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Ese Ajeno Sur: Radiografía de un imperio llamado Compañía de Tierras Sud Argentino
Por Hernán Scandizzo ((i)) - Wednesday, May. 23, 2007 at 2:22 PM
herscan@yahoo.com.ar


El Fondo Editorial Rionegrino publicó recientemente Ese ajeno sur, ensayo del historiador Ramón Minieri sobre los dominios de la Argentine Southern Land Company, Compañía de Tierras Sud Argentino o, simplemente, la Compañía, como se la nombra en sus dominios. Un libro marcado por dos hechos fortuitos. El primero, cuando el autor se topó con los archivos de correspondencia, informes de reuniones de directorio y asambleas de accionistas en Londres, memorias y balances del período 1902-1980 de la firma británica mientras investigaba otro tema. El segundó ocurrió luego de 6 años de trabajo sobre esos documentos, cuando logró que el libro fuera a imprenta en reemplazo de otro trabajo suyo premiado en un concurso del FER. La crisis económica de 2001 produjo un retraso en el plan editorial del organismo provincial, en ese lapso el autor consideró que la obra galardonada había sido superada por los cambios de escenarios, y en sus cavilaciones sobre qué hacer alguien le informó de una cláusula del concurso que permitía el reemplazo de la obra premiada por otra de igual calidad. Se atuvo a esa normativa y tras analizar su ensayo el jurado aprobó el cambio y la historia de ese sur ya no resulta tan ajena.




En los años ’70 Minieri trabajaba en la Universidad Nacional del Sur, ocupaba cargos como docente y no docente, pero la llegada a Bahía Blanca del fascista Remus Tetus al rectorado en 1975 lo obligó a alejarse de su ciudad natal. Partió hacia Río Colorado y en esa localidad rionegrina, que lo acogió en su huída de la Triple A, aún vive. Allí escribió este libro que llega justo en momentos que la comunidad mapuche Santa Rosa - Leleke demanda penalmente a la Compañía por usurpación.

En esta extensa entrevista el historiador aporta datos sobre la conformación del latifundio británico – ahora italiano –, los impactos socioambientales que generó ese uso y tenencia de la tierra por más de un siglo, los vínculos de la firma con el poder central y a la firma como poder regional. También deja en evidencia que la extranjerización de la tierra no es un fenómeno reciente sino de larga data.


-¿Por qué el libro?

En 1999, por otro trabajo que había emprendido, di con archivos de la Compañía de entre los años 1902 hasta, más o menos, 1980, hay algunas piezas aisladas de 1982, de cuando tienen que hacer una escritura para aclarar que ya no era de propiedad británica por las leyes que se hicieron en el momento de la Guerra de Malvinas. Pude acercarme a todos los archivos de correspondencia de la empresa, además de los informes de las reuniones de directorio que se hacían anualmente en Londres, los informes de las asambleas de accionistas, las memorias y balances.

En ese momento traté de transcribir lo más posible y después, durante 6 años, estuve buscando darle un marco, encuadrarlo en la historia nacional de la época y a veces hasta en la historia mundial. Recién en 2005 tuve un panorama de lo que significaban esos archivos para la región, para la Patagonia, para la Argentina.

-¿Tenías alguna opinión formada sobre la Compañía antes de dar con los archivos?

Sabía que existían las estancias, que [la Compañía] era de un factor de poder quizás… No tenía la dimensión que significaba eso. Por cierto era un obstáculo, porque considero que cuanto mejor repartida está la tierra más libre es la gente en una sociedad, pero no lo que significaba como dominio, como conjunto enorme de territorio, y cómo son un factor que gravita y distorsiona. Contra lo que esta gente dice, han distorsionado el desarrollo de la región y han sido un factor de retraso. Para ellos de prosperidad, claro, porque sacan buenas utilidades pero para las poblaciones, para los pueblos de la Patagonia, son un problema mayúsculo.

Recién adquirí idea de lo que significaba esto al ir haciendo el libro y tuve ganas de publicar algo justamente por este motivo, porque muchos como yo somos ignorantes de este aspecto.

-Y entre los mitos que se elaboran en torno a la Compañía y lo que encontraste en los archivos, ¿hay muchas distancias?

Mucha. Como que continuamente lo que llegué a elaborar está atravesado por una contradicción entre la verdad y la impostura. La impostura dice que han sido un factor de desarrollo, cuando vas a la verdad confesada en los papeles por los propios interesados te dicen que están desalojando poblaciones, que están condenando a la muerte a algunos pueblos porque no les conviene dónde están ubicados. Alguien dice en 1964, después de muchos años de explotación: “nos hemos estado comiendo los campos”; otro individuo, el capitán [Louis] Paine en 1918, cuando recorre las estancias, compara las pasturas que él conoció al principio [fines el siglo XIX] – con las de 1918. O sea, tampoco había transcurrido tanto tiempo de explotación y constata que efectivamente han empobrecido y sobrepastoreado.

-¡A 20 años de la creación la Compañía!

Claro, a 20 años. También la riqueza que se logró fue en base a este costo que no medimos.

Entonces, hay distancia entre el mito de la eficiencia del administrador inglés y la verdad. Si te comés el campo y además no pagás impuestos para importar cualquier mercadería o elemento – las chapas, los tirantes, lo que fuere –, no pagas aranceles de exportación, no pagas impuestos a las ganancias, lo único que pagaban era la contribución territorial – que era 2 centavos por legua, más o menos - ¿cómo una empresa no va a ser próspera? Denle a un argentino o a una comunidad aborigen esta posibilidad, y además le regalás la tierra… (Se ríe) Entonces a dónde va a parar la buena administración, el factor desarrollo, la corrección inglesa… cuando vez las cartas que hablan de la coima que pagaban a los inspectores de forestación - porque estaban con la concesión del bosque de Epuyén, para tener allí un aserradero, y habían sobre-explotado también.

-¿Es un mito que este latifundio se conformó a partir de donaciones de tierra hechas por el Estado?

La Ley Avellaneda, de 1876, para fomentar la colonización establece que se podían obsequiar hasta 32 leguas cuadradas, 80 y tantas mil hectáreas, si te comprometías a traer colonos, establecer un poblado, dividir en parcelas, instalar riego, en fin, hacer una serie de inversiones. Esta gente, a través de 15 personeros, 15 hombres de paja, logra [que se otorgue a] cada uno entre 20, 30 leguas de tierras, disimuladas al principio: uno pide para Chaco, otro para Neuquén, otro para Río Negro. Luego, a través de traspasos, logran agrupar todas estas concesiones en una unidad, como dividida en tableros, pero toda continúa; 16 estancias que sumaban 805 mil hectáreas, o sea, 322 leguas cuadradas, 10 veces más que el máximo que la ley permitía. Pero esto nadie lo observó desde el Estado.

Lo llamativo es la rapidez de los trámites, mientras hay comunidades indígenas que hasta hoy están esperando los títulos de sus tierras, uno de estos hombres en 14 días corridos solucionó su problema. Desde la nota inicial de pedido de las 32 leguas cuadradas, hasta el decreto del presidente [Miguel] Juárez Celman. Fue un proceso de acumulación de tierras que en un comienzo se podría decir que fue ilegal. Después fue ilegítimo, porque la finalidad de esta concesión, que era traer colonos, jamás se cumplió. A los pocos años [de la creación de la Compañía] en las actas del directorio dice: “Felizmente el gobierno argentino nos exime de la obligación de traer colonos”. Entonces se puede poner que lo que efectivamente funcionaba para ellos como modelo de explotación era el latifundio ovino y en menor cantidad bovino con destino a la exportación.

La entrega de tierras llega a tal punto que [Carlos] Pellegrini le escribe a Juárez Celman [a quien sucedería en la Presidencia de la Nación] alarmado por lo que se estaba haciendo con las tierras fiscales, que eran 78 millones de hectáreas solamente de los territorios del sur; lo mismo se estaba dando en el Chaco, en La Pampa. Pellegrini le escribe a Juárez CelmanJuárez Celman le contesta que “antes que dejar esas tierras en manos de la injuria del tehuelche, él prefiere que se forme una Irlanda en la Argentina”. O sea, el racismo argentino también acá se inserta como componente ideológico de este proyecto.

Durante 24 años en la Argentina se entregó a razón de 20 manzanas por minuto, si uno quiere dimensionar este proceso.

-¿En los documentos que encontraste se justifica por qué esas tierras eran aptas para la explotación ovina?

Hay primero como una especie de etapa de tanteo donde van probando en las distintas estancias, aunque ellos tenían muy buena información, antes por los viajes de George Musters, que hasta había ubicado cada pastizal, cada paradero, cada río, cada laguna. Ahí se ve la función de este aparente viajero solitario, simpático.

Después, por los viajes que había encargado Asahel Bell, que era uno de los directivos del Ferrocarril Central del Chubut, para relevar los terrenos. Y siempre tenían la magnífica cartografía de la Royal Geographical Society, donde había uno de los pesos pesados del lobby anglo-argentino, que era [Thomas] Holdich, vicepresidente y presidente después. Así que tenían información geográfica mucho mejor que los argentinos, que por ahí publicaban mapas equivocados donde sobraba un río, faltaba otro.

En base a esta información ellos primero hacen una tentativa, después en algunos campos van reemplazando vacunos por ovinos, porque precisamente al sobre-pastorear han alterado las pasturas naturales, entonces tienen que buscar otro tipo de animales, cambiarlos por una explotación más rústica. Y también van cambiando los sistemas de explotación, primero empiezan trabajando en tercio – tienen como asociados, medieros – y después los van suprimiendo para cada vez más tener este modelo de con pocos peones pueden administrar majadas enormes realmente.

Y las comunidades indígenas o quedan afuera o a veces contratan partidas, por ejemplo los antepasados de los Nahuelquir, para guanaquear [cazar guanacos]… como el guanaco competía con la oveja… De paso le quitaban una fuente de subsistencia a las propias comunidades indígenas.

-¿En los documentos que consultaste se describe el desplazamiento de comunidades indígenas?

Sí, aparecen como un problema. Un caso más reciente, cuando en el año 1936, 1937 el Ejército resuelve establecer una unidad militar en Esquel y desaloja una comunidad aborigen [Nahuelpan]. El problema grave para ellos es que no se les metan en sus tierras, cómo buscar la manera de alejarlos de la tranquera, que vayan para otro lado, como si fuera una especia animal indeseada.

Y anteriormente también, en una ocasión Cuthbert Hackett, que es el verdadero virrey de la Compañía en la Patagonia durante años, detecta ciertas parcelas de las cuales se querían apropiar, habla de que ahí había una comunidad indígena pero que esto se podía resolver hablando con los amigos y conocidos. Porque esta gente hacía un expeditivo y eficaz uso de amigos y de conocidos que, aclaremos, eran argentinos, esa es la otra dimensión que no hay que olvidar en todo esto.

Estas relaciones siempre estuvieron basadas en la fuerza, cuando hoy se le niega la tierra a una comunidad indígena detrás del discurso jurídico, los dueños de la fuerza también se hacen dueños de las leyes. En 1921 había agitación de los obreros rurales en Santa Cruz y había preocupación por si llegaba la agitación a la zona de las estancias de la Compañía; un directivo inglés de Buenos Aires le cablegrafió al gerente de [Estancia] Leleque, cito textualmente: “Desde Londres sugieren telegrafiar si hace falta una cobertura especial para salvaguardar los intereses de la compañía en caso de que los bandidos vengan hacia el norte”. Los ‘bandidos’ eran los obreros en huelga o en protesta, y la cobertura especial, no hay mucho que pensar. Pensar en el desembarco y la intervención armada inglesa.

-Un antecedente histórico de los recientes entrenamientos del Grupo Especial de Operaciones Policiales de Chubut en la Estancia Leleque…


Detrás de estos poderes, de los amigos, de las influencias, de las amistades, de los títulos y de las leyes, siempre hay alguien que se atreve y anuncia que va a manejar la fuerza bruta.

-Que la Compañía era el poder fáctico en la región no es un mito.

No es tal mito, no. Decidieron el trazado de rutas, por dónde pasaban las líneas de ferrocarril, dónde podía estar ubicada una estación, condenando a veces a un pueblo anterior al ostracismo, los valores de la propiedad inmobiliaria en todos los pueblos que se formaron adentro de sus estancias… El desarrollo urbano de El Maitén [Chubut], el desarrollo urbano de Pilcaniyeu [Río Negro], fue fuertemente condicionado. El de Puerto Madryn.

Decidieron, yo sospecho, hasta los límites provinciales, porque cuando estaba el debate de límites entre los territorios [nacionales] de Río Negro y Chubut, Hackett manda una carta para rebatir la idea que tenía Bailey Willis [geólogo norteamericano que en la década de 1910 realizó sendos estudios en Patagonia base para obras públicas] - de hacer una línea más quebrada, contemplando ciertas cuestiones topográficas y sociales - e insistiendo en una línea que favorecía a los almacenes ingleses. Porque parte del negocio, además, era traer mercadería de Inglaterra - en condiciones con las cuales no podían competir los bolicheros - y venderlas en los almacenes de la Compañía a cambio de lanas con las que pagaban los paisanos. A los propios peones de la Compañía se les pagaba con esta mercadería. Era un negocio que cerraba por varios costados, y se evitaba el alcoholismo que era un factor que deterioraba el nivel de prestación laboral de los peones. El límite provincial está en el Paralelo 42, y permitió tener almacenes en un territorio libre de impuestos aduaneros [Chubut], que llegaba hasta el Paralelo 42 y venderle a peones de la estancia que estaban al norte del Paralelo [Río Negro].

Además se ve en la correspondencia cómo influían sobre los gobernadores, cómo decidían quién iba a ser el Juez de Paz o el encargado de la oficina de Correos. En fin, no es ningún mito el poder de la Compañía. Creo que fue más poderosa, de hecho, que las gobernaciones de los territorios y más que muchos funcionarios nacionales de segunda línea.

-¿Cuándo se provincializan los territorios cambia la situación?

Yo veo que hay una modificación que arranca en al época del peronismo, el último visitante importante que tienen las estancias es el General [Agustín P.] Justo, que a la sazón era Ministro de Guerra [de la dictadura de José Félix Uriburu]. Todavía no era presidente, pero apenas un mes después les llega como regalo la línea telegráfica para unir El Maitén con la estancia y con la red nacional y un camino que se rehace en El Maitén. Después lo que llega de la Nación no son visitas sino directivas, empieza esto con el peronismo: el Estatuto del Peón [1944]. Entonces la Inspectoría de Trabajo en Esquel, por ejemplo, pasa a ser una instancia decisiva; el comisario o el jefe de Gendarmería es a quién se consulta para ver cómo hay que aplicar tal norma del Estatuto del Peón. No fue más allá la cosa, el avance del peronismo sobre estas estancias llega hasta esta cuestión de los Derechos del Trabajador, la propiedad nunca se puso en cuestión, la ilegitimidad de las concesiones.

-El poder de la Compañía no se limita a la época del ‘orden conservador’ o a los tiempos en que Argentina era satélite del Imperio Británico sino que se mantiene más allá de los cambios de escenarios.

Claro, yo cito dos casos. En la época de [Hipólito] Yrigoyen, un gobierno de contenido nacional y popular, lo único que sucede de diferente e inquietante para los directivos británicos es que llega una comisión investigadora de tierras, pero los integrantes sabían tan poco, incluso no tenían mapas válidos, que Hackett les oculta que la Compañía está explotando una fracción de Lepá de 4 leguas y media – un resto de mensura – que la Compañía estaba usando sin que le hubiera sido concedida. Ni hablar de revisar la legitimidad de las concesiones, esto no lo pensó ni el más osado en esa época.

También el peronismo tuvo sus limitaciones. Sí exigió estrictamente el cumplimiento del Estatuto del Peón. Te duele en el alma porque a través de esto vez cómo vivían los puesteros y los peones, cuando dicen: “por obligación de las autoridades nacionales tenemos que poner una mesa y dos sillas en el rancho de cada puesto”, y también “hay que poner cacerolas, platos, tenedores”; después viene el tema de poner cielo raso, baños. Así que cuesta creer que se haya podido vivir en las condiciones anteriores, pero no llega más de eso la intervención del peronismo.

Y cuando en 1973 el gobernador de Santa Cruz, [Jorge] Cepernik intenta encarar la expropiación de Estancia El Cóndor – que para esta época pertenecía a la Compañía – allá en el sur de Santa Cruz, lo paran en el aeropuerto de Buenos Aires, lo suben a un auto y lo llevan a la Casa Rosada para explicarle que no hay que anunciar esto - él pensaba dar una conferencia de prensa – porque “han llegado instrucciones de ‘el hombre de Madrid’”, a quien vio un tal Menéndez Campos – de la familia Menéndez famosa en la Patagonia – porque se lo pidió alguno de los directivos británicos. Y ‘el hombre de Madrid’ – o sea, [] Perón – cuando todavía estaba [Héctor] Cámpora en la presidencia, manda a decir que detengan este intento de expropiación porque
“nada hay mas tímido que el capital extranjero”
.

Acá también se ven las limitaciones, a veces, de los proyectos nacionales y populares, cómo hay ciertos cascabeles que no se han llegado a tocar. Quizá haga falta mucha lucha desde abajo y desde las comunidades para que entremos a revisar qué uso le estamos dando a nuestra tierra o qué sentido y en beneficio de quién.

-En la última década se empezó a denunciar la extranjerización de la tierra – sobre todo en la Patagonia – como un fenómeno reciente. Sin embargo hoy la Compañía en manos del grupo Benetton controla muchas menos estancias que en su momento los británicos. ¿Cuál era la dimensión de esos dominios británicos?

Aclaremos que la Compañía es una entre 20 compañías semejantes. La Compañía tenía esas 322 leguas cuadradas que iban desde Cholila – en la Sección Cordillera como llamaban ellos – hasta Madryn, por una parte. Por otro lado, desde Pilcaniyeu – la Estancia Pilcañeu – hasta Sierra Colorada, digamos, el Sur de Río Negro y el Norte de Chubut. Puerto Madryn, la ciudad con el puerto y demás también era parte de lo que se les había otorgado en las concesiones, y todas las tierras del Ferrocarril Central Chubut. Después van comprando y vendiendo tierras, compran El Maitén y Fitiriwin [en el N.O. de Chubut] que eran otras concesiones de una empresa hermana [Argentine Land and Investment Co. – ALICo] y crean dos compañías nuevas para realizar la valorización de la tierra. Para convertir en plata el aumento del valor de estas parcelas crean la Port Madryn Company, a la cual le dan toda la tierra que era del Ferrocarril Central Chubut, Puerto Madryn y la Estancia Madryn y Sierra Colorada; y la Río Negro (Argentina) Land Company, a la cual le dan la Estancia Maquinchao – que era la más importante – y después Renangueyeu, Ruculuan, Huanuluan – donde en este momento hay un litigio por tierras [que reclama el lof Collueque] – y alguna más que por ahí se me puede escapar [Marilafquen, Epulafquen y Neluan].

-¿Estancia Tecka era de ellos?

Tecka [Land Co. Ltd.] era de una empresa hermana, en general trabajaban juntas estas tres que he mencionado: la Compañía – o sea, la Argentine Southern Land -, la Río Negro y la Madryn; y en una segunda línea de hermandad estaba la Tecka, que vendría a ser una prima. Era de Alexander Henderson y de [] Bell, la habían recibido también por concesión, pero pagaron algo, no fue totalmente gratuita. Pero era parte de esta fraternidad de compañías que trabajaban juntas los rebaños, por ejemplo cuando había que comprar productos sanitarios para la sarna compraban todas juntas en Inglaterra, cuando vendían la esquila la vendían toda junta - entonces con esa masa de lana podían influir fuertemente en el precio.

Y después están las otras, que no están tan cerca, pero eran parte de la misma familia porque tenían los mismos directivos y a veces los mismos accionistas: la Cordoba Land Company, la Santa Fe [Land Company], todo un enjambre de empresas.

-Popularmente se dice que los titulares de la Compañía no era más que testaferros de la corona británica.

Creo que hay pistas para sospecharlo, habría que seguir esta investigación en archivos británicos. Hay un peso pesado, Alexander Henderson, Lord Faringdon - o sea, fue hecho después lord por la corona y llegó a ser integrante de la Cámara de los Lores. A través de la correspondencia uno ve que en cada instancia decisiva del desarrollo de la empresa – cuando hacía falta más dinero para encarar una nueva inversión o decidir una operación que lindaba con lo político – se acudía a una reunión con Lord Faringdon. Era un personero de algún interés muy poderoso, que no era un grupo de inversores, porque Lord Faringdon no estaba en la Bolsa de Londres, creo que se movía en otros círculos.

Yo diría que hay indicios como para pensar que la Familia Real, la corona británica, tenía capitales en todas estas empresas.

-Los grupos inversores también son viejos actores en la Patagonia.

Claro. Estaba el Argentine Land Group y el Argentine Group, que eran dos conglomerados empresarios que tenían sus oficinas en la River Plate House, en Finsbury Circus - que es un barrio de Londres -, todo un edificio donde funcionaban todas estas empresas.

-A lo largo de todo el período que investigaste, ¿encontraste algún proyecto de la Compañía para crear infraestructura y agregarle valor a la materia prima?

A ellos les cerraba muy bien como negocio enviar todos los años entre 30 y 33 mil ovejas hacia el norte y 3 mil, 3.500 vacas, que se engordaban en Córdoba, después iban a frigoríficos, y después a Europa. A tal punto que a ellos cada libra de inversión real, verdadera – no contando las tierras, porque las tierras se las regalamos los argentinos -, le rindió por año ₤1,30. No hay inversión tan jugosa en el mundo que te de un 130% anual más la capitalización, como este negocio cerraba no los alentaba a ser muy innovadores.

En algún momento pensaron en poner un frigorífico en General Conesa [Río Negro], después, como por lo visto, a través de la vinculación por el ferrocarril en pocas horas la vaca que ponían en Senillosa [Neuquén] o la lana que ponían en Maquinchao [Río Negro]… El ferrocarril inglés le ponía trenes especiales para el transporte de ganado, se hacía por un acuerdo inter-empresario, entonces no necesitaban poner frigoríficos. Que hubo proyectos de colonización, sí, pero quedaron cajoneados.

Por ejemplo, cuando va Pedro Bovet, que era un personaje importante vinculado a las estaciones experimentales de aquella época en que no existía el INTA pero el Ministerio de Agricultura en [Carmen de] Patagones [Buenos Aires] tenía una chacra experimental. Lo contratan para ver las posibilidades de regadío en Leleque, él hace todo un estudio minucioso de la zona y llega a la conclusión de que se podían poner un montón de chacras. Incluso saca un cálculo financiero, la utilidad que de esto podía sacar la Compañía, el aperaje de labranza mínimo que debía tener cada colono, las medidas de las fracciones. ¡Una preciosura! Bueno, está guardado todavía. Porque no cerraba ni convenía para los intereses de la Compañía.

-¿En que año se hizo ese estudio?

1920.

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