Julio López
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Jueves 18 de Novimebre de 2004
La tierra esta comenzando a arder

Las pérdidas económicas del invierno del año 2000, causadas por un intenso frío acompañado de nieve en China y Mongolia, fueron de 28 millones de dólares. En el otro extremo, la Europa Meridional conoció un verano tórrido. Algo esta pasando con el clima y es posible que en las próximas décadas se vuelve todavía más loco.

El clima sobre el planeta está variando sin un patrón aparente. La temperatura en el globo aumenta de manera constante. Si continúa esta tendencia, dentro de aproximadamente unos 70 años, aumentará un promedio de dos grados. El punto clave es que el calentamiento observado desde hace 50 años se atribuye preferentemente a las actividades humanas. Esta, mediante el uso de combustibles fósiles, tiende a aumentar la concentración de dióxido de carbono y otros gases en la atmósfera. Como consecuencia, ésta atrapa una mayor cantidad de energía calórica, elevando el promedio de la temperatura del planeta.

Este calentamiento provocaría una actividad más importante en los sistemas meteorológicos del planeta, aumentando la evaporación del agua hasta un 15% anual, provocando tormentas bastante más violentas a las que estamos acostumbrados, en muchas partes del mundo, cuyas aguas no podrán se absorbidas por las tierras, se produciría el desbordamientos de los ríos, se inundarían planicies enteras y se incrementaría la erosión de los suelos. Por otro lado, diferentes partes del planeta sufrirían sequías de gran intensidad. Algunas consecuencias a nivel mundial serán:

* Emperorará en algunas partes de África la desertificación, como respuesta a la escasez de lluvias y suelos húmedos.
* Disminuirá en muchos países asiáticos la producción agrícola y, por extensión, la seguridad alimentaría.
* Menguará en Australia y Nueva Zelanda la barrera de coral y sus habitantes tendrán problemas con el agua.
* Posibilidad de inundaciones en Europa. En Sudamérica, las inundaciones y sequías serán frecuentes.

Todas estas bruscas transformaciones repercutirían directamente sobre los seres vivos de las zonas afectadas, provocando la migración de muchos de ellos hacia otras regiones, sin garantía de su adaptación al nuevo nicho ecológico. Otras especies resultarían eliminadas, amenazando la vida de sus predadores directos, al constituir su dieta prioritario o exclusiva.

A pesar de los futuros problemas, las conferencias mundiales de Rio 92 (Cumbre de la Tierra) y Berlín 95 (Cambio Climático) no pudieron comprometer a los países industrializados a reducir sus producciones de gases contaminantes. Sin embargo, la reunión más importante fue la de Kyoto 97, que reunió a representantes de 170 países, y que fijo en un 5,2 por ciento la reducción de las emisiones de los seis gases de efecto invernadero de origen humano –dióxido de carbono, metano, óxido nitroso, perfluorcarbonos o PFC, óxido nitroso, hidrofluorocarbonos o HCF y hexafloruro de azufre- en los países desarrollados entre 2008 y 2012. Los miembros de la Unión Europea se comprometieron a aplicar el acuerdo, mientras que Estados Unidos, que con el 6% de la población mundial lanza a la atmósfera el 20% de las emisiones de dióxido de carbono, decidió dar vuelta la cara al mundo y no ratificarlo.

En las grandes ciudades el problema se incrementa con el “efecto urbano”, que nada tiene que ver con el calentamiento global, sino que produce microclimas propios de cada ciudad.

En Argentina, con su inmensa variedad de suelos y climas, no se queda afuera de estas proyecciones climáticas. Al parecer, aquí los cambios serán cada vez más crecientes y tendrán un fuerte impacto económico y social. La Pampa Húmeda y la región mesopotámica padecerán más inundaciones, con el consiguiente perjuicio en la producción de cultivos. En el Cuyo y el Noroeste aumentará la aridez y la Patagonia sufrirá el retroceso de glaciares aunque podrá ahorrar en calefacción: sus inviernos ya no serán tan rigurosos. Así, generalizando, gran parte de nuestro territorio tendrá inviernos más templados, veranos más sofocantes y una Ciudad Autónoma de Buenos Aires casi, casi tropical. Con lluvias breves e intensas, seguramente los pulóveres de lana gruesa y las camperas más abrigadas pasarán definitivamente a cuarteles de invierno.

Se espera un aumento de las temperaturas estivales de 1 a 1.5 grados centígrados en el norte y centro del país, de 2 a 3 grados centígrados en el sur y de 4 grados centígrados en la Patagonia. En cuanto a las precipitaciones, se cree que aumentarán en la Mesopotamía y en la Región Pampeana (de 100 a 150 mm) y en el Sur Patagónico de (50 a 75 mm); un descenso hacia el oeste y casi nulo al pie de la montaña debido a que la influencia del océano no llega a esa región. La actividad agrícola sufrirá cambios: las estimaciones otorgan un aumento del cien por ciento en la productividad de algodón y leguminosas, aun cuando el incremento de la polución, la disminución de ozono y la radiación ultravioleta tuviera un impacto negativo sobre los cultivos importantes, como el trigo, la cebada y el maíz.

Casi nadie lo dice explícitamente pero las sociedades humanas se desarrollan suponiendo que convivirán con un cierto clima. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires se fundó en un sitio que era mucho más frío y seco de lo que es hoy. A lo largo del siglo XX creció enormemente la cantidad de lluvias y se espera que siga aumentando. Las obras hechas para un cierto nivel de pluviosidad quedaron chicas y nadie esta seguro de que las obras en marcha contemplen que mañana va a llover todavía más que hoy. Tenemos que revisar de qué manera toda la infraestructura urbana existente está en condiciones de funcionar con un clima diferente de aquel para el que fue proyectada. Y contemplarlo en los nuevos proyectos.

Los cambios más notables podrían producirse hacia los 60 N y 60 S, con una vegetación notablemente diferente en el norte de Canadá, América del Sur, África y Australia. La ausencia de hielos marinos permanentes en el océano Artico y la degradación significativa de la glaciación en el Antártico, responde a las incógnitas acerca del derretimiento de los polos. Si bien son sólo teorías que el tiempo irá develando, ¿Qué se puede hacer para mitigar los efectos de este cambio ambiental global? Primero, planificar y esperar a que los países que más contaminan piensen en el futuro, y se comprometan a emitir menos cantidad de gases contaminantes. Y para quienes no pueden sentarse en una mesa de negociaciones internacionales: ahorrar agua y energía. Y cruzar los dedos.

Informe de Cristian Frers Técnico Superior en Gestión Ambiental y Técnico Superior en Comunicación Social.




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