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11 MOVIMIENTO ASAMBLEARIO – PARA DEBATE DEL ARGENTINAZO A NÉSTOR KIRCHNER
Por Nicolás - Saturday, Sep. 27, 2003 at 12:00 AM

Néstor Kohan hace un análisis muy interesante de la recomposición de la burguesía en el Poder y de cómo a veces nos podemos confundir creándonos falsas expectativas por las cosas.


11 - DEL ARGENTINAZO A NÉSTOR KIRCHNER.

Este undécimo documento llegó a la casilla de la Asamblea a través del grupo yahoo, por lo que muchos de ustedes seguramente ya lo leyeron. Igualmente me parece muy interesante incorporarlo a esta serie de documentos para debate, ya que Néstor Kohan hace un análisis muy interesante de la recomposición de la burguesía en el Poder y de cómo a veces nos podemos confundir creándonos falsas expectativas por las cosas. Un punto de vista muy sincero.
Esto fue escrito el 29 de mayo de este año.

Saludos revolucionarios,
Nicolás.

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DEL ARGENTINAZO A NÉSTOR KIRCHNER

¿RECOMPOSICIÓN DE LA HEGEMONÍA BURGUESA EN LA ARGENTINA?

Néstor Kohan
Rebelión

"Si insistimos en no hacer UN ANÁLISIS DE CLASE del movimiento es inútil que
hablemos de socialismo, nacional o extranjero, de latinoamericanismo o de
revoluciones hermanas.

No estoy hablando desde posiciones “vanguardistas” como un malentendido
NEOPOPULISMO CON FRASEOLOGÍA SOCIALISTA
que surge en algunos sectores del peronismo califica,
intentando sembrar un nuevo terrorismo ideológico que
sustituya al periclitado maccartismo"
Alicia Eguren: "Carta abierta al general Perón" (4/10/1971)

(Alicia fue una gran revolucionaria argentina. Compañera de John William
Cooke y amiga del Che Guevara. Fue secuestrada, torturada y asesinada en la
ESMA en tiempos de Videla y Massera)

Los comentarios periodísticos nadan, autosuficientes, en la superficie. Se
pasa, de un día para otro, del pesimismo lapidario a la euforia
desenfrenada. Y viceversa.

Igual que frente al 19 y 20 de diciembre de 2001. Las frases van y vienen:
"Estamos en Revolución", decían algunos apresurados en aquel diciembre
histórico cuando todo ardía en la Argentina. "Estamos a punto de tomar el
Palacio de invierno", agregaban otros, aún más exaltados.

Con la misma frivolidad, un año y medio más tarde, frente a los votos de
Menem en la primera vuelta, se afirmó: "El 19 y 20 de diciembre no sirvieron
de nada"; "Argentina es peronista, no hay nada que hacer, el peronismo es
una enfermedad".

Ahora, con Kirchner presidente, vuelve a aflorar la misma actitud: "¡Es
Cámpora! ¡Es Cámpora! ¡Estamos en 1973!".

Las emociones son fundamentales en la lucha. Nadie estaría dispuesto a
arriesgar su vida y a perderla, si fuera necesario, única y exclusivamente
por haber comprendido en teoría el concepto de plusvalor. Sin emociones
reales, sin sentimientos, la vida sería sumamente aburrida y la lucha de
clases sería apenas un teatro negro del absurdo, repleto de autómatas,
marionetas o burócratas racionales.

Pero la política no puede subordinarse a los altibajos de los estados de
ánimo. Se nos impone el desafío de mirar un poquito más allá de la coyuntura
inmediata y del día a día de nuestras emociones.

LOS DE ARRIBA:

KIRCHNER PRESIDENTE

La asunción de Néstor Kirchner expresa una parcial recomposición de la
hegemonía burguesa en la Argentina. Sumamente frágil y precaria, pero
recomposición al fin de cuentas.

Su tan celebrado primer discurso representa algo inequívoco. Los cuadros
políticos de la burguesía argentina siguen manteniendo un margen no
despreciable de maniobra. Cada vez más restringido y delgado, pero existe.
No podemos (ni debemos) autoengañarnos. Ese famoso discurso estuvo centrado
en la crítica del neoliberalismo, en la defensa de un CAPITALISMO NACIONAL,
en la inclusión social, en la educación pública, en suma, en una Argentina
PARA TODOS.

Eso se sumó a la presencia de Chávez, de Lula y de Fidel, que gran impacto
causaron, mientras los EEUU sólo enviaron a un funcionario de tercera
categoría.

¿Estas presencias fueron hechos positivos? Sí, es indudable. Se enmarcan en
la crisis del capitalismo salvaje y dependiente que hoy atraviesa América
Latina y en el relativo aislamiento del imperialismo norteamericano tras las
últimas guerras de conquista. De las tres figuras, obviamente, todas las
fichas se las llevó Fidel.

¿Fue positivo que Fidel visitara la Argentina y pudiera encontrarse
directamente con las multitudes que lo quieren y lo admiran? Sí, también es
innegable. Además del batacazo político que eso significó para Cuba ante la
amenaza de invasión yanqui, fue una alegría enorme poder disfrutar del
máximo dirigente revolucionario vivo del siglo XX (y de lo que va del XXI).
¡Cuántos ratones pretendieron ganarse un lugarcito en la historia, por
ósmosis o acaso por contagio, intentando fotografiarse al lado de un león
como Fidel Castro!

Pero el brillo de Fidel no puede opacarnos la vista ni nublarnos los ojos.
LA BURGUESÍA ARGENTINA NO CREE EN LA REVOLUCIÓN. Permite que Fidel venga y
le hable a miles y miles de jóvenes sobre el ejemplo del Che Guevara porque
HOY NECESITA AIRE Y LE CONVIENE para ganar consenso popular. Esa misma
burguesía argentina, esos mismos cuadros políticos del sistema, no van a
dudar un segundo en reprimir, con todo lo que tengan a mano, cuando esos
mismos jóvenes intenten (intentemos) seguir en la práctica el ejemplo de
Fidel y el Che.

Porque la mejor manera de ayudar a Cuba y de ser solidarios con la
revolución cubana no es enviando lápices, jabones, visitando sus playas o
comprando una cajita de habanos. LA MEJOR MANERA DE SOLIDARIZARSE CON LA
REVOLUCIÓN CUBANA y de seguir el ejemplo de Fidel y el Che es LUCHAR POR LA
REVOLUCIÓN EN LA ARGENTINA (y en toda América Latina).

Y allí, estos mismos cholulos que ayer pugnaban por fotografiarse con él o
por acceder al líder cubano, nos van a reprimir sin contemplaciones ni
piedad. ¡No nos podemos dar el lujo de engañarnos! ¡Es demasiado peligroso!

Desde el mismo ángulo habría que analizar el descabezamiento de la mitad de
las cúpulas de las Fuerzas Armadas. ¿Fue un hecho positivo pasar a retiro al
general Brinzoni y a sus secuaces más inmediatos? Sí, también es innegable.
No sólo porque este nostálgico de 1976, de fuertes simpatías por el führer,
seguía reivindicando públicamente el genocidio contra nuestro pueblo sino
porque además las Fuerzas Armadas venían recuperando un protagonismo
político in crescendo. El Ejército repartiendo comida en barrios pobres o la
Gendarmería organizando operaciones por las inundaciones de Santa Fe
constituyen escenas de una vieja película de terror que ya vimos varas veces
en la historia argentina.

Reconocer lo positivo de esas medidas no implica perder la memoria ni
marearse en la borrachera de los deseos imaginarios y las fantasías
compensatorias. ¡No nos autoengañemos! Esas operaciones de "limpieza", como
la célere "autocrítica" del general Martín Balza en tiempos de Menem,
persiguen un objetivo específico: RECOMPONER EL CONSENSO DE LAS FFAA y
reconstruir la relación con la sociedad civil, deshilachada después del
genocidio de 1976 en adelante.

Para el campo popular argentino LAS FUERZAS ARMADAS (con jefes dinosaurios o
con jefes "renovados") SIGUEN SIENDO EL PRINCIPAL BRAZO
ARMADO DE NUESTRO ENEMIGO ESTRATÉGICO.
Tarde o temprano, cuando se modifiquen las actuales
relaciones de fuerza entre las clases sociales y la confrontación social
pase a otro nivel, el movimiento popular argentino tendrá que lidiar con ese
ENEMIGO ESTRATÉGICO.

Tanto los discursos contra el neoliberalismo, como el guiño para que Fidel
se pudiera encontrar con la juventud, como las medidas de pase a retiro de
militares, aunque positivas, constituyen diversos movimientos de
recomposición hegemónica de la burguesía argentina.

La propaganda televisiva de Duhalde, inmediatamente antes de las elecciones,
fue más que cristalina. El presidente saliente, exultante, señaló que de los
incendios callejeros y los cortes de ruta generalizados, su gobierno logró
recuperar "el respeto por LAS INSTITUCIONES".

De eso, precisamente, se trata. No de la adhesión, rechazo, simpatía o
antipatía, o cualquier otro estado de ánimo pasajero para con un mandatario
(sea Duhalde o Kirchner) sino de la crisis orgánica de las instituciones
políticas argentinas y su "gobernabilidad". Lo que está en juego es la
CRISIS DE LA HEGEMONÍA BURGUESA y su eventual recuperación.

(En estas líneas partimos del presupuesto de que la sociedad argentina es
una sociedad capitalista. El capitalismo es una sociedad que jamás se cae
sola. Hay que derrocarla. Para impedirlo, la dominación se reproduce
combinando el consenso y la violencia. Cuando mayor es el consenso del que
goza el bloque dominante, menor es la necesidad de recurrir a la violencia.
En los momentos de CRISIS ORGÁNICA la combinación de la crisis económica y
la crisis política genera una crisis de hegemonía. Entonces, se produce una
crisis de autoridad y una crisis de representación, no de un presidente o un
ministro, sino del conjunto de las instituciones políticas de un país. En
esa situación estamos en la Argentina).

DISCURSOS Y REALIDADES

En algún poema de Juan Gelman, Lenin aparecía diciendo: "Todo es ilusión,
menos el poder". Al discurso crítico de las privatizaciones y propiciador de
la inclusión social hay que contrastarlo con la práctica y el poder real.

Mientras Kirchner enfatizaba su discurso de asunción, las cámaras oficiales
de TV enfocaban las caras de los "nuevos" funcionarios y ministros: ellos se
repartían entre quienes encabezaron, de la mano del Opus Dei (como es el
caso de Gustavo Béliz) las "Reformas" privatizadoras del Estado hasta
quienes fueron puntales de la administración de Duhalde. Unas pocas caras
nuevas, de la socialdemocracia o el Frepaso, se sumaban a ese viejo y
conocido elenco.

Pero no importan tanto las caras, los nombres, las declaraciones ni los
guiños políticos para el progresismo. Hay que intentar mirar más allá de la
superficie. Detrás de los discursos, si no son vacíos, hay FUERZAS SOCIALES.
Ese es el quid de la cuestión. El discurso de Kirchner sobre el "capitalismo
nacional" carece de bases sociales.

EN ARGENTINA NO EXISTE UNA BURGUESÍA NACIONAL INDEPENDIENTE.

La puja entre dolarizadores y devaluadores en la que se enmarcó el corralito
bancario y el bochornoso ocaso del presidente De la Rúa dejó bien en claro
que, aún cuando el desenlace estuvo del lado de los devaluadores, no hay
base social para sustentar a largo plazo el discurso del "capitalismo
nacional". No hace falta ser adivino ni pesimista profesional para reconocer
que el discurso antineoliberal de Kirchner chocará rápidamente con la dura
realidad de una burguesía depredadora, completamente entregrada e integrada
a la transnacionalización del capital.

Los propietarios de bonos de la deuda "externa" argentina, por ejemplo, son
muchos de los grandes capitalistas "nacionales". Hablan nuestro mismo
idioma, el español, les gusta el fútbol y el asado, cantan el himno, pero
son acreedores de la deuda.

La IDEOLOGÍA Y EL DISCURSO POPULISTA sigue manteniendo en Argentina la
autonomía relativa que se le insuflan, periódicamente, los relatos
periodísticos e historiográficos de los que anhelan volver a un idílico
matrimonio entre el Pueblo y las Fuerzas Armadas, entrecruzados por la
flecha de Cupido de una burguesía nacional desarrollista. Está fuera de
discusión (excepto para algunos ancianos que recrean la opción
peronismo-antiperonismo en algún viejo bar de Buenos Aires, mientras toman
un Cinzano o juegan a las cartas) si eso es deseable o no.

Lo que ya está claro es que es imposible. Porque para reconstruir un modelo
similar habría que contar, no sólo con suspiros, lagrimones nostálgicos y un
par de seductores ensayos periodísticos, sino con FUERZA SOCIAL.

Hasta allí llegan las "buenas intenciones" del presidente Kirchner (si es
que uno creyera en ellas. No es nuestro caso).

Para ganar genuinamente el consenso de las organizaciones populares, el
nuevo gobierno debería acompañar su retórica con MEDIDAS Y ACCIONES
CONCRETAS, aprovechando la euforia antimenemista que lo llevó a la
presidencia:

- Castigar en forma ejemplar a los asesinos materiales e ideológicos del
Puente Pueyrredón (los fusiladores de piqueteros)

- Reconocer y proteger activamente de la contraofensiva patronal al
combativo movimiento de las fábricas ocupadas y recuperadas (sea bajo
control obrero o en cooperativa, según decidan cada uno de los colectivos
laborales).

- Terminar con la impunidad institucionalizada de la que gozan las fuerzas
militares y policiales (los que masacraron a nuestro pueblo en 1976 y los
que siguieron haciéndolo con la técnica "democrática" del gatillo fácil y la
tortura en las comisarías)

- Romper amarras con las instituciones financieras que gobiernan de facto la
Argentina, dejando de pagar la deuda y resistiendo el monitoreo permanente
de nuestra economía por parte de Estados Unidos, el FMI y el Banco Mundial.

Ninguna de estas medidas es, necesariamente, socialista. Si el presidente
Kirchner realmente creyera en el "capitalismo nacional", podría intentar
realizarlas sin que nadie lo acuse de "rojo", de "subversivo" o de
"terrorista". Sospechamos que no concretará ninguna de ellas: Ni siquiera
intentará llevarlas a cabo.

LOS DE ABAJO:

LAS DIFICULTADES DEL MOVIMIENTO POPULAR

En nuestro trabajo "El Argentinazo (Una primera aproximación a la rebelión
popular)" (escrito el 21 de diciembre de 2001, véase http://www.rebelion.org)
alertábamos contra las miradas ingenuas que pronosticaban para la Argentina
una salida repentina e inmediata fuera del orden capitalista, a partir de la
explosión. Allí decíamos: "Hoy (diciembre de 2001), en Argentina, los de
abajo no quieren vivir más como hasta ahora y lo demostraron
contundentemente en la calle. Pero todavía los de arriba pueden seguir
viviendo así. Aunque cada vez pueden menos... Lo viejo no termina de morir.
Lo nuevo no termina de nacer. La lucha será larga y será dura. Que nadie se
confunda. Es cierto que el recambio de presidente no soluciona absolutamente
nada. También es verdad que la revolución socialista argentina y la
felicidad duradera de nuestro pueblo no están a la vuelta de la esquina. Es
más que obvio. Pero está más cerca que antes. ¡Hemos avanzado y mucho!".

Desde aquellas jornadas heroicas hasta hoy hemos avanzado, pero, al mismo
tiempo, hemos sufrido un reflujo. Digan lo que digan los manuales, las
luchas de clases jamás son lineales ni están garantizadas de antemano. Quien
no lo crea, que recuerde el cordobazo y cómo terminó aquel período.

Hemos avanzado porque se ha logrado legitimar socialmente al movimiento
piquetero en su conjunto. A pesar de la sistemática campaña macartista de
los medios que oponen "los piqueteros duros" (los malos) contra los
"piqueteros dialoguistas" (los buenos), hoy ya nadie los nombraría como
"subversivos". Se ha instalado socialmente que ser piquetero es reclamar
trabajo genuino, dignidad y cambio social. No fue un avance gratuito. No fue
un regalo. Ese reconocimiento se logró con sangre y con vidas arrancadas por
las balas policiales en las grandes rutas y puentes de nuestro país.

De igual modo, desde aquellos 19 y 20 de diciembre, se ha logrado legitimar
y rodear socialmente al movimiento de obreros y trabajadores que,
enfrentando a la patronal y a los jueces del sistema, han puesto en
funcionamiento las fábricas tomadas (sea bajo control obrero o bajo
cooperativa). Este movimiento ganó una solidaridad creciente entre las capas
medias, los estudiantes y los vecinos de barrios aledaños a los
establecimientos industriales.

Esos avances no cayeron del cielo. Fueron obtenidos a partir de múltiples
militancias anónimas, de trabajo de hormiga, de abnegación cotidiana. Un
trabajo y una militancia que no sale en la TV y que, por lo tanto, "no
existe" a los ojos de la pequeña burguesía lúcida y bienpensante.

No obstante, el movimiento popular que emergió del 19 y 20 de diciembre
aglutinando a grandes masas que hacían su primera experiencia política,
padeció y padece de notorias debilidades.

En primer lugar, subsiste de manera incomprensible, a pesar de los reclamos
generalizados que exigen su abandono, las viejas prácticas sectarias y
mezquinas que priorizan cada organización (por pequeña que sea) por sobre el
movimiento en su conjunto. La mirada estrecha, la pequeñez, las disputas de
parroquia, muchas veces, demasiadas veces, terminan primando por sobre la
lucha general y una mirada de conjunto. Al lado del heroísmo militante,
junto a la abnegación y junto a la entrega, en cada lucha que se desarrolló
desde diciembre de 2001 hasta hoy encontramos huellas de este accionar
sectario (elevado hasta el paroxismo). Siempre el cálculo gira en torno al
sello propio, al lugarcito para salir en la foto, a poner un cartel sobre
otro, a disputar por el orden de los oradores en cada asamblea, especulando
con una candidatura a diputado o con la repercusión en los medios, etc, etc,
etc.

Ese sectarismo furibundo, esa prioridad de la propia organización (que
calcula que crecerá a expensas de las demás, en lugar de ver el crecimiento
como un elemento para el conjunto de la izquierda revolucionaria)
constituye, UNO DE LOS PRINCIPALES OBSTÁCULOS A REMOVER si se pretende
disputar con la burguesía la dirección del movimiento de masas en Argentina.

Porque ese sectarismo genera, de manera automática, un DIVISIONISMO
PERMANENTE Y ARTIFICIAL. Hay divisiones que son necesarias, imprescindibles
e inevitables. La separación de aguas entre quienes están a favor del
sistema capitalista y quienes quieren cambiar la sociedad de raíz, es una
división real y genuina. Pero entre quienes quieren cambiar la sociedad se
generan infinitas divisiones completamente artificiales. La crisis de muchas
asambleas barriales, nacidas masivamente después de aquel 20 de diciembre,
sería incomprensible si no fuera por esta práctica política nefasta. Lo
mismo vale para la débil repercusión que tuvo la abstención frente a unas
elecciones donde todo giraba en torno a candidatos del poder. ¿No hubiera
sido muchísimo mayor esa abstención si hubiera habido un bloque unitario,
pero unitario de verdad, sin sectarismos, que lo impulsara públicamente?

Esa práctica política del narcisismo de las pequeñas diferencias, en última
instancia, expresa la DÉBIL CONCIENCIA DE CLASE de quienes la ejercen.
Porque la conciencia de clase no se define por el discurso, las consignas
"rojas", los volantes o la retórica sino por la capacidad de construir la
unidad de la clase trabajadora en la vida práctica, en la vida cotidiana, en
la lucha contra el sistema. Romper esa unidad de los revolucionarios
significa que se prioriza a un segmento por sobre la totalidad y eso es un
procedimiento típico de una estrategia económico-corporativa, economicista,
insuficientemente socialista.

"Todo es ilusión, menos el poder" repetía Lenin en aquel poema. Si la
izquierda revolucionaria argentina pretende, en serio, dejando los jueguitos
y los simulacros al costado, tener una política de poder, esas prácticas
deben comenzar a moderarse (no somos tan ingenuos para creer que se
suprimirán por decreto, pero al menos, deberían moderarse).

Otro de los elementos que permiten explicar el reflujo de la ola creciente
de conflictos que se catapultaron a partir del argentinazo del 19 y 20 de
diciembre, remite a la cooptación. Sea desde aquellas corrientes que
archivaron de improviso su retórica insurrecionalista para participar,
contentas y felices, de las elecciones, hasta aquellas otras que amagaron
con el apoyo a algún político burgués populista (incluyendo, en forma ya
escandalosa, el apoyo del coronel Aldo Rico a una que otra marcha
piquetera).

Finalmente, otra de las debilidades del movimiento popular, de fuerte
incidencia principalmente sobre varias asambleas de los barrios de la
capital, consistió en haber comprado ciegamente el discurso posmoderno de
"la multitud". Con mucha ingenuidad y con no poca propaganda sistemática
inducida desde LA DICTADURA DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN circuló en este
año que pasó el relato posmoderno (y posestructuralista) de Toni Negri y sus
amigos. Ellos batallaban contra toda forma de organización. Un sector de las
asambleas creyó que de esta manera se vacunaba contra la política de los
aparatos sectarios (preocupación genuina y legítima) pero terminó creyendo
que "los vecinos" -así, en general- podrían contra el sistema. Una vez más
se demostró que las experiencias del pasado no se pueden tirar por la borda
a partir de un decreto filosófico (más, si éste viene de París o Nueva
York).

Nos falta organización. Pero no sólo eso. Para poder consolidar las
posiciones políticas que en la actual relación de fuerzas se han venido
ganando con tanto esfuerzo, deberemos enfatizar el carácter autónomo de los
movimientos sociales contra el sistema. La disputa política,
fundamentalmente en las provincias, con los punteros de los partidos
tradicionales (Partido Justicialista, Unión Cívica Radical y partidos
provinciales vinculados a la dictadura de 1976) sigue siendo un desafío
pendiente a la hora de consolidar un territorio de poder autónomo.

EL DESAFÍO

Dado que la crisis orgánica de la Argentina capitalista seguirá abierta y
que, después de la euforia de los primeros días, la administración de
Kirchner encontrará rápidamente el límite de su discurso en la contundencia
impiadosa de "los Mercados" que nada perdonan, la política futura del
movimiento popular debería asentarse en dos núcleos absolutamente centrales:

a) La independencia política de clase frente a las expresiones políticas del
sistema, incluyendo aquellas que coqueteen con el discurso populista o
desarrollista.

b) La lucha por la hegemonía socialista, política y cultural al mismo
tiempo.

Nuestro gran desafío es construir, entre todas y todos los que queremos
terminar con la barbarie de este capitalismo inmundo, mugriento e inhumano,
juntos y juntas, codo a codo, sin empujarnos entre nosotros, empujando todos
contra el sistema y su "gobernabilidad", una herramienta política unitaria
para que la abnegación y el heroísmo de la militancia cotidiana no se
frustren nuevamente, no se dispersen ni sean asimilados con discursos
edulcorados de último momento. La única salida realista sigue siendo la
construcción desde abajo, sin sectarismos, de una política popular,
latinoamericana, antimperialista y anticapitalista.

Sin una lucha a largo plazo por la hegemonía socialista y por el poder, se
nos hará cada vez más cuesta arriba concretar nuestros proyectos
revolucionarios y el sueño compartido de que otro mundo sea posible.

Buenos Aires, 29 de mayo de 2003

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