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Trump, Lula y Caputo, tres baches imprevistos en la autopista de Macri hacia 2019
Por Alejandro Bercovich - Friday, Apr. 06, 2018 at 12:58 PM

6 de abril de 2018 | Panorama semanal.

Trump, Lula y Caputo...
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De los tres principales destinos de las exportaciones argentinas, dos -China y Estados Unidos- acaban de embarcarse en la peor guerra comercial desde la caída del Muro de Berlín. El otro -Brasil- se tambaleó esta semana al borde de la cornisa institucional que transita desde la destitución de Dilma Rousseff, un año y medio atrás. No tanto por el aval del Supremo Tribunal Federal a la prisión de Lula y el consecuente bloqueo de su candidatura presidencial, favorita por lejos en los sondeos para octubre, sino por la advertencia que profirió ¡por twitter! el comandante en jefe del Ejército, Eduardo Villas-Boas, de intervenir en caso de que el fallo avalara la "impunidad".

El único ministro que Mauricio Macri considera irremplazable, Luis Caputo, zafó mientras tanto de la virtual interpelación a la que aceptó someterlo el jefe de Gabinete, Marcos Peña. Pero al margen de la maniobra del papelito, que le permitió irse del Congreso sin terminar de aclarar su participación accionaria no declarada en fondos de inversión que operan desde guaridas fiscales ni la sostenibilidad del vertiginoso endeudamiento de los últimos dos años, el escándalo expuso ante un público más amplio los conflictos entre su vida pasada como banquero y su rol actual como ministro. Y lo forzó a seguir explicando algo que para el 98% de la población resulta difícil de justificar: que los gobernantes mantengan su patrimonio en el exterior.

Son apenas baches en una autopista hacia la reelección presidencial que los hombres de negocios consideran asfaltada, pero que siempre pueden hacer perder el control del vehículo. Sobre todo ante un eventual balotaje que, como admitió anteayer Mario Quintana al retirarse de un almuerzo en el Rotary Club, el Gobierno procura evitar a toda costa. Y con razón: es el único antídoto a la vista contra la atomización opositora que hoy parece garantizarle la continuidad pese al declive de su popularidad.

Nada que Temer

Tras dos años de recesión desde que Dilma puso en marcha su plan de ajuste ortodoxo y otros dos de desplome y disparada inédita del desempleo, que llegó a afectar a una legión de 14 millones de brasileños, la economía del hermano mayor empezó a rebotar y apunta a cerrar 2018 con un crecimiento del 3%. Es el sueño de Nicolás Dujovne: medio punto más de lo que crecerá el PBI en estas pampas según el relevamiento de expectativas del mercado (REM) que difundió esta semana el Banco Central. Para el año que viene, un informe que encargó especialmente la Bolsa de Comercio sorprendió a varios en la City: le augura a este Brasil decapitado un crecimiento aún mayor, del 4%.

Lo importante para los VIP del Gobierno que monitorean la crisis vecina es que el vacío político no oscurezca esos pronósticos ni hunda a Brasil en otra espiral descendente. El exsecretario de Industria y director de Abeceb.com, Dante Sica, tranquilizó a varios de sus interlocutores oficiales después de su último viaje a San Pablo, quince días atrás. "Las empresas dejaron de mirar el corto plazo y miran el mediano. La economía se despegó del quilombo político y judicial el año pasado y empezó a despegar. Eso no frena", evaluó.

El economista, que asesora a las principales compañías verdeamarelas radicadas en el país, se reunió allá con empresarios, funcionarios y sindicalistas. Y recomienda no dejarse llevar por las escenas de tensión social que se viven en la Río de Janeiro militarizada, donde acaba de ser asesinada a plena luz del día una concejala de izquierda. "Ahí impactó el agujero financiero que dejaron los Juegos Olímpicos. En San Pablo no se ve lo mismo. Hay hartazgo ante la política, ansias de tranquilidad y ya no se ve la movilización de la época del impeachment de Dilma", diagnosticó ante BAE Negocios. También destacó que Brasil puede salir ganando de la guerra comercial con China que disparó Donald Trump, si el gigante asiático empieza a comprarle más para compensar lo que deja de importar de Estados Unidos como respuesta a sus sanciones.

Lo curioso del rebote brasileño es que no se apoyó en ninguna lluvia de inversiones, pese a que la administración de Michel Temer barrió con derechos laborales de décadas y aprovechó el Lava Jato para abrir a la competencia extranjera los otrora poderosos monopolios estatales de Petrobras y Eletrobras, de los que Estados Unidos siempre receló. Lo que lo empujó fue un resurgir del consumo doméstico tras años de austeridad. Se alivió el endeudamiento de las familias, que había ahorcado sus presupuestos, y también cayó la tasa de interés real porque el Central relajó la tasa SELIC, altísima en los últimos tiempos de Dilma, lo cual permitió que se extendieran nuevos créditos. Paradojalmente, el populismo que Temer prometió combatir le permitió (en su versión financiera) gobernar durante un lapso impensado para alguien con solo el 5% de imagen positiva.

Puertas adentro

Una especie de populismo financiero es también lo que le empezó a rendir sus frutos a Macri en la última elección. La realidad, en ese punto, desafía la intuición y el prejuicio. El joven jefe del Instituto de Vivienda porteño (IVC), Juan Maquieyra, más conocido como el estudiante que incomodó a Cristina Kirchner en su visita a Harvard, solía diferenciar meses atrás entre uno y otro gobierno por las promesas tácitas que le hizo cada uno a la sociedad. Según el funcionario, mientras el kirchnerismo prometía empleo y salario para que el votante consumiera más en su casa, comprara mejor comida, más ropa o nuevos electrodomésticos, Cambiemos le proponía mejorarle la vida afuera de su casa: que viaje mejor, se sienta más seguro o aproveche una mejor infraestructura.

Lo que terminó por acudir al rescate de Macri, al final, mientras los inversores extranjeros siguen compartiendo la desconfianza de Juan José Aranguren en el país y mientras la revolución del transporte sigue limitada al Metrobús y a FlyBondi, fue el consumo. No son solo las ventas récord de autos y de motos ni el fin de semana largo con más miniturismo de la historia. En el primer trimestre del año se vendieron un 15% más celulares, un 2% más heladeras, lavarropas y cocinas y un 40% más televisores más que en el mismo lapso de 2017, según datos que circularon después de Semana Santa entre el puñado de grandes firmas que compiten en esos rubros.

Disipada la bruma, empieza a quedar claro que las elecciones del año pasado no las ganaron el timbreo ni el microtargeting en redes sociales de Jaime Durán Barba sino los dos millones y medio de créditos Argenta y la extensión de las asignaciones familiares a más de un millón de monotributistas que no las cobraban. También la proliferación de changas y empleos precarios que compensaron la destrucción de empleo en la industria. Los mismos fenómenos que permitieron la reducción del índice de pobreza frente al pico de 2016.

¿Quién es el garante de última instancia de ese modelo que improvisó Cambiemos ya en el poder, contra lo que le recomendaban sus halcones? El ministro offshore, Luis Caputo. Como dijo Quintana en el mismo almuerzo del Rotary, la inflación no va a bajar tan rápido como pretende Federico Sturzenegger. Ni como fingen procurar en el equipo de Dujovne. A falta de esa desinflación y de salarios reales crecientes para consumir, buena es la deuda. Tanto la que puedan tomar los consumidores como la que consiga contraer el Estado para dosificar el ajuste.

Caputo surfeó así, blindado por sus contactos en Wall Street y respaldado sin fisuras por jerarcas locales de la banca extranjera como Gabriel Martino y Enrique Cristofani, su trance político más difícil hasta ahora. El presidente de otro banco, off the record, explicaba ayer por qué no podía esperarse otra cosa. "No es (el exsubsecretario de la Presidencia, Valentín) Díaz Gilligan. El tipo que arregló a los holdouts y que consigue siempre la guita para llegar a fin de año, salvo que lo encuentres traficando falopa en Salta, no lo vas a echar nunca. Es como cuando tenés un crack. Un Messi. Si se va de putas de vez en cuando, lo vas a tratar de cubrir".

Lo que convirtió al crack del gabinete en un lastre político un poco más pesado después de su show en el Congreso es que, como Aranguren al reivindicar su patrimonio radicado en un 85% fuera del país, volvió a traer a la sociedad la imagen del gobierno de ricos para ricos. La misma que agitó Elisa Carrió, furiosa tras haber recibido fuego amigo por canjear pasajes del Congreso por dinero, cuando recordó que Macri "desde chiquito viaja en aviones privados". Según estima el especialista en fuga de capitales Jorge Gaggero, apenas un millón de familias tiene capitales en el exterior. Es un 2% de la población.

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