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Animaná (lengua Cacan) sitiada
Por Gustavo Farías Gutierrez - Thursday, Feb. 24, 2005 at 8:50 AM
piso93@yahoo.com

“Animaná S.A. versus Corregidor, Viñaval, Meriles y otros sobre desalojoâ€, expediente numero 71163/03, presentado así pareciera ser un caso mas de desalojo, pero tras esto, se esconde una increíble historia de despojos y abusos de poder.

Animaná (lengua Cac...
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San José de Animaná es un pequeño caserío a 1.700 metros sobre el nivel del mar, de suelo totalmente pedregoso, está enclavado al pie de unos bellísimos cerros que acarician las nubes, se sitúa entre las ciudades de Cafayate y San Carlos en el kilómetro 1063 de la ruta Nacional 40, en Salta, allí viven miembros de la comunidad Diaguita, con Personería Jurídica 296, desde hace mas de 500 años. A pesar de que los libros de historia se empeñan en conjugar verbos en pretérito al nombrarlos “…los Diaguitas eran sedentarios, vivían de la caza y la pesca, habitaban…”, ellos siguen allí.
La puja por estos territorios comienza a principios de la década del 70, cuando Animaná S.A.. compra las tierras a los entonces dueños, Néstor Micheli y Cámpora, ambos, sospechados por “estafa procesal” para obtener títulos a través de adquisiciones fraudulentas.
Las primeras hostilidades de los nuevos “dueños” no tardarían en llegar, ordenaron taponar todos los pasos de agua con los que la comunidad indígena regaba sus cosechas, provocando las sequías de éstas, los diaguitas sortearon el golpe y sobrevivieron como pudieron, pero el asedio no terminaría allí, en noviembre de 1973, los aborígenes fueron sorprendidos en sus fincas por un puñado de hombres muñidos con hachas, con supuestas ordenes impartidas por los dueños de la vitivinícola, y desbastaron toda plantación, desde especias hasta durazneros, no quedo absolutamente nada.
Los Diaguitas cercados por el miedo a hacer la denuncia por posibles nuevas represalias no tuvieron opción y vendieron casi todas sus ovejas y cabras al no poder brindarles agua ni alimentos. “El Agua es de Dios y de todos, ellos se creen los dioses de Animaná, nos quitaron el agua, nos hacharon las cosechas, ahora andan con revolver para asustarnos, falta que nos pongan la soga al cuello” dice Ángel Guaymas, un criador de cabras de 81 años, y luego sentencia con un dejo de tristeza “Todos nos han olvidado”.
La empresa de vinos Animaná, en el juicio que le sigue a la comunidad indígena por desalojo, consiguió un primer fallo favorable al aducir que los “usurpadores” , como se refiere a lo Comunidad Diaguita, se instalaron en esas tierras con posterioridad a la compra de las mismas en 1970; este fallo fue apelado por parte de los Diaguitas que se amparan en el artículo 75 de la Constitución nacional, en donde se indica que las tierras aborígenes son propiedad de los mismos, ya que les corresponden por antigüedad.
En la otra vereda, detrás de Vinos Animaná, se encuentra la cara del ex-senador por el P.J. de Salta, Luis Murga y la de su esposa, Rosa, la cual fue directora de la Fundación para el desarrollo de los Valles Calchaquíes, que según una anónima vecina de Animaná, “Lo único que se desarrollo fue su quinta (...) se comenta que esta gente recibió un buen día, entre otras cosas, unas 40 computadoras del estado provincial, ¿usted vió alguna?”, pregunta con cara de saber la respuesta.
Luis Murga fue senador en el período 93 al 2001, en ese lapso sus viñedos crecieron al doble, como mas tarde confirmaría Vicente Condorí, intendente de Animaná: “Yo trabajé con él durante tres años, éramos 35 obreros, ahora su empresa ha crecido el doble y emplea a 30 personas, no veo entonces que gran aporte hace a la comunidad”; mientras Luis Murga fue senador hubo un cambio grande en Animaná, se alambró toda la extensión que hoy, el ex-senador, reclama como propia, dejando a los aborígenes prisioneros del encordado de púas, quienes deben pasar por entre los alambres si desean salir al igual que los niños cuando se dirigen a la escuela y sus bicicletas. El caso mas terrible sucedió a mediados de junio del 2004, cuando un hombre muy mayor debió solicitar ayuda al no poder respirar, Nelly, esposa del próximamente presidente de la Comunidad, Edmundo Guaymas y excelente cocinera de empanadas, recuerda: “Antes las ambulancias entraban hasta aquí, ahora con el alambre no pueden llegar, entonces tuve que llevar a este hombre arrastrándolo 600 metros, para luego pasarlo por entre las púas, y por fin, todo ensangrentado y con su ropa hecha jirones subirlo a la ambulancia”. En este lugar existe un portón que se abre y se cierra sólo por orden de los dueños de la finca. “Ese día hasta se le rogó que dejara abrir el portón, para que pasara la ambulancia, su respuesta fue No, No y No”; la señora Nelly se dirigió a realizar la denuncia y al querer hacer comparecer a la doctora y a su chofer, recibieron como repuesta una negativa, ya que tanto la profesional como el conductor alegaron su temor a posibles despidos. El miedo es una constante en este pueblo, muchos se han animado a hablar siempre y cuando no se los viera junto a los corresponsales y sin mencionar sus respectivos nombres.
A unos metros de la casa de Nelly, se encuentra la de Reina Corregidor (primera concejal aborigen), hecha de piedra con techo de madera y paja como todas las demás, aunque aquí se nota la presencia “Wawas” (niños), por los dibujos que se dejan ver en varias maderas y juguetes esparcidos. Los chicos revolotean con sus barriletes, algo muy popular aquí, ella una joven bonita de alrededor de 22 años recuerda amargamente el día de las topadoras: “Era una mañana, llegaron unas maquinas y tiraron abajo la casa de mi vecina, yo estaba aterrada y solo atine a abrazar a mis hijos” dice y rememora, aún con lagrimas en los ojos, las palabras de los obreros que llevaron a cabo esa aberrante tarea. “ Me dijeron, tu casa no la tiramos por los wawas, y se fueron”, la barbarie siguió y arrasaron varias casas mas, las topadoras cada tanto regresan a continuar con la locura.
Edmundo Guaymas comentaba sobre los incidentes de las topadoras “De tanto en tanto, en el pueblo se hacía correr la voz que al otro día vendrían las maquinas a tirar las casa que quedaban, esa noche no dormíamos, no podíamos, nos quedábamos rezando para que no amaneciera”
En San José de Animaná, no solo se alambraron los campos, también fue alambrada una gruta que con mucho esfuerzo construyeron los residentes, en donde hacen sus ceremonias de la Pachamama y se le reza al patrono del trabajo, allí también se realizo el primer “Tantanakuy”, reunión que junta a diferentes “etnias aborígenes”, que llegaron de diversos lugares de la Argentina, Guaraníes, Wichi, Coyas, los Mapuches y varios mas, en esta reunión no solo debieron aguantar la presión de los Murga, sino que además el incesante acoso policial, ya que no tenían “el debido permiso” para tal manifestación.
Nelly no solo recuerda las ceremonias de la Pachamama: “Aquí en la gruta San José, nosotros festejábamos el día del niño, Navidad y el día de la madre, entre todos poníamos un poquito y se les daba chocolate a los chicos, además, todos los primero de mayo, día del patrono, se juntaban 500 persona que venían de Cafayate, San Antonio, San Carlos y hasta llegaban un montón de turistas extranjeros que nos compraban las artesanías, la fiesta duraba hasta entrada la madrugada”. Hoy la gruta tiene horario de apertura y cierre, ya la gente no se junta, ahora en lugar de una cancha de fútbol, donde se hacían campeonatos, hay un alambrado, una tranquera con un candado y un cartel de letras rojas que reza “prohibida la entrada, propiedad privada”, detrás solo se ve una gruta vacía.
Al hablar sobre el juicio, Edmundo Guaymas se mostró confiado. “A pesar de que el primer fallo no nos favoreció, fuimos bien asesorados en la apelación, sentaremos un precedente” El primer juicio fue en el año 2000, los aborígenes fueron llevados en camión al tribunal y bombardeados a preguntas, en un ámbito totalmente desconocido para ellos, y sin tener un asesoramiento legal del todo bueno, el juez dictó sentencia en tiempo record y dio ganador del litigio al entonces senador Luis Murga.
Armando Arias, abogado de los demandados, hizo hincapié en que la empresa Animana S.A. hace el reclamo sin mencionar el carácter de indígenas de los demandados y la consiguiente preexistencia de sus derechos como dueños ancestrales del territorio que ocupan, la tenencia de estas tierras por mas de 500 años excluye toda pretensión de la empresa de tener derecho sobre éstas, lo dicho es abalado por el articulo 75 de la Constitución Nacional.
En San José de Animana la gente vive del changareo, de planes sociales o vendiendo artesanías, lejos están los tiempos en que podían cultivar sus cosechas y se dedicaban a la cría de cabras y ovejas, algunas producían leche, con la que hacían quesos, muchos de los habitantes cultivaban frutas que convertían en dulces que eran consumidos por ellos o trocados con pobladores de otros pueblitos cercanos por mercaderías que estos no producían. El círculo cerraba perfecto, el estándar de vida era óptimo, no les faltaba nada, (...) “Aquí vivían aproximadamente 30 familias, que fueron emigrando a través del tiempo por diferentes métodos de extorsión y así, despojados de sus tierras”,decía Marcelino Villa Guantay, un hombre de 62 años dueño de una vitalidad notable y miembro de la Coordinadora de Comunidades de Salta, “Murga denunció a 7 familias, los acusa de usurpadores, cuando la gente ha vivido y crecido allí toda su vida, todo es zona indígena y los testimonios así lo certifican”, Villa Guantay se refiere a los diferentes objetos que cada familia posee, heredados de sus abuelos y estos de los suyos, que van desde puntas de lanza hasta enormes morteros, además de un sin fin de piedras talladas y altas rocas con dibujos alegóricos que se encuentran en estos parajes y los diaguitas señalan como de sus antepasados. “Nuestro primer triunfo fue vencer el miedo a pedir lo nuestro, acá yo particularmente, no creo que se este luchando contra una persona, lo que se está haciendo es luchar contra un sistema, no es Luis Murga, no es la persona, es toda una estructura” concluye. Marcelino no se equivoca, en varias localidades de Salta esta situación se repite y en otras es peor, el mas conocido es el caso del área natural protegida en la localidad salteña de Anca que el Gobernador Romero resolvió rematar y que la organización ambientalista Greenpeace puso en conocimiento de la comunidad mundial, la posición de Romero en este caso es defendida por Roberto Neumann (ingeniero del INTA especializado en ecología y recursos filogenéticos); “ La provincia hizo lo mejor que podía hacer, dado que los lotes no recibían los cuidados que necesitaba” para terminar disparando una frase poco feliz (...)“Es como tener un baldío, todos tiran basura y al final se instalan linyeras”, dijo, en declaraciones a la revista Nexo cuyo director es Roberto Romero, que fue titulada con otra frase tan poco feliz como la anterior, “Civilización o Barbarie”, esos linyeras a los que se refiere Neumann son varias familias descendientes de pueblos originarios Wichi traídos hacia ese lugar desde el paraje “El Traslado”, allí habitaban hasta que fueron loteadas y vendidas; el argumento esgrimido por los seguidores del gobernador cae por su propia inconsistencia, ya que serán rematadas 16.275 hectáreas de 26.000, las otras restantes, según Nexo, seguirán siendo “protegidas” como área natural, la pregunta es, ¿Por qué no se vende todo si solo son tierras degradadas?, pero se decidió continuar protegiéndola con su flora y fauna extintas y seguramente con sus “linyeras” dentro.
Otro caso nada conocido es el de la localidad de Poma Norte, en donde el agua esta contaminada con borato de las minas y los habitantes de allí deben caminar por mas de 6 horas en busca de agua, que traen al hombro, en sus espaldas y en vejigas de las cabras, usadas como recipientes; Un alto funcionario del Foro de Intendentes Justicialistas, daría explicaciones sobre el tema acentuando la dificultad de resolver el problema por que “solo se trata de 6 familias”. Mientras tanto en Pucará, otro paraje salteño, la gente trabaja por la comida del día y la ropa y en una finca cercana a Animaná, los obreros de los viñedos por un jornal de casi diez horas perciben el magro sueldo de $8 diarios.
Pero sin dudas lo peor que se ha escuchado por aquí es que los dueños de varios campos tienen el abyecto derecho sexual sobre las hijas de los obreros, algo que se pensaba solo se daba en la edad media.
De los casi 40 hombres en edad de trabajar, solo uno es profesional, a los demás se les ha negado el secundario, ya que deben trasladarse a Cafayate en donde hay uno, el viaje ida y vuelta les sale $3 diarios una cifra demasiado onerosa para su flaco bolsillo.
Uno de los casos mas emblemático sobre el trabajo de los pobladores de San José de Animaná, es el del señor Alberto Cata Cata, cuya casa sufrió los embates de las topadoras, al igual que su establo vacío y el sector de cosechas pelado. Él vive del changareo: “Cuando hay que cortar pasto, corto, cuando hay que hachar leña, hacho”, Cata Cata tiene 60 años y es un hombre robusto de marcadas raíces Diaguitas, su rostro deja entrever las marcas del trabajo forzado bajo el rayo de sol, sus actividades de changarín le dejan $5 diarios apenas para subsistir, parece ser un hombre fuerte de carácter, aunque ahora algo desmejorado por el alcohol, al preguntarle sobre que le depararía su futuro cuando ya no pueda hachar mas leña, él no tuvo respuesta, quedó pensativo por varios minutos, luego solo atinó a agachar la cabeza y esbozar un silencioso, pero doloroso llanto.
Catalina Meriles, una tan hermosa como amable abuela de 92 años madre del actual presidente de la comunidad, Jorge Meriles, sobre la cual pesa el juicio de desalojo impartido por los Murga, dió su opinión sobre el tema mientras nos obsequiaba unos “Pancitos que les hice para ustedes”, “Yo nací y me crié entre las piedras, aquel cerro que se ve allí, yo lo subía con mis cabras en mi juventud todas las mañanas, ahora nos quieren sacar y yo me hago malasangre”, interrumpe el relato dirige sus ojos hacia el suelo pedregoso y continúa. “Yo solo quiero que me sepulten aquí con mis padres y mis abuelos, lo único que quiero es morir en paz mirando mis piedras”.
El destino de la Comunidad Diaguita de San José de Animaná se decidirá lejos de allí, en el juzgado Civil y Comercial N° 1 de Salta capital, a cargo de la jueza María Montalbelli quien deberá tomar una decisión y dictar una sentencia.

Gustavo Farías Gutierrez
Fotógrafo Documental

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