A los 92 años, León Ferrari, partió de este mundo. Para muchos fue un provocador una forma políticamente correcta para decir revolucionario. Supo como nadie utilizar el arte como critica a la sociedad occidental y cristiana plagada de genocidios, guerras y muerte. Fue la memoria latente y un militante social. Fue exiliado político y un luchador por los derechos humanos. Fue padre de Ariel, desaparecido en febrero de 1977 que se cree fue asesinado en un presunto enfrentamiento con fuerzas represivas comandadas por Alfredo Astiz.

En una retrospectiva de su obra -que abarcó 50 años- en el Centro Cultural Recoleta, provocó que grupos religiosos realizaran marchas, protestas, incluso la rotura de obras.

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