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Los indios Tobas en Rosario, Argentina: nuevos pobres urbanos
Por Luis César Bou - Tuesday, Apr. 22, 2003 at 4:15 PM

Artículo extraído de rebelion.org, publicado originariamente en inglés en "Development in practice", Volumen 10, número 1, Oxfam (Oxford, Gran Bretaña), febrero del 2000.

Situación original

Los "tobas" pertenecen a un gran grupo de pueblos indígenas denominados "guaycurúes". Originalmente habitaban una extensa región del Norte argentino: la zona conocida como "Chaco", término que en lengua aymará quiere decir "lugar de cacería". Además de la provincia que lleva ese nombre, la región chaqueña abarca total o parcialmente otras cuatro provincias argentinas (Santa Fe, Santiago del Estero, Salta y Formosa), y se extiende hacia el vecino Paraguay. En los orígenes, el Chaco estaba cubierto por inmensos bosques de especies vegetales muy valiosas, como el "quebracho". Los tobas eran un grupo nómade, que como tal vivía de la caza, la pesca y la recolección; si bien, por irradiación desde la región andina, habían adoptado algunos elementos culturales más avanzados, tales como la cerámica, el tejido con fibras vegetales y la cestería. (1)

A partir de 1880 comenzó la ocupación sistemática de los territorios indígenas por parte del Gobierno Nacional. En el Chaco esta campaña se extendió hasta 1919, año en que se produjo el último gran enfrentamiento entre grupos guaycurúes y el ejército. Los fusiles a repetición y, sobre todo, el alcohol diezmaron a los indígenas. Sus territorios ancestrales de caza se convirtieron en inmensos latifundios dedicados, en primer término, a la explotación maderera.

Una sola empresa, con directorio en Londres, "La Forestal", llegó a acaparar más de dos millones de hectáreas sólo en una provincia de la región chaqueña. (2) La producción de tanino o extracto de quebracho, durmientes para loa ferrocarriles y postes para cercos, convirtió en pocas décadas el inmenso bosque en un inmenso páramo. Un árbol de quebracho tarda cien años en crecer, y a. nadie le interesaba esperar tanto tiempo... Con grandes dificultades, los tobas se adaptaron a una nueva situación mucho más opresiva. Muy pocos trabajaron en la industria maderera: en su cosmovisión los árboles de quebracho eran sagrados, y gran parte de sus discordias con el blanco tuvieren en su origen la depredación del bosque. Pudieron continuar pescando en el río Bermejito, que atraviesa la región de la provincia del Chaco en donde se asentaron en su mayoría. Eventualmente, podían vender sus artesanías, pero no es mucho el turismo en esa región que pueda comprarlas; y también realizar tareas rurales o domésticas, en el caso de las mujeres, al servicio de los colonizadores blancos. Pero, sobre todo, fue a partir de la orientación de la región chaqueña hacia la producción algodonera, cuando tuvieron mejores posibilidades de subsistencia. Una vez al año participaban masivamente en la cosecha de algodón, lo que les permitía hacerse con una buena suma de dinero en efectivo. Administrado por las mujeres, ese dinero podía alcanzar para cubrir las necesidades más imperiosas, hasta la próxima cosecha.

El problema serio será cuando, en principio por causas climáticas, la cosecha fracase. La provincia del Chaco es una de las más pobres de la región, los recursos para la asistencia social son escasos. Y, aún cuando no lo fueran, difícilmente se asignarían a comunidades indígenas. De forma tal que la sequía, el exceso de lluvias, o cualquier causa que disminuyera la producción de algodón tenía efectos irreparables en la vida de estas comunidades. Al no haber alternativas económicas, la única posibilidad era la emigración. Y la emigración sólo podía ser hacia el Sur, hacia las regiones más ricas y desarrolladas de la "Pampa Húmeda". Estas emigraciones, periódicas y limitadas, cobraron una agudeza inusual a partir de 1982, cuando el Chaco fue afectado por inundaciones sin precedentes. A. la clase política que gobierna el Chaco no le interesa asistir a los tobas ni brindarles posibilidades de desarrollo autónomo. La única posibilidad de supervivencia en el Chaco pasa por la agricultura, y esto implica conceder tierras a los indios: el mayor de los disparates en la mente de los terratenientes. El problema indio se resolvió de una manera mucho más simple y económica: pagándoles el pasaje a todos los que quisieran irse hacia el Sur.

La situación, ya crítica, de los indios chaqueños sufrió un deterioro terminal en los años 90: En primer lugar, el avance de las roturaciones hizo que se los expulse de mucha de la poca tierra de que aún disponían. En segundo lugar, y mucho más importante, la difusión del uso de cosechadoras mecánicas los hizo totalmente prescindibles para la agricultura.

Durante mucho tiempo no fue rentable para los terratenientes el uso de cosechadoras mecánicas. Las que existían, además de ser mucho más caras que la mano de obra india, no eran apropiadas para las variedades de algodón que se cultivan en el Chaco. Las políticas neoliberales aplicadas a la economía y la integración del Mercosur posibilitaron la importación de maquinarias y de tecnología, desde Brasil, a muy bajo precio. Para mediados de la década toda la recolección estuvo mecanizada.

Para las comunidades indígenas esto significó el Holocausto. Sería una tarea interminable la de describir todas las violencias, atropellos y engaños que utilizaron los terratenientes que gobiernan el Chaco a fin de "sacarse de encima" a los indios, cuyas tierras usurpaban y que hasta entonces los habían enriquecido. Todo esto, por supuesto, justificado ideológicamente en el más crudo e inconfesado racismo.

Pero si a la violencia lisa y llana siempre se puede oponer algún tipo de resistencia (y los indios llevan muchos siglos resistiendo), es muy difícil resistir el hambre. Y es más difícil aún que los hambrientos puedan, por sí solos, salir del marasmo. Las comunidades indígenas fueron cercadas por el hambre, y la única salida que se les ofreció fue la de la emigración. Si algún día llega a escribirse la historia de los indios del Chaco, los años que van de 1990 a 1995 serán llamados los del "Gran Exodo" hacia el Sur.

A pié, en ómnibus, en camiones, en trenes de carga, y también en vagones para ganado, arrendados a tal efecto por los gobernantes chaqueños, llegaron los indios a las grandes ciudades del Sur. Del Chaco pudieron traer solamente la tuberculosis crónica, la desnutrición de los niños, la escabiosis, el dengue y otros bienes por el estilo.


En Rosario

El hecho de que los tobas eligieran a la ciudad de Rosario, como uno de los principales lugares de asentamiento, se debe principalmente a dos razones: En principio, se trata de la gran ciudad más cercana a la región chaqueña, y posee una estructura social lo suficientemente abierta como para no rechazar frontalmente a los recién llegados. En otros pueblos y ciudades no se les permitió asentarse o, directamente, se los expulsó embarcándolos de nuevo hacia el Chaco. En Rosario, donde el 100% de la población desciende de inmigrantes de diversos orígenes, llegados en épocas relativamente recientes, los tobas no serán bien recibidos pero tampoco son expulsados. Por otra parte, existía ya un antecedente de población toba asentada aquí desde bastante antes. En las décadas del 50 y 60 un núcleo importante de indios chaqueños llegó a Rosario atraído por la prosperidad industrial que la ciudad tenía en ese entonces. Se ubicaron en el barrio "San Francisquito", en los márgenes de la ciudad. Si bien este grupo logró en gran medida integrarse al resto de la población, no por eso perdió su identidad étnica, ni su relación con el lugar de origen. Como es sabido, los lazos de parentesco son muy firmes entre las poblaciones indias. Esto se debe a que originariamente, en las sociedades aborígenes sin estado, todo el sistema político de control social y de redistribución económica tenía como base la estructura parental. Las redes familiares entre los tobas de Rosario y los del Chaco permanecieron vigentes y, en los momentos de catástrofe económica, actuaron como redes de solidaridad social elemental. Los recién llegados pudieron así contar con un mínimo de ayuda de parte de los afincados en Rosario 30 o 40 años antes.

Cuando, a partir de 1982, y como consecuencia de la depredación de los bosques, se inicia un período de grandes inundaciones en el Chaco, los tobas llegaron masivamente a Rosario. No lo hicieron en busca de trabajo ni para una instalación permanente, sino simplemente en busca del refugio y la asistencia que en su lugar de origen se les negaba. Muchos retornaron al Chaco cuando mejoraron las condiciones climáticas. Otros se quedaron, ubicándose en terrenos baldíos de la ciudad. En el barrio "Empalme Graneros", uno de los más pobres, se instaló el núcleo principal. En Rosario, los tobas pudieron acceder a algún grado de asistencia médica en los hospitales públicos; sus hijos pudieron obtener una comida diaria en los comedores escolares; y también pudieron acceder a alguna ración de comida otorgada por el gobierno municipal. Más que asistencia social esto es una miserable limosna, pero es mucho más de lo que estaban acostumbrados a recibir en el Chaco. De forma tal que el acceso a estos "bienes" favoreció su instalación permanente en el lugar.

Como consecuencia de todo lo anterior, Rosario resultó ser uno de los lugares preferidos para la nueva radicación, luego del Gran Exodo de los años 90. la difusión de la mecanización agrícola en el Chaco hizo que, en muy poco tiempo, surgieran en Rosario grandes campamentos de refugiados. Es difícil estimar el número exacto de tobas que llegaron en total, ya que muchos se separaron de sus comunidades y optaron por vías individuales para la subsistencia. En estos casos es frecuente que se niegue la propia condición de indios, como si se tratara de un estigma vergonzoso. Como fuere, podemos estimar en por lo menos 10.000 los tobas que, viviendo en comunidad, hoy están radicados en Rosario. Número significativo en una ciudad de algo más de un millón de habitantes.

Estrategias de supervivencia en el nuevo hábitat

En las décadas del 80 y del 90, Rosario está bien lejos de ser el gran centro industrial y comercial de veinte años antes. Las políticas neoliberales y conservadoras, vigentes en Argentina desde hace tanto tiempo, han transformado a esta ciudad en algo muy distinto. Las poco confiables estadísticas oficiales nos dan casi un 24% de desocupados. Si a ello agregamos un número similar de subocupados y trabajadores temporarios, la consecuencia es que al menos un 50% de la población tiene grandes dificultades a la hora de satisfacer sus necesidades Más elementales. En este contexto, los indios recién llegados no tuvieron muchas alternativas económicas disponibles. Los primeros en llegar recurrieron en alguna medida a la mendicidad. El hecho de haber emigrado como consecuencia de las inundaciones favoreció su acceso a cierto grado de simpatía y solidaridad por parte del resto de la población. Pero esto duró lo que duró el fenómeno meteorológico, y los recién llegados, si querían permanecer, se vieron obligados a buscar nuevas alternativas. Es de notar que solamente algunas mujeres terminaron en una mendicidad crónica, y siempre es el caso de individuos sin demasiada relación con el grueso de la comunidad. Los niños, esporádicamente, también pueden mendigar, pero los adultos tienen demasiado orgullo como para pedir nada.

Otro recurso de subsistencia fue y es la venta de artesanías: cerámica, cestería y algunos textiles. En Rosario, los tobas van a tener para estos productos un mercado mucho mayor que el que tenían en el Chaco. Pero, este recurso tiene varias limitaciones: En primer lugar, las artesanías indígenas han sido despreciadas durante siglos por los dominadores blancos del Chaco, lo cual ha tenido como consecuencia la infravaloración de este recurso por parte de los propios indios. A su vez, esto produjo una gran limitación en cuanto a la variedad y calidad estética de la producción, lo que contribuye a que el nuevo mercado no pueda ser tampoco muy amplio. En segundo lugar, está el tema de que no siempre pueden los indios vender directamente su producción. Las mejores piezas suelen caer en manos de intermediarios, entre los cuales lamentablemente hay que contar a algunos asistentes sociales y etnógrafos, que se quedan con la parte más sustancial del negocio.

En el largo plazo, el recurso fundamental terminó siendo la basura. Por un lado, en los desechos domiciliarios los tobas van a encontrar sobras y restos de alimentos que a veces se convierten en la principal comida diaria. Todas las noches puede verse el triste espectáculo de familias enteras que recorren el centro de la ciudad, comiendo allí donde encuentran restos de comida. Por otro lado, la basura también los va a proveer de vestimenta, calzado y de un ingreso monetario regular. En efecto, los cartones y envases de vidrio y aluminio, recolectados pacientemente y vendidos a precio vil para su reciclado, posibilitan un aporte económico que reemplaza al que antiguamente proveía la cosecha de algodón. El problema aquí, además de la explotación de los revendedores, va a estar en la dura competencia en torno a la apropiación de la basura. El empobrecimiento de los últimos años ha hecho que la basura sea para muchos un objeto precioso. En torno a ella han surgido "mafias" que se disputan feroz mente su recolección y comercialización. Los tobas, con su carácter pacífico y resignado, llevan las de perder en esta lucha, frecuentemente deben conformarse con los residuos menos "ricos" y aprovechables.

La asistencia social para este grupo

La asistencia social en Argentina ha estado siempre ligada a favores políticos. Más que a prevenir problemas sociales, el interés ha estado centrado siempre en paliarlos mucho después de que se producen. Prevenir un problema otorga muy poco rédito político. En cambio, distribuir paliativos y limosnas puede generar una clientela electoral que sume muchos votos. De esta forma, es muy poco lo que los tobas pueden obtener, a nivel oficial, como iniciativas para un desarrollo autónomo. Además, muchos de ellos no votan, sea por estar indocumentados o por tener su domicilio legal en otra provincia. Al no votar, no revisten importancia tampoco a la hora de distribuir las limosnas.

Otra cuestión que dificulta a los tobas el acceso a la asistencia social es la incomprensión religiosa. En efecto, la Iglesia Católica, y sus organismos colaterales, es en Argentina el principal organismo de asistencia social. Pero esa asistencia, tampoco muy abundante y también dirigida a crear un clientelismo, es fundamentalmente para los fieles católicos, y los tobas en su mayoría no son católicos. Los intentos de catequizar a los indios guaycurúes fracasaron miserablemente ya en la época colonial: el ritual católico de la misa era fácilmente asociado a la antropofagia, practicada por los vecinos guaraníes y objeto de un fuerte tabú para los indios del Chaco. Ya en el siglo XX, las iglesias evangelistas pentecostales hicieron su prédica entre los tobas: el éxito fue rotundo. El mensaje milenarista de los pentecostales encuentra muy buena acogida entre los marginados.(3) Además, las iglesias pentecostales toleran un mayor grado de sincretismo con las creencias tradicionales. Esto alejó definitivamente a los tobas de la Iglesia católica, y los aproximó a una actitud pasiva y contemplativa ante la realidad: las injusticias y la miseria son reconocidas y criticadas, pero su solución, que no está al alcance de loe hombres, recién podrá producirse luego de un cambio apocalíptico.

Recientemente, y en forma individual, algunos fieles católicos liderados por una monja franciscana, se han acercado a los tobas para realizar entre ellos una asistencia social primaria. Esto marca un cambio de actitud por parte de algunos sectores de la Iglesia Católica. Pero, en lo institucional, les diferencias religiosas siguen trabando y dificultando la asistencia social a los tobas.

El otro gran problema es que la asistencia social y la educación entre los pueblos indígenas ha estado siempre, directa o indirectamente, explícita o implícitamente, dirigida hacia la aculturación. Esto tiene que ver con la historia de un país en donde la masa de la población desciende de inmigrantes de los más diversos orígenes, en donde el indio es considerado, en el mejor de los casos, un extranjero más. El objetivo del Estado fue, desde los inicios, el de integrar a esa diversidad en una identidad nacional nueva. La diversidad cultural se aceptaba en el extranjero recién llegado, pero no en sus hijos nacidos en el país. La misión de aculturarlos estaba a cargo de las instituciones del. Estado, sobre todo el sistema educativo y las Fuerzas Armadas, a través del Servicio Militar Obligatorio. Estas instituciones también proporcionaban un control médico y sanitario y asistencia alimentaria en casos de necesidad. Por fortuna, el Servicio Militar ya no existe, pero el sistema educativo mantiene en gran medida sus características originales. Como consecuencia, los indígenas argentinos no pueden acceder a una educación en su lengua materna. Esto implica una dificultad tremenda para los niños que inician su educación primaria a los cinco o seis años. Esta diversidad provoca, en el mejor de los casos, un retraso escolar y, muy frecuentemente, el abandono de todo intento de escolarización. Si se supera el escollo del idioma, de acuerdo a los planes de estudio vigentes, los niños indígenas deben aprender que los indios argentinos eran salvajes sin cultura y que los generales que conquistaron sus territorios y masacraron a sus ancestros son héroes a los que hay que venerar. En los últimos años, el único avance que se ha logrado es la introducción de maestros bilingües en las escuelas con mucha cantidad de niños indios. Pero esto sólo sirve para facilitar la educación en otra cultura que no es la indígena. Y todos sabemos que la aculturación es a la larga sinónimo de etnocidio.

¿Qué hacer?

Quien haya llegado hasta aquí en la lectura se hará la misma pregunta que muchos se hacen respecto a las más pobres comunidades del Tercer Mundo: ¿Cómo es que aún sobreviven? O, mejor, ¿cómo es que aún tienen la energía para seguir viviendo? El asombro es mayor cuando se comprueba que, para los miembros de este grupo de humillados y ofendidos la existencia no es concebida como algo penoso. Hay en ellos más optimismo y ganas de vivir que entre los opulentos y poderosos. Esto tiene su explicación en la fortaleza cultural de estas comunidades. La transmisión y el ejercicio práctico de valores culturales que implican una solidaridad activa dentro del grupo y la familia extensa han sido y son un elemento indispensable para la supervivencia. (4) Esta conducta solidaria ha sido la única "Seguridad Social" permanente a la que ha podido recurrir el grupo. De ahí lo pernicioso de la educación escolar y de la absorción acrítica de los mensajes que transmiten los medios de comunicación masivos. Estos valores culturales son, a nuestro juicio, no solamente los que han permitido la supervivencia, sino también la piedra firme a partir de la cual el grupo puede desarrollarse y superar su situación actual. La acción en este sentido debería encararse desde al menos dos niveles en forma simultánea:

1) En el ámbito educativo, por supuesto, debería lograrse una instrucción en los propios valores, que impida o bloquee la aculturación del grupo. Esto, en el contexto argentino, parece muy difícil de lograr, pero no lo es: basta con facilitar que esos valores sigan siendo transmitidos en la forma tradicional, muy eficiente por cierto, en que han sido transmitidos hasta hoy. Desde afuera, lo mejor que se puede aportar es una acción educativa que tienda a un mayor conocimiento crítico de la sociedad occidental. Pero no hay mejor enseñanza que aquella que parte de la realidad concrete del individuo: lo más importante sería la creación y puesta en marcha de talleres que funcionen por fuera de la estructura educativa formal. Estos talleres, centrados en el apoyo a determinados proyectos concretos de desarrollo, podrían implementarse con relativa facilidad y un mínimo de infraestructura. En principio, creemos que las iniciativas educativas deben acompañar a iniciativas económicas urgentes. Volveremos sobre esto en el último punto.

2) En el ámbito económico es urgente una acción. que tienda a incentivar emprendimientos comunitarios que, en muchos casos, se encuentran ya en germen:

a) Existen en Rosario experiencias exitosas de cooperativas de "cirujas"(5) Esta cooperativización permitiría a los tobas negociar con mucha más ventaja los productos que recolectan (sabemos que pueden lograrse precios hasta un 100% superiores), y también defender mejor sus "territorios" de recolección dentro de la ciudad. Algunos trabajadores sociales han realizado intentos en este sentido, pero no han tenido demasiado éxito. A nuestro juicio, este fracaso se debe a la adopción mecánica del modelo cooperativo occidental, al que siglos de etnocentrismo nos hacen considerar universal. La cooperativa indígena debería ser diseñada siguiendo las redes tradicionales de redistribución económica, que son también las líneas de parentesco. Esto es perfectamente viable, en tanto la estructura tradicional permanece intacta. b) Las familias extensas pueden convertirse en unidades de producción muy eficientes, reelaborando parte de los productos hallados en la basura. Al respecto, conocemos una experiencia exitosa: A partir del acceso a una tecnología más avanzada (una vieja máquina de tejer) una familia se organizó para la producción y venta callejera de gorros. La materia prima está constituida por distintas fibras textiles, recuperadas de la basura y debidamente acondicionadas y teñidas. La producción de gorros con los colores de distintos equipos de fútbol, que son vendidos por los hombres en las cercanías de los estadios, permite a este grupo tener un ingreso muy superior a la media. Este modelo podría perfectamente extenderse y ampliarse: cada familia podría reciclar un producto distinto (papel, metal, madera, plástico, etc.) a partir del acceso y el entrenamiento en la tecnología apropiada. La recolección de los productos podría muy bien ser cooperativa, luego se los clasificaría para su venta o redistribución a las familias para el reciclado. c) En el largo plazo, las artesanías tradicionales pueden llegar a ocupar un importante lugar económico y cultural. Aquí la acción educativa puede contribuir en mucho en lo que se refiere a la transmisión y depuración de los valores estéticos indígenas, así como en la incorporación de nuevos materiales y tecnologías a la elaboración tradicional. Es necesaria y urgente la capacitación de los jóvenes en la producción de la cerámica, tejido y cestería, y pensamos que esto puede resolverse: Primero, integrando estas actividades en la educación formal. En este sentido, sería posible formar rápidamente maestros indígenas de actividades prácticas, que se integren a las escuelas públicas. Segundo, organizando talleres en los que específicamente se transmitan estos conocimientos de una generación a otra.

Los abusos que existen en la comercialización de las artesanías pueden resolverse también con una organización cooperativa que, en este caso, se ocupe ante todo de la venta y distribución de la producción. Esto sería bastante fácil de organizar, a partir de algún mínimo de capital. Eliminando la intermediación es factible la participación en distintas ferias artesanales, y también se puede obtener un lugar para su comercialización permanente en Rosario. Creemos que existe también un buen mercado exterior para estos productos, en la medida en que se perfeccione su calidad material y estética.

¿Cómo?

Por lo que esbozamos en el punto anterior, puede verse que existen ricas posibilidades para el desarrollo de los tobas en su nuevo hábitat urbano. Pero para llevarlas adelante se necesitan:

1) Recursos: es muy difícil lograr que se invierta para el logro de un desarrollo autónomo. Como ya señalamos, eso no produce clientelismo ni rédito político inmediato. En cuanto a los organismos internacionales y ONG, es tal el grado de corrupción de sus representantes en Argentina que, muy difícilmente llega a las comunidades de base un mínimo porcentaje del dinero que aportan para estos fines. Pero no creemos que esto sea un obstáculo insuperable: los aportes concretos de dinero necesarios son ínfimos, y pueden llegar a obtenerse por suscripción. En algunos casos no hace falta dinero en absoluto: como vimos, una vieja máquina de tejer, encontrada en la basura, pudo servir de base a una próspera industria doméstica. Lo indispensable en ese caso fue que alguien, con los conocimientos adecuados, explicara a los indios qué era ese aparato que habían encontrado y cómo se utilizaba. Y esto nos lleva a la última cuestión.

2) El trabajo social: A nuestro juicio, para el desarrollo autónomo de este grupo es imprescindible el apoyo, en la fase inicial, de diversos especialistas (asistentes sociales, educadores, antropólogos, técnicos, artistas, periodistas, etc.). Ninguna institución en Argentina está en condiciones de proveer esos especialistas ni de motorizar proyectos de esta índole en el largo plazo. Por lo tanto, consideramos que, la única posibilidad que queda, es la creación de una red extrainstitucional que una a los intelectuales dispuestos a realizar un trabajo social concreto. En todas partes hay gente honesta y dolorida por el cuadro de deterioro social en que vivimos. Muchas veces las maquinarias institucionales de las que forman parte (sistema educativo, universidad, salud pública, ministerios) no actúan o actúan mal en relación con los fines que debieran tener. Otras veces los fines institucionales altruistas son bastardeados por la corrupción o por la manipulación política de la ayuda social. Pero los individuos que son la base de estas instituciones suelen ser los principales críticos de estas situaciones. Nuestro propósito actual es intentar agruparlos en torno a una acción concreta a la que puedan aportar con. sus conocimientos, desde dentro o desde fuera de las instituciones a las que pertenecen. Una red de esta índole podría también ser un importante grupo de presión y de denuncia, indispensable en este momento en que la moda neoliberal pregona el individualismo y la indiferencia ante los problemas sociales.

Notas

1) Canals Frau, Salvador, Culturas indígenas argentinas. Hyspamérica, Buenos Aires, 1987.
2) Gori, Gastón, La Forestal. Colmegna, Santa Fe, 1983.
3) Bou, Luis César, El milenio termina otra vez, las nuevas religiones de pobres en la periferia de Rosario, en Firpo, Arturo (Comp.) Nuestra Pobreza. Ross, Rosario, 1997.
4) Ziegler, Jean, La victoria de los vencidos. Ediciones B, Barcelona, 1989.
5) Término que en Argentina designa a quienes viven de la recuperación de productos de la basura.

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