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Convicciones de un agitador
Por Sebastian Stampella - Cruz del Sur - Friday, Aug. 25, 2017 at 7:25 AM

Carlos Ghioldi, secretario gremial de la CTA y presidente de la Cooperativa de Trabajadores en Lucha de La Toma explicó el rol actual de este espacio de resistencia en tiempos de avanzada neoliberal y recordó sus años en Cucaño, la agrupación de arte experimental que integró en plena dictadura y cuya historia fue rescatada por una película de Mario Piazza. “Me afirmo en la convicción de que nada es definitivo, que con paciente lucha colectiva se puede salir de las peores circunstancias”, dijo.

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Sebastián Stampella | Cruz del Sur
Carlos Ghioldi es secretario gremial de la CTA y presidente de la Cooperativa de Trabajadores en Lucha con base en el Centro Cultural La Toma, en el predio del ex hipermercado Tigre de Tucumán al 1300. A sus 54 años, acumula más de 40 de militancia política (comenzó a los 14 en el PST) y 35 de labor sindical.
En esta charla que mantuvo con Cruz del Sur explicó cuál es el rol de este espacio de resistencia en tiempos de avanzada neoliberal y en qué consiste su rol de “agitador” y “militante obrero al servicio de la clase trabajadora”, tal como se define. La charla también sirvió para hablar del estreno de Acha Acha Cucaracha, la película de Mario Piazza sobre Cucaño, la agrupación de arte experimental rosarina que en plena dictadura integró Ghioldi bajo el alias de Pepitito Esquizo.
—¿En qué situación se encuentra hoy La Toma?
—En proceso de lucha permanente. Seguimos con dos leyes de expropiación sancionadas unánimemente por la Legislatura santafesina, con un poder judicial que se ha negado obstinadamente a reconocer esto y con un fondo buitre de especuladores que intentan ejecutar la sentencia de desalojo que tenemos desde 2001. Pese a la ofensiva judicial, lo concreto es que hoy las leyes dicen que este lugar –las instalaciones del ex Tigre– está al servicio de la comunidad y que es de utilidad pública. Nosotros decimos que no somos una empresa recuperada sino un establecimiento puesto en funcionamiento por sus propios trabajadores al servicio del movimiento obrero popular. Por lo tanto constituimos un espacio público no estatal sino construido desde el propio movimiento obrero. No recuperamos el lucro y la voracidad de rentabilidad a cualquier costo que caracteriza a los empresarios. Anteponemos la función social y la solidaridad con nuestra clase trabajadora, con nuestros compañeros.
—¿Y por dónde pasa la resistencia de ese espacio en un lugar tan codiciado por los especuladores inmobiliarios?
—Hoy nuestra resistencia se apoya en 35 organizaciones populares y dependencias oficiales del estado provincial y municipal, como así también de la propia UNR, que utilizan este espacio. Esa es la forma en la que los trabajadores en lucha devolvemos a la comunidad parte de la solidaridad recibida. Ante eso, estamos convencido que tenemos la obligación de compartir este lugar para luchar, para organizar, para expresar ideas, arte, para funcionar laboralmente. A su vez, tenemos la obligación de resistir hasta las últimas instancias en defensa de este lugar para impedir que se concrete el desalojo. Estamos preparados para dejar la vida en esta lucha porque no tenemos otro mandato que ese. Acá se lucha y el desalojo no pasa bajo ningún punto de vista.
—¿Y qué tanto ayuda en ese contexto el acompañamiento del municipio y la provincia al trabajo que vienen realizando desde La Toma?
—Eso sirve como un paraguas para todos los sectores populares y lo valoramos mucho. El que no entiende lo que está en juego en caso de que esta gente que hoy gobierna la Nación asuman en la provincia o el municipio no sabe ni dónde está parado. Asimismo es de destacar que el Concejo votó de manera unánime la defensa de este lugar. Aquí estuvo la diputada socialista Alicia Ciciliani presentando su proyecto de ley de reducción de la jornada laboral; el ministro Luis Contigiani vino a dar una hermosa charla junto a dirigentes de la CTA sobre la flexibilización laboral; como así también pasaron Agustín Rossi con Carlos Tomada, y Octavio Crivaro con los compañeros de PepsiCo días atrás. Pese a las diferencias que podamos tener, éste es un espacio plural, amplio y democrático, y nos encuentra con un enemigo común que agrede al pueblo.

—¿Creés que el avance de las políticas nacionales destinadas a la clase trabajadora exigirá una intensificación de esa lucha de la que hablás?
—Lo que las autoridades a nivel nacional expresan, inevitablemente nos lleva a un escenario de enormes luchas. Dicen que hay que achicar sueldos y piden a los sectores más castigados que hagan el sacrificio. Vienen la flexibilización de las relaciones laborales y la reforma del sistema previsional jubilatorio. Eso es un aviso explícito de que van a agredir política, social, y económicamente al pueblo. Estamos ante un gobierno que declaró la guerra a los sectores populares. La persecución a Milagro Sala, a lo mapuches, y el accionar de las fuerzas represivas de este gobierno está declarando una hostilidad manifiesta. El escenario va hacia más lucha inequívocamente porque está muy claro que el gobierno se prepara para eso. Los sectores populares no debemos dudar en prepararnos para defendernos. Hay que ya mismo empezar a organizar un sostenido plan de lucha contra estos ataques.
—¿Qué te provocó el rescate cinematográfico que hizo Mario Piazza de tus años en el grupo Cucaño?
—Creo que con esa hermosa película Mario reivindicó a Cucaño. El es un director de cine, fino y sensible que logró abordar la historia de aquel grupo de una manera justa, combinando la memoria y la historia con la visceralidad que teníamos. Porque muchos han analizado a Cucaño desde un ámbito académico, y lo nuestro era visceral, contestatario y artístico. Fue una etapa muy especial: éramos muy chicos y estábamos en plena dictadura. Yo desde los 14 años era militante del PST, era músico y tenía un grupo de rock. Una de las tareas del partido era organizar a jóvenes a través de recitales, revistas culturales, y ahí empieza mi ligazón a Cucaño. Fue una época en que habían encarcelado a varios compañeros del partido. (Leopoldo) Galtieri a mí no me pudo agarrar. Una de las grandes alegrías de la vida la tuve ayer, cuando se presentó la película en el Museo de la Memoria, justo en la oficina desde donde Galtieri comandaba la represión en la zona. Fue una expresión simbólica muy interesante: cómo imaginar que Cucaño iba a terminar ahí. Eso me afirma en la convicción de que nada es definitivo, que con paciente lucha colectiva se puede salir de las peores circunstancias. Si pudimos con la dictadura, hoy podremos con sus socios civiles que hoy ganaron las elecciones con globitos. Discutamos por qué el movimiento popular fue incapaz de generar una alternativa confiable. Pero lo importante hoy es organizar una lucha sistemática y consecuente, dar debate y pelea para convencer voluntades y contrarrestar el enorme aparato de propaganda que hace este gobierno.
—¿En la película de Cucaño se te presenta como “agitador”. ¿Sentís que esa es un rol que te define?
—Yo soy, ante todo, un militante al servicio de los intereses de la clase trabajadora. Soy clasista y, por ideología, soy marxista leninista trotskista. Dentro de mi militancia, como no es una militancia individual sino colectiva, cumplo un rol y una tarea, que es la de ser agitador. Hay compañeros que organizan reuniones, pintadas. Ser agitador es algo que asumo con orgullo porque es necesario alguien que explique con palabras -a uno o a miles– las ideas que consideramos que nos tienen que guiar en un momento. Hoy es indispensable convencer a los sectores populares para que defiendan sus intereses de clase trabajadora y no se dejen arrastrar por el canto de sirena que les dice que lo individual es la única salida.
23 de agosto de 2017

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