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El papel de EE.UU. en la situación mundial y la necesidad de detenerlo.
Por Jordi Satorra -
Saturday, May. 17, 2003 at 9:35 AM
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A la vez sÃntesis y denuncia de la polÃtica exterior desarrollada por EE.UU. en las últimas décadas y planteamiento de la necesidad de adoptar medidas para detener la escalada de violencia que amenaza con producir en todo el mundo.
El
papel de EE.UU. en la situación mundial. Al
finalizar la 2º guerra mundial, una serie de circunstancias hicieron suponer
que el mundo iba entrando en una fase en que progresivamente los enfrentamientos
y la injusticia iban a ser desplazados por la paz y la legalidad. La
constitución de Naciones Unidas, con la redacción de la Carta que marcaba los
principios básicos que iban a moderar las actuaciones de las naciones, así
como la constitución del Consejo de Seguridad que actuaría como árbitro para
hacer cumplir estas normas. El establecimiento de la Declaración de Derechos
Humanos, y su suscripción por la mayoría de países. La independencia de los
países colonizados... No
obstante, basta una mirada superficial a los acontecimientos que han marcado la
pauta de la historia del último medio siglo para darse cuenta de que ello no ha
sido así. Numerosas guerras y conflictos se van sucediendo, al tiempo que el
hambre y la pobreza en el mundo, lejos de solucionarse, se empeoran en muchos
lugares. Y cabe preguntarse por qué ello es así. De hecho, si repasamos una
lista de los sucesos que han oscurecido el acontecer humano de las últimas
décadas, casi siempre podemos encontrar detrás de ellos a EE.UU. provocando,
propiciando o instigando guerras y golpes de estado en todo el mundo. Recordemos
el gobierno popular de Arbenz en Guatemala, elegido legal y democráticamente,
que fue eliminado por fuerzas invasoras armadas, financiadas y dirigidas por la
CIA, ya que la política en defensa de la población humilde se interponía en
los intereses de las multinacionales norteamericanas, particularmente la United
Fruit, que poseía la casi totalidad de la tierra cultivada en el país.
Recordemos, más recientemente, el hostigamiento a que fueron sometidos los
sandinistas en Nicaragua (otro intento de gobierno legal en favor de los
humildes) y que le valió a EE.UU. la contundente condena por parte del Tribunal
Internacional de Justícia por uso ilegítimo de la fuerza, así como la
obligación de compensar a Nicaragua con importantes indemnizaciones, a todo lo
cual respondió EE.UU. haciendo caso omiso de la ley internacional e
intensificando sus ataques hasta acabar definitivamente con los sandinistas.
Recordemos la invasión de Panamá, con el objeto de derrocar al dictador Somoza,
que ellos mismos habían impuesto por la fuerza y que por diversos motivos
había dejado de convenirles. Recordemos también el gobierno democráticamente
elegido de Salvador Allende, que fue derrocado por un golpe de estado financiado
y apoyado por la embajada norteamericana que auspició la subida al poder de
Pinochet. Recordemos la invasión de Granada, para evitar la constitución de un
régimen fuera del control de Whasington. Recordemos el acoso a que ha sido
sometida Cuba por cuatro décadas con el fin de recuperar el monopolio
económico que las empresas norteamericanas y la burguesía local que
actualmente integra el núcleo de disidencia de extrema derecha de Miami tenían
sobre la isla. Recordemos Honduras y El Salvador, países arrasados con el
único fin de preservar los sacrosantos "intereses nacionales" de una
potencia que parece querer poseerlo todo. ¿Hablamos del descarado "plan
Colombia" o de los reiterados intentos de derrocar el gobierno popular y
democrático de Hugo Chavez en Venezuela? Los ejemplos son interminables. Recordemos
la guerra contra Irak en 1991, contra el tirano Sadham Hussein que los mismos
EE.UU. habían mantenido en el poder, y armado hasta los dientes para que
arrasara Iran. Cuando Sadham masacraba a los kurdos con armas químicas
proporcionadas por EE.UU. la administración de Bush padre lo consideraba
"nuestro hombre", aplaudiendo todas sus acciones. Después de la
guerra, cuando una sublevación shií intenta derrocar a Sadham, EE.UU.
interviene nuevamente en su apoyo para mantenerlo en el poder, y permitiendo que
utilice el armamento por ellos suministrado para masacrar a los shiíes. Irak es
sometido durante más de una década a bombardeos continuos (recordemos por
ejemplo los de 1998 ordenados por Clinton) mientras la población muere de
hambre a causa del bloqueo económico y las agresiones a que es sometido el
país por EE.UU., entre las que cabe destacar la guerra biológica con el fin de
arruinar su sistema agrario y acrecentar el hambre. EE.UU. hace un uso cínico
de Naciones Unidas al auspiciar que estas desarmen a Irak, para luego, en el
2003, invadirlo impunemente y apropiarse de sus recursos, que con el pretexto de
"reconstruir el país" se dedicarán a proporcionar grandes beneficios
a las empresas involucradas en esta reconstrucción, mayormente estadounidenses.
Recordemos el ataque a Afganistán, provocando una verdadera catástrofe
humanitaria contra el régimen Talibán, hasta hace poco considerado por EE.UU.
como un régimen "aliado" ya que contribuyó a abortar la
implantación de un régimen democrático. Recordemos el apoyo a Turquía, que
durante la última década ha sido el principal importador de armas a EE.UU.,
armas que han sido utilizadas impunemente en masacrar a la población kurda con
el beneplácito de Whasington. Recordemos la catástrofe humanitaria provocada
por los bombardeos de Kosovo, por parte de una OTAN completamente instrumentada
por EE.UU, cuyo apoyo tácito y descarado al dictador Milosevich ha acabado de
raíz con la tentativa democrática en Yugoslavia . Y los continuos
incumplimientos de las resoluciones de Naciones Unidas por parte de Israel,
siempre protegido por EE.UU, que nunca ha dudado en utilizar su derecho al veto
cuando le ha convenido. Recordemos
Vietnam, y la guerra secreta y encubierta contra Laos y Camboya, que ha dejado
estos países infestados de minas antipersona que siguen causando decenas de
miles de muertes cada año. Curiosamente, en el programa de desactivación de
dichas minas por parte de la Comunidad Internacional, el único país que se ha
negado a cooperar es EE.UU, argumentando que la información sobre dichos
artefactos es un "secreto de estado". Recordemos cómo el surgimiento
de un gobierno popular y democrático en Indonesia fue cortado de raíz mediante
el apoyo incondicional al dictador Suharto, que asesinó a más de medio millón
de campesinos del partido de izquierdas PKI y sumió el país en un régimen de
terror, culminando en la invasión de Timor Oriental y la matanza de más de un
centenar de miles de habitantes de este pequeño estado, siempre con el
beneplácito de EE.UU, que de buena gana suministraba armas y asesores y no
tenía vergüenza en proclamar a Suharto como "nuestro hombre",
siguiendo así hasta que el dictador cometió el error de disgustar a
Washington. EE.UU.
ha visto con pasividad cómo las guerras infestaban el continente africano y ha
minado sistemáticamente los intentos de Naciones Unidas por mitigar esta
situación, atendiendo a la preservación de los enormes beneficios que le
proporciona la venta de armamento a las facciones beligerantes. En 1998
destruyó una planta farmacéutica en Sudán que dejó al país sin el 50% de su
producción de medicamentos, causando la muerte de miles de civiles en el
bombardeo y subsiguientemente muchos más murieron por falta de medicamentos.
Este atentado, sin motivo ni provocación alguna, ¿no es peor que el de las
torres gemelas?. No obstante, uno se ha magnificado hasta lo absurdo mientras el
otro ha sido prácticamente ignorado... EE.UU.
es un estado fuera de la ley, y un peligro para la paz mundial. Es
el estado que más ha vetado las resoluciones del Consejo de Seguridad de la
ONU, con diferencia. Es el único país del mundo que tiene pendiente una
sentencia por uso ilegal de la fuerza (o, dicho de otro modo, "terrorismo
de estado") por parte del Tribunal Internacional de Justicia, por su
descarada intervención en Nicaragua. Es, junto con Israel, el único país que
votó en contra de una reciente resolución de Naciones Unidas, que instaba a
todos los estados a respetar y acatar la legalidad internacional vigente. Es el
único país que se retiró unilateralmente de los protocolos de Kyoto en favor
de la preservación del medio ambiente, ya que respetar dichos acuerdos
representaría "una ralentización en su crecimiento económico",
imagínense, es aceptable incluso acabar con el planeta cuando de preservar los
intereses económicos de la superpotencia se refiere. Se retiró unilateralmente
de la conferencia internacional de Durban contra el racismo, ya que las
conclusiones expuestas en la misma ponían en evidencia la falta de escrúpulos
de EE.UU. en estos temas. EE.UU. es condenado reiteradamente por Amnistía
Internacional por vulnerar los derechos humanos en su territorio, baste hacer
referencia a los malos tratos y las torturas que tienen lugar en sus cárceles,
no hace falta llegar al tema de los miles de prisioneros afganos que en la base
de Guantánamo son tratado como animales, ni a los miles de ciudadanos que
permanecen en "prisión preventiva" por el único delito de llevar un
nombre extranjero. EE.UU, que cada año condena a muerte a docenas de personas,
incluyendo a menores de edad y deficientes mentales, se escandaliza porque Cuba
lo haga con tres secuestradores. Todas
las acciones llevadas a cabo por EE.UU, su política exterior en conjunto, nos
indica que esta potencia trabaja exclusivamente en su propio interés y no le
importa asesinar, exterminar pueblos enteros, contaminar extensas zonas, si con
ello consiguen acrecentar su poder y su dominio sobre el planeta. La reciente
crisis de Irak demuestra claramente el poco respeto que tienen por la ley
internacional, la ONU y los derechos humanos, aunque eso no debiera
sorprendernos tanto ya que bajo la administración Clinton la secretaria de
estado, Madelein Albright, declaró públicamente que "EE.UU. actuará con
las Naciones Unidas cuando sea posible y sin ellas cuando sea necesario",
cínica declaración que prefigura perfectamente cual va a ser la orientación
de la política exterior de EE.UU. (de hecho, esta viene siendo la actitud de la
superpotencia durante décadas). La
política exterior de EE.UU. es una puesta en práctica de la "doctrina
Truman", según la cual es lícito el uso de la fuerza donde y cuando sea
necesario si se trata de proteger los "intereses nacionales"
norteamericanos. La actual administración Bush, formada por una peligrosa
mezcla de ultraderechistas, magnates del petróleo y fanáticos prosionistas, ha
radicalizado la postura de EE.UU. en su política internacional en lo que ha
venido en llamarse la doctrina Bush, que consiste nada menos que en hacer uso de
la fuerza en "guerras preventivas" cuando exista sospecha de que los
intereses nacionales estadounidenses pudieran verse amenazados. En este
contexto, la tan cacareada "guerra contra el terrorismo" no es otra
cosa que una gran patraña que enmascara la actuación de EE.UU, confiriéndole
una cobertura moral e ideológica que con otros argumentos no sería posible. Un
aspecto que choca irremediablemente a quien se entretenga en analizar la
política de EE.UU. es la obsesiva defensa que lleva a cabo de los "valores
democráticos y la libertad", siendo como es de dominio público que EE.UU.
ha dado a poyo y entronizado durante décadas a docenas de tiranos y dictadores
en todo el mundo. Esta aparente contradicción merece que nos detengamos a
considerar lo que en apariencia es un cambio en la orientación de los valores
estadounidenses a la hora de propiciar la configuración de los regímenes en
otros países. Para ello debemos tener en cuenta que, ante todo, EE.UU. siempre
ha buscado promover la existencia de gobiernos "estables" con el fin
de propiciar sus actuaciones en el ámbito económico a través de sus empresas
multinacionales y entidades financieras. Para que no nos llamemos a confusión,
un estado "estable" es aquel cuyo sistema político es capaz de
mantener en su seno un grado fiable de seguridad y libertad de movimientos por
parte de las empresas y los inversores extranjeros, dicho de otro modo, que
aseguran que el país puede ser expoliado impunemente. En
el peculiar marco geopolítico impuesto por la guerra fría, la doctrina Truman
fue dejada a un lado dando paso a lo que vino en llamarse "política de
contención". Esto consistía simplemente en dar apoyo económico,
logístico y, en caso conveniente, militar, a todo país que mostrara su
oposición al bloque soviético. De esta manera, se estaba creando un
"área de influencia" con el objetivo de "contener" a la
potencia enemiga. En este marco el sistema de gobierno más "estable"
de cara al mantenimiento de los intereses norteamericanos era, sin duda, la
dictadura. El exceso de libertad que lleva consigo la democracia y la molesta
tendencia que esta conlleva a la aparición de gobiernos con veleidades
humanistas y populares hace preferible el férreo control de gobernantes
despiadados siempre dispuestos a obedecer y dar su apoyo a la gran superpotencia.
Es por eso que los movimientos democráticos fueron sistemáticamente
aplastados, sobre todo en América Latina, no sólo ante el temor de la
aparición de gobiernos de tendencia socialista sino sobre todo ante la
posibilidad de que aparecieran gobiernos con tendencia a limitar los beneficios
de las multinacionales norteamericanas en beneficio de las clases populares.
Este temor explicaría por sí solo el golpe que supuso la aparición del
régimen socialista cubano en aquel entonces y el por qué con tanta saña y
violencia EE.UU. ha intervenido para que el ejemplo no se repitiera en otros
países de América Latina, hasta el punto de que varios estados de
Centroamérica fueron totalmente devastados. Una
vez desaparecido el bloque socialista tras la "implosión" de la URSS,
y al no representar ya esta un peligro serio a la superpotencia superviviente,
ha sido conveniente remodelar la política de intervención en el exterior. La
invocación del comunismo como el gran Satán internacional que había que
combatir a cualquier precio y al margen de cualquier consideración ha quedado
obsoleta, y por tanto ha sido necesario buscar un nuevo "enemigo" que
sirva de pretexto y orientación a la nueva política expansionista
norteamericana. Este nuevo enemigo es el terrorismo internacional. Hoy estamos
viendo como el concepto impreciso de "guerra contra el terrorismo" da
cobertura a la invasión militar de países enteros con el único fin de
propiciar la expansión de los intereses económicos y el dominio estratégico
mundial por parte de EE.UU. En este contexto, y al no existir el peligro de
penetración por parte del extinto bloque soviético, el modelo de gobierno más
estable es la democracia parlamentaria. Es un modelo perfecto, donde la
elección de uno u otro gobierno es simple cuestión de márqueting y está, por
lo tanto, en manos de empresarios y magnates financieros. Este modelo apacigua
la inestabilidad social mediante el engaño y permite a los entes financieros
manipular a su antojo. Es por ello que ahora EE.UU. exige "reformas
democráticas" a todos los estados que se rigen por otros modelos y no son
de su agrado, por no someterse a los intereses norteamericanos. Es el caso de
Cuba, Irán o Corea del Norte, de Siria o de Libia, pero no en cambio de Arabia
Saudí, la más feroz de las dictaduras fundamentalistas de la zona pero no
obstante "amiga" de EE.UU. por favorecer sin límite los intereses de
estos en la zona. Y, si en la democratización de los países se
"cuela" por error o imprevisión algún gobierno democrático de
verdad, como en el caso de Venezuela, siempre queda el recurso de provocar un
golpe de estado y echarlo abajo, tema en el que los agentes de la CIA tienen
sobrada experiencia. La
actual crisis de EE.UU. la lleva a un desenfrenado proyecto imperialista. A
pesar de ser actualmente la única superpotencia presente en la tierra, con un
ejército en apariencia invencible (no en balde el presupuesto militar de EE.UU.
equivale a la mitad del total mundial), EE.UU. no carece de cierta fragilidad.
Económicamente, la última década no le ha brindado precisamente uno de sus
mejores momentos, y la aparición de la Unión Europea con su moneda única, el
euro, ha agudizado la crisis. No olvidemos que EE.UU. es el país del mundo con
un déficit público más elevado. Como tantas veces hemos comprobado en la
historia, una potencia enfrentada al deterioro económico y a la erosión
interna que ello representa responde a ello con la expansión y la conquista. En
este caso, este imperativo nos da una idea de los móviles que impulsan la
política exterior norteamericana: el dominio mundial que les confiera un
liderazgo indiscutible sobre el resto de naciones. Por ello se esfuerzan en
desacreditar a los órganos representativos del orden internacional: EE.UU. no
quiere supeditarse al orden internacional, quiere imponer su propio orden. Orden
que, por supuesto, tendrá como objetivo prioritario la salvaguarda de los
intereses comerciales y económicos estadounidenses. En
la actual coyuntura mundial, los analistas del pentágono y la administración
norteamericana han llegado a la conclusión de que "pueden" imponer
por la fuerza un dominio indiscutido en todo el planeta. Y, por supuesto, para
sus mentes mezquinas y egoístas la constatación de que "se puede" se
traduce automáticamente al imperativo de que "se debe". EE.UU. está
actualmente inmerso en un proyecto imperialista que le lleve al dominio total
del mundo. En este marco, la guerra de Irak no es más que una prueba piloto,
enmarcada en la estrategia de "atacar blancos débiles" con el
objetivo de ir ganando fuerza y acrecentar su poder. En este momento, dada la
fragilidad de la economía norteamericana, es de vital importancia ejercer un
control sobre los recursos energéticos a escala planetaria, que es el factor
clave que ha mantenido al dólar en la posición preeminente que ha venido
ostentando hasta el presente. El primer paso es provocar una situación que
permita el control total del área geoestratégica de Oriente Medio, con la
complicidad del estado de Israel. Una vez logrado este objetivo, no nos quepa
duda de que el proyecto imperialista seguirá su curso hacia otros objetivos,
siempre bajo pretextos y con argumentos que no resisten un análisis minimamente
objetivo, aunque para ellos son suficientes para engañar a la opinión pública
mundial. Hay
que enfrentarse a la superpotencia delincuente. A
medida que se incrementa la escalada de violencia provocada por la política
exterior norteamericana en todo el mundo, vemos como grandes logros de la
sociedad moderna y democrática, como el respeto a los derechos humanos, la
libertad de expresión. las libertades públicas, se restringen cada vez más.
Los medios informativos son manipulados cada vez más descaradamente con el
objeto de esconder la verdad al mundo. Espacios de libertad que todavía
subsisten como la red de Internet y los medios de prensa alternativos serán,
sin duda, gravemente lesionados en un futuro no muy lejano. Del
mismo modo que llegábamos a la conclusión de que, en la mente de los
imperialistas, la constatación de que se puede hacer algo que conlleve un
incremento de poder lleva implícitamente la obligación de hacerlo, el resto
del mundo debe mentalizarse que, si queremos que sobrevivan las culturas y los
estados soberanos e independientes que les dan cobijo, "tenemos" que
enfrentarnos al proyecto imperialista de EE.UU. con todos los medios a nuestro
alcance. Evidentemente, sería deseable que las naciones poderosas como Francia,
Alemania, Rusia o China se dieran cuenta del peligro y buscaran formas de
cooperación para contener el avance imperialista. Pero, en esto, la actitud de
los pueblos es un factor fundamental. Debemos manifestar nuestro rechazo al
proyecto imperialista, nuestro rechazo a los gobiernos que lo apoyan y, quienes
vivamos en estados democráticos, utilizar nuestro voto con el fin de frenar las
veleidades expansionistas de EE.UU. Pero
no es eso todo lo que podemos hacer. Como ya indiqué, la norteamericana es una
economía frágil y en recesión, que necesita de intervenciones militares y
otros recursos extremos para revitalizarse. El sistema capitalista es un sistema
vertebrado en dos pilares fundamentales: la producción y el consumo. Ellos, los
empresarios, los financieros, las élites políticas, dominan el mundo porque
controlan el primero de estos pilares. ¡Pero
nosotros, la gente humilde, los trabajadores, las gentes y los pueblos que
constituyen la mayoría de la población de este mundo tenemos en nuestras manos
el otro pilar! En
efecto, "ellos" confían en que los consumidores son una masa
impersonalizada que adquiere los productos del mercado obedeciendo las pautas
impuestas por el márqueting y la publicidad y las necesidades artificiales que
ellos generan. Pero este factor, ejecutado con razón y entendimiento, puede ser
un arma formidable, con la que podemos castigar severamente a las superpotencias
canallas que mantienen al mundo en un caos de violencia y padecimiento con el
único fin de dominar y enriquecerse. Podemos consumir selectivamente aquellos
productos que den beneficio a potencias más moderadas y respetuosas del orden
internacional y de los valores éticos y humanos, evitando en cambio gastar
nuestro dinero en aquellos productos que enriquecen a las grandes empresas
norteamericanas. Una caída de sólo un 10% en el comercio exterior supondría
para EE.UU. un durísimo golpe. El debilitamiento que ello conllevaría de
su economía no solo haría inviable el mantenimiento de su política de
campañas militares, que tiene un elevado coste, sino que provocaría la caída
de los gobiernos belicistas en las elecciones, ya que el pueblo norteamericano
se daría cuenta de esta manera del daño que la política exterior de su
gobierno ocasiona al resto del mundo y de cómo este daño puede volverse hacia
ellos. Porque, al igual que ha pasado en todas las naciones del mundo, el pueblo
norteamericano tampoco quiere la guerra, también quiere vivir en paz, en un
mundo mejor. Uno
solo de nosotros poco puede hacer, pero un boicot sustentado por millones de
personas en todo el mundo puede ser, en un futuro próximo, un factor de suma
importancia que influya de forma decisiva en el éxito o el fracaso del proyecto
imperialista de EE.UU. Jordi
Satorra. (próximamente
incluiré en mi página un apartado con abundante información sobre el boicot
comercial a EE.UU)