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Caso Sobrero: ¿exigimos la renuncia de Fernández?
Por Rolando Astarita - Sunday, Oct. 09, 2011 at 6:46 PM

El martes 4 Rubén Sobrero y Leonardo Portorreal fueron excarcelados, pero continúan imputados en la causa por la quema de los trenes. El juez trata de despegarse del asunto, sugiriendo que fue víctima de una maniobra de la policía. Por su parte, el gobierno mantiene silencio, después de haber respaldado al juez cuando mandó detenerlos. Ante este escenario, algunos dirigentes de la izquierda están exigiendo las renuncias del Jefe de Gabinete y del juez, así como la apertura de los archivos de la SIDE y la formación de una comisión investigadora. Sin emargo, la crítica debe apuntar al fondo del problema, porque el ataque a Sobrero no es producto del odio personal de Aníbal Fernández a los “troskosâ€, sino el resultado de una orientación del Estado en defensa del capital.

Caso Sobrero: ¿exig...
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El martes 4 Rubén Sobrero y Leonardo Portorreal fueron excarcelados, pero continúan imputados en la causa por la quema de los trenes. Por ahora, Sobrero y Portorreal no pueden salir del país, ausentarse de sus domicilios por más de 48 horas y deben presentarse una vez por mes en el juzgado. Esto a pesar de que se evidenció que se trató de una causa armada. El propio juez ahora trata de despegarse del asunto, sugiriendo que fue víctima de una maniobra de la policía (por lo que decidió entregar la investigación a la Secretaría de Inteligencia). Una excusa estúpida para disimular el papelón. Por su parte, el gobierno mantiene silencio, después de haber respaldado al juez cuando mandó detener a Sobrero y Portorreal.

Ante este escenario, algunos dirigentes de la izquierda están exigiendo las renuncias del Jefe de Gabinete, Aníbal Fernández y del juez Yalj, así como la apertura de los archivos de la SIDE y la formación de una comisión investigadora, independiente y con plenos poderes, que eche luz sobre cómo se armó la causa y también sobre las relaciones entre el Gobierno y la empresa. Christian Castillo, dirigente del PTS y candidato a vicepresidente por el FIT, formuló este reclamo. Esta clase de demandas son muy comunes en la izquierda. Es que parece “lógico” que si el juez X y el ministro Y estuvieron a la cabeza del escándalo, exijamos sus renuncias. Y si sospechamos que la SIDE nos está vigilando, reclamemos por la apertura de sus archivos y el despido de los funcionarios involucrados. También parece lógico que todo esto lo haga alguna “comisión con plenos poderes”. Todo entonces es muy “lógico”…. pero en un mundo en que no existiera el poder del Estado, la lucha de clases y el dominio del capital. Es que en el mundo concreto en que vivimos, pienso que estas demandas no llevan a ningún lado; y son funcionales a la propaganda que tiende a presentar todo como producto de errores de personas. El sistema en sí no es el problema, lo que fallan son las personas, viene a decir el mensaje subyacente. Aquí habrían actuado mal un juez y un jefe de gabinete, de manera que hay que reemplazarlos; por este camino, podría llegarse a un Estado más democrático, más tolerante, etc. El foco de la atención está puesto en los personajes.

La renuncia del fusible

La idea que defiendo es opuesta a la anterior. Sostengo que la crítica debe apuntar al fondo del problema, porque el ataque a Sobrero no es producto del odio personal de Aníbal Fernández a los “troskos”, sino el resultado de una orientación del Estado en defensa del capital. Fernández se puede haber equivocado en su instrumentación, y es posible que en algún momento sea reemplazado, debido a su manifiesta ineptitud para la tarea. Pero es ineptitud en la defensa de los intereses de la clase dominante; no se lo desplazará por defender al capital -y atacar a la izquierda- sino por hacerlo mal. El cambio no modificará las cosas de alguna manera sustancial.

Destaco que este enfoque del problema puede parecer novedoso, pero no lo es. Hubo una tradición en la izquierda que hacía eje en la denuncia y la crítica del carácter de clase del Estado, y desestimaba por inconducentes las demandas centradas en el cambio de “figuritas”. En este respecto quiero recordar la posición de Lenin en 1917, cuando se dio un caso que parecía habilitar la típica demanda “que renuncie el ministro”. Contextualizo el tema: en abril de ese año se filtraron informaciones sobre tratativas secretas con los aliados del Ministro de Relaciones Exteriores, Milyukov, para continuar la guerra. Inmediatamente estallaron manifestaciones en Petrogrado; los manifestantes -entre los que había muchos bolcheviques- pedían la renuncia de Milyukov y la publicación de los acuerdos diplomáticos secretos. Como resultado de la presión, renunció el ministro, aunque los tratados no se dieron a luz. Mucha gente que estudia la Revolución Rusa pasa por alto que en ese episodio hubo una voz discordante en la izquierda. Esa voz fue la de Lenin. Contra el sentido común imperante, Lenin argumentó que un cambio de personas no hacía ninguna diferencia, y solo alimentaba falsas ilusiones. Escribía: “Todo el gobierno provisional es un gobierno de la clase capitalista. Es un asunto de clases, no de personas. Atacar personalmente a Milyukov, demandar, directa o indirectamente, su renuncia, es una comedia estúpida, ya que ningún cambio de personalidades cambiará algo en la medida en que no cambien las clases que están en el poder” (Íconos contra cañones, frases contra el capital” O. C. t. 24). Y al hacer el balance de la crisis, señalaba: “Las manifestaciones comenzaron como demostraciones de soldados bajo la consigna contradictoria, equivocada y carente de efectividad de “Abajo Milyukov”. ¡Como si el cambio de personas o grupos pudiera cambiar la sustancia de la política!” (“Lecciones de la crisis”, ídem).

Al margen de las situaciones políticas tan distintas -en Argentina no está en curso una revolución, como sí lo estaba en 1917 en Rusia- rescato el enfoque de Lenin, anclado en un criterio materialista. Lo central es retener que las orientaciones políticas fundamentales de los Estados y gobiernos no dependen de las personas a cargo, sino de las fuerzas políticas y sociales que los mismos expresan, y los sustentan. Son estas fuerzas las que establecen los escenarios en los que actúan los personajes. El empeño de los ideólogos del capital está puesto en disimular este hecho, y exaltar al “héroe”.

Destaco también que el reclamo de renuncia del ministro Fernández no me parece “neutro”, sino perjudicial. Es que no sólo plantea un objetivo que no representa progreso alguno, sino también lleva agua al molino de los que quieren hacernos creer que hoy “la lucha por el cambio” (vaya a saber uno qué es ese “cambio”) pasa por disputarle “a la derecha” espacios de poder en el futuro gobierno K. Desde el enfoque que estoy planteando, estas intrigas de palacio sólo darán lugar a cambios cosméticos. ¿O acaso alguien puede ilusionarse de que las cosas cambiarán para los militantes “a lo Sobrero” porque en lugar de Fernández esté Garré, o De Vido, o algún dirigente de La Cámpora? Algo similar podemos decir de la renuncia del juez Manuel Yalj. Todos estos funcionarios no son más que fusibles del sistema. En última instancia, cuanto están muy quemados, pueden ser reemplazados; con lo cual se salvan las apariencias, e incluso se difunde la idea de que el Gobierno y el Estado son “sensibles” a los reclamos populares. Es la vieja política de cambiar algo para que todo siga igual.

Archivos y comisiones investigadoras

Con el mismo criterio analizo el reclamo de apertura de los archivos de la SIDE. ¿Quién puede creer que la clase trabajadora puede obligar a publicar los archivos reales de los servicios de inteligencia del Estado capitalista? Es más fácil tomar el poder político, que lograr semejante cosa. El Estado capitalista es un organismo del capital, cuya función esencial es defender las relaciones sociales existentes. Para cumplir este cometido, necesariamente mantiene una amplia red de vigilancia y montañas de datos sobre los elementos díscolos, posibles subversivos del orden del capital, críticos, etc. En este punto puedo brindar un ejemplo personal. En 1976 estuve detenido-desaparecido durante 24 días en Superintendencia Federal; fui dejado en libertad, pero en 1977 volvieron a buscarme (felizmente sin éxito); en 1982 volví a ser detenido, pero esta vez en forma más o menos “legal” (aunque incomunicado y sin posibilidad de llamar a un abogado). El “cargo” siempre fueron mis ideas y militancia socialista. Pues bien, el hecho es que todavía en la actualidad, cada vez que voy a tramitar un pasaporte, me lo retienen con el argumento de “hay antecedentes”. ¿Cuáles? Los de la época de la dictadura. Incluso en 2009 estuve a punto de perder un viaje por esta retención. Esto, a pesar de toda la propaganda oficial sobre los derechos humanos (1976-1983; la triple A y otras yerbas no se indagan). El tema es que aunque lograra que no me hostiguen con los antecedentes al ir a retirar mi pasaporte, mis antecedentes seguirán en poder de los organismos de inteligencia. Pueden decir que borran listas, pero no les creo palabra. El aparato de represión contra los socialistas y críticos del sistema, seguirá intacto, en tanto continúe vigente el dominio del capital.

Por otra parte, de nuevo es interesante ver qué decía Lenin, a propósito del reclamo de publicar actas y acuerdos diplomáticos secretos: “… nuestra línea no puede consistir en exigir del gobierno la publicación de los tratados. Esto sería una ilusión. Exigir esto a un gobierno de capitalistas es lo mismo que exigirles que descubran sus trampas comerciales” (intervención en la Conferencias del POSDR (b) de Petrogrado, t. 24 O. C.). Encuentro esta idea totalmente aplicable a los archivos de los aparatos de inteligencia estatal en Argentina, y en cualquier otro país capitalista.

Naturalmente, todo lo anterior también se aplica a la exigencia de la comisión investigadora. Es casi elemental que para investigar a los organismos del Estado, y sus relaciones con los empresarios, habría que tener poder. Poder para llamar a declarar; para detener gente; para entrar en los recovecos del aparato estatal -en particular de las fuerzas represivas- y también para meterse en las empresas. Pero este poder hoy no existe en la izquierda. Siempre que planteamos una consigna tenemos que preguntarnos cuáles son las condiciones en las cuales las podemos aplicar. Investigar las conexiones del gobierno, con sus fuerzas represivas, y los grupos económicos, y los negociados mutuos (a lo que habría que agregar las conexiones con la burocracia sindical, por lo menos), equivale poco más o menos a establecer el control del pueblo y la izquierda sobre el Estado y la clase capitalista. ¿Qué sentido tiene esto? La política tiene que partir del análisis de las relaciones de fuerzas existentes. Es necesario hacer un análisis materialista. De lo contrario, se alientan ilusiones, y la política se ubica en las nubes.

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