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“Hay un ciudadano que se cree libre y no registra que es un esclavo posmodernoâ€
Por Carlos Slagul -
Sunday, Mar. 25, 2018 at 1:49 PM
22 de marzo de 2018 | Nora Merlin es psicóloga, escritora y una especialista en vincular el psicoanálisis y la polÃtica. En esta entrevista, una reflexión profunda sobre el sujeto neoliberal, la sociedad desamparada y la construcción de sentido común detrás de la concentración informativa.
Por Carlos Saglul | Si bien tenemos un Estado cada vez más policial, las formas de dominación del neoliberalismo se han perfeccionado desde la última dictadura. Comunicación, educación, ciencia: el sistema penetró todos los sectores y puso en marcha formas de colonización de la subjetividad. A través del monopolio de los medios, configuró una realidad virtual, un sentido común enajenado.
“Cuando pobres y ricos votan los mismos candidatos que los irán despojando de lo poco que tienen, significa que el marketing superó a la política”, sostiene la psicóloga Nora Merlin. Discípula del recordado filósofo Ernesto Laclau, Merlin es investigadora de la Universidad de Buenos Aires, master en Ciencias Políticas y autora de libros como Populismo y Psicoanálisis y Colonización de la subjetividad, donde desarrolla la vinculación que existe entre los campos del psicoanálisis y la política, y aborda cómo el poder configura nuestra forma de pensarnos.
-El neoliberalismo, forma actual del capitalismo, es un dispositivo que se caracteriza por la producción de una nueva subjetividad y la producción de restos humanos: los “improductivos” (jubilados, discapacitados, desocupados, etc.).
Ya no se trata de un poder exterior visible e identificable que se impone mediante la fuerza, como fue el Plan Cóndor para el Continente Latinoamericano, los golpes de Estado realizados por las Fuerzas Armadas y las dictaduras de los 70. Estamos frente a un poder invisible, simbólico e imaginario, que se entrama en todos los aspectos de la cultura y crea e instala el sentido común a través de distintas técnicas de sugestión y manipulación. Este poder se encarna fundamentalmente en tres agentes: los medios de comunicación concentrados, la educación y la salud mental, que logran producir en gran parte de la sociedad lo que defino como “colonización de la subjetividad”.
Se trata de una hipnosis colectiva que conduce a una obediencia inconsciente de un ciudadano que se cree libre y que no registra que es un esclavo posmoderno que cumple órdenes.
Las características principales del colonizado son el individualismo, el consumo ilimitado, la exacerbación de la imagen, la ausencia de pensamiento crítico, el pensamiento despolitizado, la repetición de una retórica automática, vacía de contenido, racista y xenófoba. Una subjetividad deprimida, deudora y culpable porque el individuo, empresario de sí mismo, nunca da con la talla esperada por una cultura meritocrática organizada como un negocio. Una subjetividad angustiada, medicalizada, con niños etiquetados en un totalitarismo de la normalidad. Una subjetividad que se autoexplota porque introyecta los imperativos culturales en los que ninguno de sus rendimientos alcanza. Una subjetividad sin pasado, sin legados simbólicos y sin memoria que, además, tiene la obligación de ser positivo y feliz.
-Los medios corporativos ejercen un totalitarismo comunicacional y semiótico, un discurso único que digita el sentido común y lo impone a fuerza de repeticiones, mentiras, posverdad, marketing, e instalación de prejuicios, creencias y odio.
El poder mediático se apropia totalitariamente del significado de las palabras. Por ejemplo la democracia es sin pueblo, la política es violenta, la militancia está conformada por vagos, los trabajadores estatales son ñoquis, etc.
-La historia se repite, lo que estamos viviendo es un déjà vu aggiornado al siglo XXI a través de las nuevas tecnologías, estrategias comunicacionales y el lawfare (guerra jurídica), junto con una concentración mediática nunca vista plagada de operaciones mediático-judiciales.
-Hay un retorno del sometimiento social al poder real (del rey) que tomaba fundamento en la suposición naturalizada de que la fuente provenía de Dios. Actualmente, se juega como obediencia inconsciente al poder real que hoy son las corporaciones que ejercen control y disciplinamiento sobre la subjetividad.
El neoliberalismo tiene dos maneras de instalarse: por la violencia real y la represión, o por la violencia simbólica e imaginaria. Esto constituye un poder invisible pero más eficaz, que genera sugestión y obediencia y en el que se naturaliza la pérdida de derechos y la movilidad social descendente.
Se promueve desde el poder y se naturalizan conductas racistas y xenófobas que atentan contra la solidaridad y la fraternidad. Se alimenta el odio, la venganza, la justicia por mano propia, y toda clase de atropellos e impunidad estatal, se desprestigia a los adversarios políticos y dirigentes sociales a los que se los estigmatiza mediante el significante “corrupción”.
Estamos en una situación de debilitamiento del Estado protector transformado en Estado policía que falla en su función central, que es atenuar la hostilidad entre las personas y ampararlas. Crece la desprotección y la angustia social, lo que significa desamparo e indefensión.
-La industria de los laboratorios constituye una de las grandes corporaciones a nivel global. Estos monopolios precisan una subjetividad medicalizada que consuma remedios, por lo que inventan trastornos, enfermedades y epidemias.
Hay niños etiquetados de por vida con el TDH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad), angustias medicadas, epidemia de ataque de pánico, y una sociedad adicta a los fármacos.
Las neurociencias pueden llegar a ser de utilidad para algunos problemas neurológicos, pero intentar reducir el sujeto, efecto del lenguaje, sus determinaciones inconscientes, familiares, políticas, etc., a la lógica de la neurona y el funcionamiento del cerebro, constituye un anacronismo prefreudiano, aunque lo presenten como lo hipermoderno.
-Una apuesta firme y decidida a la política democrática sostenida por un deseo de emancipación que sea capaz de ir en contra de las identificaciones homogeneizantes propia de la psicología de las masas. Una resistencia a ser manejado como una marioneta por el poder, una apuesta al amor, al arte, la amistad y todo aquello que escape al circuito de la mercancía.
Por último, la construcción de una hegemonía sostenida en la voluntad popular, esto significa la construcción de pueblos nacionales y singulares que sean capaces de radicalizar la experiencia democrática.
Foto: Sandra Cartasso
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