Son muchos años. Veinte. Treinta. Cuarenta. Sin inversiones desde el Estado ni, luego, desde las empresas concesionarias. Brutalmente subsidiadas para no pagar –nadie- el costo político e inflacionario de un salto tarifario. Sin obras ni inversiones. Con entes de control que se han comportado históricamente como gerentes de las empresas. Y han dejado a la gente sola, de toda soledad. A la buena de quién sabe. Esperando, siempre. Que vuelva la luz, que vuelva el agua. Que vuelva la vida buena, aunque sea por cinco minutos. La espera, según Pierre Bordieu, “implica sumisión”. Es una forma de “experimentar los efectos del poder”. Ellos están condenados a la espera. No a la esperanza. La luz y la violencia sistémica Por Agencia de Noticias Pelota de Trapo Más información en Sección Nacionales |