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Cacique Francisco
Por El Orejiverde - Wednesday, Jan. 10, 2018 at 5:36 PM

La 40ta Feria de Artesanías Aborígenes Chaqueñas no fue una edición más, unos días antes había partido para reunirse con sus abuelos el gran artista y promotor de este encuentro, el moqoit Francisco Ferrer

Cacique Francisco...
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El domingo 10 de diciembre una asamblea de artesanos wich'í, qom, moqoit y vilela, se constituyó bajo la sombra de un árbol, en el antiguo andén de la estación de tren - hoy Museo Artesanal- de Quitilipi, pleno Chaco. Era la última jornada de la 40ta Feria de Artesanías Aborígenes Chaqueñas, el prestigioso mercado promovido desde los años sesenta por el indigenista René James Sotelo. Esta fue una edición especial, ya que hacía 19 días había partido a reunirse con sus abuelos el gran artista y promotor contemporáneo de este encuentro de la indianidad, el moqoit Francisco Ferrer. Una grave enfermedad lo consumió, aunque su presente ausencia recorrió las carpas perfumadas de palma y palosanto, las mesas de las familias, y el exquisito arte de los pueblos chaquenses.

Muchas maestras y maestros artesanos, que llegaron de diferentes comunidades originarias, iniciaron desde el primer día el ritual de la despedida. Fueron a la Feria con la tristeza por la pérdida de este gran compañero de todas ellas y todos ellos. En el calor solar, maestros y sabios buscaban con su mirada la figura del par que ya no estaba, un hombre flaco y alto, un referente, una autoridad. Hubo ambiente de duelo por cada abrazo y llanto acallado. Llanto que no tenía a su traductor honesto. Abrazo respetuoso que no encontraba al que los devolvía, con complicidad y finura. En las carpas se veían las contrastantes miradas de los jóvenes escudriñando a la muerte mientras buscaban la presencia física del mentor, ese que les decía “sos albañil pero un muy buen escultor también, tenés que seguir tallando”.

Los alfareros qom y moqoit se mostraron serios ante la falta del compañero, el que instaba siempre a recordar a los botijos de los abuelos. Las tejedoras wich’í desoladas, no tenían a la tranquila sonrisa confiable del que no iba a permitir que nadie se aproveche de ellas. De su comunidad de talladores, los qom extrañaban el rostro del maestro que compartía su secreto de oficio. Los talladores wich’í no fueron, a la ausencia de Francisco la saludaron con respetuosa ausencia. Las increíbles cesteras de Miraflores, Castelli y Fortín Lavalle estaban sombrías, y no se interesaban en destacar sus mejores trabajos, esta tarea la iniciaban otrora con su mayor e incondicional difusor, el que no llegó. Las tejedoras de telar vertical junto a la anciana longeva Santa Pino Fernández, notablemente conmovidas, mantenían largas e imperceptibles conversaciones en qom, como si fueran letanías.

Una promoción artesanal desde los originarios
Durante muchos años, Francisco recorrió todo el Chaco visitando uno a uno a más de mil artesanos y artesanas, viendo sus producciones, conociendo a los ancianos, encontrando los jóvenes aprendices. Un periplo anual donde todos lo esperaron y lo recibieron bajo el mapic (algarrobo), le mostraron los tejidos, las vasijas, las tallas, las canastas. Para la época de la cosecha del algarrobo esas hermosas piezas viajaron, junto a la harina, a Quitilipi. Allí se encontraron los parientes, allí se encontraron los artistas. Todo este trabajo de promoción artesanal que se concentró en este evento, le permitió a Francisco durante los últimos diez años generar estrategias y alianzas para que los artistas de los pueblos originarios asistan a otras ferias más grandes, más conocidas, con más circulación comercial, para que accedan a becas y premios de carácter nacional, o para que participen de actividades y campañas de artesanías del país, y con un poco mas de esfuerzo, del mundo.

Por su esfuerzo incansable y su iniciativa permanente, la Feria de Artesanías Aborígenes Chaqueñas logró apoyos importantes. Francisco difundió de tal manera su envergadura, que la misma fue declarada Fiesta Nacional del Arte Indígena. Expandió así el horizonte del arte de los pueblos chaquenses, y superó la concepción -tal vez más acotada- de una feria de artesanías como espacio de contención para la complejidad simbólica indígena Quedaron expuestas dos visiones. La que vió al indígena artesano en su pobreza y lo que le falta. Y la otra, la de Francisco, la que vió, o ve, a sus hermanos artistas indígenas y su riqueza.

Así como crece la semilla, crecieron los proyectos. El arte que llevaron los indígenas a Quitilipi era, año tras año, cada vez más esplendoroso. Y la Feria pronto se convirtió en un punto, entre otros, de un periplo que incluyó varios encuentros y festivales de artesanía indígena: los de talladores, los de la alfarería moqoit, los del chaguar. El despertar de la artesanía chaquense fué un proceso que se caminó con un pie en el territorio, paraje adentro, y el otro acompañando -a los artesanos- y diálogando -con los artesanos.-. Francisco guió este proceso, siempre respetuoso y presente, accesible, nunca peyorativo, nunca paternalista.

Un espacio para recuperar la organización ancestral
Difícil es para todos nosotros entender a la autoridad tradicional, al traductor, entender la interculturalidad, ese estado deseado donde lo prioritario no es la alianza con los estados, ni con las organizaciones de la sociedad envolvente cuya buena buena voluntad jamás puede reemplazar a la autonomía indígena.

Abrevando en esta idea, la autonomía reparadora de derechos, Francisco retomó la figura del parlamento de caciques que funcionaba en épocas de René Sotelo. En el primero, que data de 1974, los caciques reunidos plantearon sus problemas de tierras a las autoridades provinciales. Espacios de decisión donde los criollos no intervenían ni opinaban. En el 2006, Ferrer promueve el Foro de Artesanos Aborígenes.

La importancia del Foro radicaba en la discusión de temas angulares para los artesanos y artesanas chaquenses: el acceso a la materia prima debido a la avanzada de las alambradas y el despojo de estos recursos a las comunidades, la perspectiva de las leyes que afecten al modo de producción artesanal, lo colectivo y lo individual, la protección y promoción de los maestros y los tesoros humanos vivos. La demanda…. la demanda indígena. Otra vez los pueblos contando con los preciosos espacios donde se escuchaban todas las voces, intervenían todos los líderes, se enardecían las posiciones, y se escuchaban cuatro idiomas – moqoit, qom, wichí y criollo-.

Yacimiento de materias primas como lugares sagrados, el linaje familiar como garante de memoria- transmisión- producción, consulta y consentimiento de los ancianos siempre, todos ejes de una amorosa concepción de política artesanal indígena. Francisco mucho nos enseñó a gestionar a los que venimos educados desde el paternalismo de la sociedad envolvente. Con asistir a un foro y asustarse con la bravura qom, asombrarse con la habilidad política de los moqoit o concientizarse con el testimonio abrumador de los wichí era suficiente. Con asumir esos compromisos y dar cuenta de esa demanda, la demanda indígena, era suficiente

La ausente presencia de Francisco
Volviendo a esta jornada del 10 de diciembre, en los días previos hubo muchos momentos “oficiales” para el recuerdo de su figura. Momentos de discursos programados en donde la voz quebrada de alguna maestra artesana traía, con tono sincero, la ausente presencia. Faltaba testimoniar el compartir de años. En la mañana del domingo -último día antes del regreso a las comunidades- sucedió. Los moqoit iban avisando, mesa a mesa en las carpas, y la gente empezó a llegar, en silencio, despacio. Se armó la reunión al mediodía, bajo la sombra del árbol.

“Si hay algo que contribuyó a que los pueblos originaros estemos fuertes y reunidos acá es la artesanía, por eso debemos reconocer a quien para nosotros fué una autoridad en lo artesanal”, fueron las primeras palabras que se escucharon en la asamblea. Era Nino Casares, alfarero y líder moqoit de Las Tolderías. Luego habló la compañera de años y mano derecha de Francisco en la gestión, Griselda Brandan. En largos discursos ambos relataron en detalle la vida de entrega de este hermano que había partido.

Los pedidos de palabras se iban sumando. Mónica Silvero, escritora del pueblo qom traducía lo que habían dicho los oradores. Habló la gran tejedora Eulogia Gómez, del pueblo wichí, narró del modo paciente y persistente en que Francisco la acompañó año tras año en su labor artesanal, cuando la visitaba y conversaban sobre los secretos del chaguar y los motivos de los diseños. Habló Susana Morales, vilela, recordó al maestro que la instó a seguir trabajando para mejorar sus tinajas y así fue que, estimulada, llegó a esta feria con una formidable pieza que mereció un premio. Habló la reconocida Ofelia Rodríguez, importante artesana moqoit, recordó que gracias a Francisco pudo llevar su artesanía a muchos lugares de Argentina que no conocía, y que lo hizo porque él tenía amor por lo que hacían sus hermanos.

La voz de las qom estuvo en la palabra de una artesana emblemática, la abuela Nemesia Cabrera, uno de los tesoros humanos vivos de los pueblos del Chaco. Se iban sucediendo los relatos de unos y otros. Recordaron las primeras veces que vencieron el temor a desplazarse por territorios en ocasiones hostiles a los indígenas, llevaron su carga exquisita y llegaron a una estación de micros donde los esperó ese hombre flaco y alto, de carácter tranquilo, para mostrarles donde dormir, donde armar la mesa con las obras, donde encontrarse con cientos de artistas de rostros parecidos. Habló la singular y destacada artesana moqoit Magdalena Segovia que propuso el voto y planteó lo que había que plantear: declarar a Francisco Ferrer, Cacique de Artesanías de Pueblos Originarios.

Caluroso mediodía. Momento sagrado. Todas las manos se alzaron, su vida entera pasó ante nuestros ojos y Cacique Francisco partió, definitivamente, al encuentro con los antiguos, sus abuelos moqoit.

Por Roxana Amarilla

Fecha: 8/1/2017

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