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Diana Sacayán
Por Zula ((i)) -
Wednesday, Oct. 14, 2015 at 6:10 PM
zula(arroba)riseup.net
“…Ni la humillación, ni los golpes, ni las rejas lograran nuestra obediencia…â€
Es tan difícil para mi pensar en informar otro femicidio/travesticidio porque esta vez la asesinada es una amiga, una hermana. Conocí a Diana hace muchos años luchando contra la modificación del código contravencional de la Ciudad de Buenos Aires, en esa oportunidad también conocí a Marlene Wayar y Lohana Berkins. Yo comenzaba a transitar mi militancia por la comunicación. Fueron ellas, ella, de quienes escuche por primera vez la palabra género en su dimensión política. Fueron ellas, ella, quienes plantaron en mí una semilla que un tiempo más tarde pude ponerle un nombre: feminismo.
Luego vino una causa armada que la mantuvo varios meses detenida junto a su hermana, Johana. Fueron alojadas en el destacamento 20 de Junio en el lugar más alejado de La Matanza. ¿Quizás pensando que allí se olvidarían de ellas? Así comenzamos nuestra amistad, sentadas en el piso tomando mate, barrotes de por medio. En esa oportunidad varixs compañerxs tejimos un amoroso círculo de protección sobre ellas, para que la maldita yuta supiera que no estaban solas. Yo junto a un compañero de Indymedia, Anarresti, la visitábamos con frecuencia. En una de esas visitas me entrego un papel que había escrito bajo la única lámpara que había en los calabazos y decía: “De este oscuro e inútil lugar, que jamás en la historia de la humanidad, ha logrado los objetivos con las que fue creado, les hacemos llegar nuestro más cálidos abrazos y profundo agradecimiento por la actitud de compañerismo y afecto que surge de ustedes. Queremos hacerles saber que podrán encerrarnos a uno, dos, tres o veinte años, pero no besaremos nunca sus botas. Ni la humillación, ni los golpes, ni las rejas lograran nuestra obediencia. No estamos paradas sobre esta tierra para ver como crecen los monopolios a costilla de nuestra explotación, de los que sufrimos hambre y frío. No nacimos para trabajar y ver como unos cuantos aplastan sus culos sobre terciopelo, y ordenan nuestras vidas a su antojo.”
Y así vinieron infinidad de acciones. La contramarcha, el colectivo izquierda glttb, la carpa travesti, la navidad sin presos políticos, las calles, la lucha, el cuerpo siempre poner el cuerpo. Ella no entendía la lucha sin jugarse hasta la última fibra de su ser. Siempre la admire. Brotaba de ella una lucidez política que no venía de los libros, ni de la academia sino de batallar cada segundo de su vida. Cada vez que nos cruzábamos en una marcha nos abrazábamos y nos prometíamos vernos pronto. Hoy lamento tanto no haber apurados esos encuentros.
Cuando leí la noticia de su asesinato me pareció irreal, no podía creerlo, no podía ser Diana. Estaba tan feliz cuando se mudó a ese departamento. Siempre creí que ella podría escapar a ese maldito final trava. No fue una muerte súbita, ni un ataque al corazón, ni un accidente fue una maldita muerte violenta como muchas muertes de travestis y trans. En una marcha, Diana, tiro una consigna: ¡No sea indiferente se mata a las travestis en la cara de la gente! Nosotros, nosotrxs, nosotr*s, nosotres, no vamos a permitir esa indiferencia, vamos a salir a la calles y poner el cuerpo para exigir justicia.
Querida compañera Amancay Diana Sacayán hasta la victoria siempre! Venceremos, te juro que venceremos!