a funcionar se rompían todo el tiempo". Así se dio cuenta de que los antiguos dueños
"arreglaban las cosas para que andaran por un día o dos, pero no les importaba cuidar nada, total
ellos tenían plata".
Él enumera los arreglos con precisión: "Ascensores, caldera, soplador de mesa, el secador de
las planchas, compresor de aire para las máquinas neumáticas, las plaquetas electrónicas". Lo que
no sabía arreglar lo fue aprendiendo de a poco, reciclando piezas para ahorrar en repuestos y
consultando con quien quisiese ayudar. "La gente de la facultad de ingeniería nos fue ayudando
con los planos. Con ellos rediseñamos la fábrica; pusimos todas las máquinas en un solo piso,
para ahorrar en energía y para estar todos juntos". Así también simplificaron el proceso de
trabajo.
Matilde es una de las obreras que aprendió todo el proceso de producción y que reparte el
trabajo en ese piso que se transformó en el corazón de la fábrica. En las marchas una bandera
dice "tirando vallas, construyendo el futuro". Pero no es sólo el vallado físico el que tiran;
también han tirado uno más profundo e invisible; uno que impedía ver, como ellas repiten ahora
que "las fábricas sin patrones funcionan, sin obreros no".