El asesinato de Diego Peralta se suma a la larga lista de "crímenes comunes" con la que los medios masivos de información nos bombardean, presentando como una plaga o desastre natural la "ola de violencia" y la inseguridad que se extiende por todo el país junto a la crisis social.

La respuesta del Estado frente a la indigencia y el hambre es más violencia y más represión, incrementado los presupuestos de la "fuerzas de seguridad" y enviando a la policía militar (gendarmería y prefectura) a controlar la circulación de bienes y personas en todas las rutas y trenes del Gran Buenos Aires. El régimen sólo atina a sostenerse a través del miedo y de la manipulación.

Pero en El Jagüel las cosas se pusieron peores, y nuevamente la realidad desbordó los estrechos márgenes del discurso hegemónico de los medios de comunicación. En ese pueblo que orilla la gran ciudad, se descubrió que los asesinos que acribillaron a Diego Peralta, antes de cobrar por rescate todos los bienes de su familia (5000 dólares), son probablemente los mismos uniformados que investigaban su desaparición. Los policías asesinos (detenidos por otro secuestro extorsivo que también auto-investigaban) pertenecen a la comisaría de El Jagüel, la misma que durante febrero protegió y luego dejó escapar a Jorge Bogado, asesino del piquetero Javier Barrionuevo, un ex-policía vinculado con el intendente del PJ Alberto Gropi, quien desde la época de la dictadura viene administrando los negocios de la zona.

En el Jagüel todos saben que desde hace tres años, cuando se inauguró la nueva comisaría (en la que casualmente se encierra a los policías delincuentes), el delito creció y se ramificó. Ahora el mercado de la droga, que se vende a seis cuadras de la comisaría, tiene custodia uniformada y los comerciantes que capean la crisis deben pagar un impuesto mafioso llamado coima, so pena de amenazas y aprietes a mano armada.

Contra la imagen de Diego tirado en una zanja, contra los golpes y las coimas, contra la mafia de los punteros del PJ y sus manzaneras, contra todo el hambre y toda la miseria, el pueblo de El Jagüel logró salir de la sección "policiales" a la que lo condenaba la cobertura mediática para escribir un capítulo nuevo en la historia política reciente de este país: el día que un pueblo se rebeló contra la injusticia infinita.

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