Hasta el 5 de febrero de este 2005, Pedro Domínguez y Norma Guernica de Domínguez, eran dos personas como cualquiera. Pero la mañana de ese día, su historia cambió para siempre. Un patrullero arribó a su casa de Berisso y trajo la peor noticia de sus vidas: su hijo, Chrístian Agustín Domínguez, se había suicidado en una celda de la comisaría 1era. de Berisso, donde se hallaba detenido desde la madrugada anterior.

La angustia que sentían, no podía nublar la idea fija que se instaló en sus mentes a partir de ese momento: Chrístian no se mató. Tenía razones demasiado fuertes para seguir en este mundo como para abandonar todo en un sucio calabozo policial. Esas razones se llamaban y se llaman, Gabriela Calderaro, su mujer, y Martina Aylén Domínguez, su pequeña hija de 2 años. Además, por supuesto del amor de sus padres y amigos.

Chrístian era un pibe de barrio que se dedicaba al oficio de cocinero y que, siempre que podía, colaboraba con los emprendimientos de su gente y daba una mano para los más necesitados de la zona de Puente Roma. Este 23 de marzo hubiera cumplido 31 años y, aunque no andaba muy bien anímicamente a raíz de la falta de trabajo, nada hacía suponer el fatal desenlace que tendría su corta existencia. Estaba haciendo terapia, y su propio médico porfía que no es posible el que halla tomado semejante decisión. Lamentablemente, por el momento, las certezas del corazón naufragan en un mar de dudas a la hora de encontrar las pruebas que acrediten tal creencia y ayuden a dirigir los hilos de la investigación hacia un terreno tan común como siniestro: la responsabilidad de la policía bonaerense. Aunque razones, no faltan…

entrevista a los padres de Chrístian