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#24M “Los maricones”, memorias de la represión a gays y trans
Por Agencia Presentes - Monday, Mar. 26, 2018 at 1:09 PM

24 de marzo de 2018 | El cineasta cordobés Daniel Tortosa cuenta por qué su documental Los maricones –que se puede ver completo acá- aborda la represión a gays y trans en la última dictadura, pero no se termina ahí. Estrenada en 2016, los testimonios recuperan voces marginadas, y alertan del retorno del punitivismo y el acoso policial a identidades sexuales disidentes.

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Por Alexis Oliva, desde Córdoba

Fotos: gentileza Los Maricones

En marzo de 2009, cuando comenzaban las reuniones organizativas de la que sería la primera Marcha del Orgullo Gay en Córdoba, un joven se acercó y le preguntó a Daniel Tortosa:

—Che, ¿cómo es eso del mito urbano de la detención de los homosexuales?

“Pensé: ‘Esto es un error de mi generación, porque si nosotros no contamos los que nos pasó, sí va a quedar como un mito urbano’”, dice en la entrevista con Presentes el realizador audiovisual y docente en la Escuela de Cine de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Córdoba.

Doble moral cordobesa

Desde su estreno el 29 de mayo de 2016 –aniversario del Cordobazo en 1969-, Los maricones ha participado en los festivales internacionales Asterisco (Buenos Aires), Llamale H (Montevideo, Uruguay), Luces, cámara, acción! (La Paz, Bolivia), en el Festival de Cine Social Invicines (Córdoba) y en la Muestra de Documentalistas DOCA (Buenos Aires). Se exhibe en el Centro Cultural Córdoba, en el espacio INCAA de Villa María y en una veintena de proyecciones y debates en ámbitos académicos. Recibió la Mención Especial en el Festival Asterisco y el premio al Mejor Cortometraje Documental en el 9º Certamen Internacional de Cortometrajes Roberto Di Chiara (Florencio Varela, Buenos Aires, 2017).

-¿Qué hizo nacer esta película?

-La experiencia personal mía y el camino de la militancia. Fue visibilizar este tema y no dejar que quede en el olvido: las detenciones a los homosexuales que hacía la Policía, que fueron desde los años 30 hasta el 2000. Había un edicto, el 2º H, que permitía detener a homosexuales hasta treinta días si eran encontrados en la vía pública ofreciendo cuestiones sexuales, o con algún menor, o en reunión, etcétera. Eso abrió la puerta para que la policía tuviera una actitud extorsiva, de chantaje, con los homosexuales.

-¿Qué viviste durante tu detención?

-Ahí donde estuvimos se escuchaba cómo torturaban gente. En la celda había un tipo completamente desfigurado. A mí no me torturaron, pero me tuvieron despierto casi los dos días que estuve ahí. Era una situación muy dura, en la celda, en el patio… Te sacaban, te preguntaban, te volvían a meter, te volvían a preguntar, dónde hacían las fiestas, a quién conocías… Era una cosa totalmente reiterativa.

-Desde 1930 hasta el 2000 pasaron dictaduras y democracias. ¿Cómo varió esa persecución?

-No varió, fue siempre. Cuando fue más terrible sobre el colectivo trans, según los testimonios, fue tras la vuelta a la democracia, en los años 80 y 90. Mi idea es que se debió a la aparición del sida, que despertó terrores y acrecentó la discriminación y el estigma.

-¿La persecución y la saña contra gays y trans eran tolerados por la sociedad de Córdoba?

-Sí, yo crecí en eso y era la norma. Estaba naturalizado. Si vos eras puto visible y querías ir a las reuniones y yirar en la calle, estaba ahí la policía que te metía en cana. Era parte del juego. Si no, tenías que vivir encerrado en tu casa. El que salía, tarde o temprano terminaba en un calabozo. Y en Córdoba hay una doble vida, doble moral y doble discurso. Anoche estuvimos de joda bárbara y hoy a la mañana vamos a misa, y si me ves por la calle no me saludés. Es el peso de la Iglesia. En Buenos Aires no se notaba tanto eso. Supongo que pasaba igual, pero no se notaba tanto.

De la peatonal al calabozo 

Tortosa acudió al Archivo Provincial de la Memoria (APM) para ofrecer el testimonio de su detención en 1980. Entonces allí funcionaba el Departamento de Informaciones (D2) de la Policía de la Provincia de Córdoba, en plena dictadura cívico-militar. Allí lo entrevistó Natalia Magrin. En la primera escena de Los maricones, Natalia camina con él por la calle San Martín, hacia el Cabildo Histórico de Córdoba.

—¿Qué fue, Dani, lo que te hizo dar este paso para hacer esto ahora? –le pregunta ella.

—Todo lo que está pasando. Me interesa que se sepa, las generaciones tienen que saber. (…) Estábamos con dos amigos más, parados, boludeando y hablando. Ahí aparecen dos tipos con los lentes negros, traje, saco, se nos acercan. “¿Qué están haciendo ustedes?”. Nos muestran el arma.

—¿Qué estaban haciendo acá?

—Estábamos yirando, estábamos de levante. Este era el lugar de encuentro de los homosexuales. Acá te encontrabas, te veías, te levantabas, te gustabas, te guiñabas el ojo, te ibas a tomar un café.

Daniel y Natalia caminan por la recova del Cabildo y doblan por el Pasaje Santa Catalina rumbo al ex D2. Él continúa su relato:

—Y estos canas acá se saludan con otro. “Ah ja ja. Mirá, acá traen a los maricones estos”.

El infierno y las campanas

En febrero de 1974, el “Navarrazo” –golpe policial encabezado por Antonio Domingo Navarro– derrocó al gobierno democrático de Ricardo Obregón Cano en Córdoba. Desde entonces, el D2 fue epicentro del espionaje, persecución y represión de toda forma de militancia, con su Brigada de Investigaciones desglosada en los grupos “Calle”, “Fábrica” y “Facultad”.

Tras el golpe del 24 de marzo del 76, se convirtió en un centro clandestino de detención. Funcionó bajo las directivas del Tercer Cuerpo de Ejército y el recientemente fallecido ex general Luciano Benjamín Menéndez. Era la primera estación del circuito represivo cordobés.

El lugar oscuro, sórdido y de arquitectura intrincada acentuaba el clima opresivo y la violencia que se ejercía sobre prisioneros incomunicados, maniatados, encapuchados y sometidos al hambre, la sed, el frío y la prohibición de dormir. Allí se cometieron crímenes de lesa humanidad que recién se juzgarían diez años después de iniciado el siglo XXI: allanamientos y detenciones ilegales; torturas con brutales golpizas, picana eléctrica, mojarrita y submarino seco; reducción a servidumbre y homicidios alevosos. Las agresiones sexuales, sobre todo a mujeres pero también a hombres, eran parte de la rutina en ese infierno musicalizado por las campanas de la vecina Catedral.

Esas campanas que jamás olvidarán quienes pasaron por ahí siguen sonando y Tortosa no las quiso dejar afuera de la banda sonora de su película. “Qué ingenuo… Yo pensaba: Si grito, me van a escuchar los curas y me van a venir a rescatar, porque son buenos”, recuerda en esa primera escena.

Marginadxs de la memoria

Al momento del rodaje, la psicóloga Natalia Magrin trabajaba en el área de Historia Oral y Audiovisual del APM, en cuyo Archivo de Historia Oral se había creado la colección temática Diversidad Sexual y Terrorismo de Estado.

“¿Por qué las detenciones, abusos y torturas dentro de comisarías y cárceles durante el terrorismo de Estado a hombres, mujeres, transexuales, travestis y trabajadorxs sexuales, en torno al significante ‘homosexual’, no formaron parte de las denuncias públicas sobre la violencia material y simbólica del poder represor? ¿Por qué no integraron el repertorio de memorias del movimiento de derechos humanos? ¿Qué condiciones de producción hubo para el silencio y la indiferencia?”, eran algunos de los interrogantes que guiaban su investigación.

En ese contexto, Magrin destaca que “el encuentro con Daniel Tortosa y quienes forman parte de Los maricones fue una experiencia de encuentro con testimonios, historias de vida, relatos que han quedado históricamente al margen de los trabajos de memorias. Esa experiencia nos permitió bordear algunas de esas preguntas, producir sentidos sobre la violencia sistemática a homosexuales, travestis, lesbianas, transexuales, transgéneros, durante el terrorismo de Estado y su continuidad en democracia. Los maricones es una de las primeras producciones en torno a la violencia las fuerzas represivas del Estado sobre lxs sujetxs del colectivo LGTB”.

La profecía cumplida

La locación elegida para las entrevistas documentales es el espacio frente a los calabozos del ex D2, con sus puertas metálicas pintadas de un verde militar ya descascarado. Ahí se despliega el relato en carne propia: razzias, golpizas, violaciones y una amplia gama de vejaciones, burlas y humillaciones. Y asesinatos, como el de la travesti Vanessa Lorena Ledesma, detenida el 11 de febrero de 2000 y muerta en la cárcel cinco días después.

“En el momento de la tragedia de Vanesa, yo pensé: ‘No tengo que pasarla yo también’ –dice Vanessa Piedrabuena–. Se me cruzó eso por la cabeza: ‘La próxima soy yo y no tengo que permitirlo’”. Así se animó a fotografiar el cuerpo de su amiga con “los hematomas, las marcas, todo lo que tenía… el hundimiento de cráneo”, evidencia con la que apuntaló la denuncia en Amnistía Internacional acompañada por la Comunidad Homosexual Argentina (CHA).

[“La lucha LGBTI también se inscribe en Memoria, Verdad y Justicia”]

“Yo soy muy respetuosa de nuestros tacos gastados, de mis ancianas, nuestras señoras trans. Nosotras también tenemos desaparecidas. Que no haya registro de su existencia no quiere decir que su sangre no esté clamando justicia, porque si para un estudiante no había forma de detectarlos a dónde estaban, imaginate para una chica trans, que éramos la escoria de la sociedad”, reflexiona Agostina Quiroga.

También hay una premonición, enunciada en 2013 cuando se filmaron las entrevistas. Eugenio Cesano, militante de la CHA y presidente de la Asociación Contra la Discriminación Homosexual (Acodho) en la década del 90, advierte: “La presión policial, ahora porque está bastante cuestionada, posiblemente caiga un poco. Pero es cuestión de tiempo, se levanta de nuevo y vuelve a ser lo mismo. Porque es una institución, una estructura que está preparada para hacer esto y de esto es como que vive, de esto se nutre. Y la sociedad parece que está pidiendo esto”.

“Y se terminó cumpliendo –asume hoy Cesano, con una sonrisa amarga–. Había un derechazo mundial que se venía preparando y se veía venir. Es algo que vuelve a empezar. La lucha por los derechos humanos es permanente y hay que estar siempre alerta. Al poder le jode que ciertas personas que ellos consideran inferiores tengan derechos. Esto se agravó. La policía tiene cada vez más poder y está matando. La oligarquía mata por placer. Por eso esta película es una ayuda memoria y una fuente inagotable de experiencia”.

Para Magrín, Los Maricones “es, en este presente, un acto de resistencia. Una sacudida de los márgenes, una operación estética, política y narrativa que corre el velo, exhibe la performatividad discursiva y los espacios liminares de las memorias, al tiempo que nos interpela sobre las continuidades de tales mecanismos y dispositivos bio-políticos de control y violencia. Es un acto, un tratamiento ético y político de nuestras memorias y su dignidad como brújula para pensar y disputar el porvenir”.

Sobre el final de la película, Nadiha Molina dice: “Me empoderé demasiado con información y eso fue un gran obstáculo que ellos tuvieron para no seguir ejerciendo esa violencia sin límites que tenían contra el colectivo”.

—¿La educación transforma? –le pregunta el director.

—Sí, totalmente.

Para ver la película completa: https://www.youtube.com/watch?v=L0kl1JCnDGY&feature=youtu.be

 
Trailer: https://www.youtube.com/watch?v=vgvIsfPs82Y&sns=fb
Facebook: https://www.facebook.com/Los-Maricones-227760710926717/

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