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LOS PROPIETARIOS YA NO SON PRODUCTORES POR ERIC CALCAGNO
Por Juan. M. Villa - Monday, May. 26, 2008 at 8:11 PM
juanvillacb@hotmail.com (Casilla de correo válida)

PREMISAS Y ASPECTOS PARA TENER EN CUENTA RESPECTO A LAS SOLUCIONES POSIBLES DEL CONFLICTO AGRARIO

Por Alfredo Eric Calcagno

Los propietarios ya no son productores
La mayoría son rentistas que arriendan sus campos a pooles de siembra

La fotografía que puede tomarse ahora del campo argentino tiene poco que ver con la que podían captar nuestros padres. Hace sólo 10 años, la producción de granos era de 65,3 millones de toneladas; ahora es de 97 millones de toneladas, producidas en gran parte con siembra directa, semillas transgénicas, tierras arrendadas y predominio de la soja. Como se trata de un fenómeno reciente e importante, es bueno analizarlo con algún detalle. A continuación señalaré tres rasgos de ese “nuevo campo”.

Primer rasgo: roles cambiados de propietarios, productores y rentistas.


Las categorías de propietarios, productores y rentistas se han alterado. En la actualidad, entre el 40 y el 80 % de los campos – según la zona- es trabajado por arrendatarios; ese porcentaje es insólito en la Argentina y en cualquier parte del mundo. En consecuencia, esos propietarios han dejado de ser productores y ahora son rentistas; es decir, no trabajan el campo, sino que lo arriendan, en especial a pooles de siembra.


Al mismo tiempo existió un fuerte aumento de precios de la tierra que, en áreas de la pampa húmeda, de 2500 dólares por hectárea en tiempos de la crisis de 2002 pasó ahora a cerca de 15000 dólares; así, el pequeño propietario de 200 hectáreas tiene un capital en tierras de 3 millones de dólares. La mayoría de los propietarios – incluso los pequeños- arrienda sus campos para el cultivo de la soja, que en la zona pampeana significan alrededor de 500 dólares por hectárea. De tal modo, un pequeño propietario de 200 hectáreas recauda la suma de 8300 dólares mensuales; si tuviera 1000 hectáreas, la renta sería de 41600 dólares mensuales, y todo ello no le significa ningún esfuerzo.


Se ha generado así una clase media alta o una clase alta (según la cantidad de hectáreas), que ha dejado de ser productora para transformarse en rentista. Tal vez, una de las consecuencias de este cambio sea la nueva posición de la Federación Agraria Argentina (FAA), que representa a los terratenientes pequeños o medianos. Gran parte de sus representados ya no son más productores y arriendan sus campos; entonces, la FAA ahora pelea por su renta, con una visión más feudal que moderna.

Segundo rasgo: diferencia entre beneficio empresario y renta de la tierra. Los terratenientes que son productores tienen derecho al beneficio que surge de su trabajo de organizador de la producción; pero es muy diferente la renta de la tierra, generada por la diferencia entre costos nacionales y precios internacionales. Estas circunstancias dependen de la naturaleza (tierra fértil, lluvias), de la situación internacional (demanda mundial, cosechas en otros países) y de la fijación del tipo de cambio por el gobierno; nada tienen que ver los productores agropecuarios con estos requisitos. La renta de la tierra, por su misma índole, pertenece a la comunidad nacional.


En consecuencia, los productores agrícolas tienen derecho al beneficio empresario, no a la rentabilidad extraordinaria de la tierra. El gobierno no les mete la mano en el bolsillo cuando les cobra retenciones sobre una parte de la renta extraordinaria; son ellos los que pretenden quedarse con una tajada mayor de una renta que no les corresponde.

Tercer rasgo: las retenciones y los precios de los alimentos. Las retenciones evitan el aumento de los precios de los alimentos, al desvincular los precios nacionales de los internacionales. En general, los empresarios tienen la alternativa de vender su producto en el mercado interno o exportarlo. Si el precio internacional es mayor (como ocurre con los alimentos argentinos), su primera alternativa es exportar, con lo que habrá un menor abastecimiento del mercado interno y pueden subir los precios; la segunda posibilidad consiste en vender en el mercado local al mismo precio que el externo, que es mucho más alto. En ambos casos, se desencadena un proceso inflacionario. La solución al problema consiste en que el gobierno capte la diferencia entre el precio local y el externo, de modo que sea indiferente vender aquí o exportar. Además, en el corto plazo, el paro agropecuario provocó la suba de los precios de los alimentos.


Un arreglo de fondo del problema agrario deberá tener en cuenta los tres rasgos señalados. Primero, ni en el diagnóstico ni en las soluciones deben confundirse la naturaleza ni las funciones de los productos y de los rentistas. Segundo, en el caso de los productores, hay que distinguir entre el beneficio empresario (al que tienen pleno derecho) de la renta de la tierra (que no les pertenece). Tercero, las retenciones impiden que los alimentos alcancen precios exorbitantes.

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