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No es una pelicula de terror, es la realidad en España
Por mezulari (gara.net) - Wednesday, Dec. 29, 2004 at 1:49 AM

Amaia Urizar fue detenia en Bilbao (Pais Vasco) el 29 de octubre del 2004 en Bilbao, por la Guardia Civil espñola. Es una militante independentistas vasca, y esto es lo que sufrio en comisaria. Tortura y violación. Difundirlo por favor, erradiquemos la lacra de la tortura.

«En el coche iba en medio de dos hombres, llevaba la cabeza agachada. Nada más entrar, el que iba a mi derecha me empezó a hablar:‘Has caído, Amayita, y esto lo tienes que asimilar;a nosotros nos da igual porque sabemos todo, pero ten claro que nos lo tienes que contar tú, y tienes dos formas de hacerlo, por las buenas o por las malas».

«Nada más se abrió la puerta del calabozo, oí la voz del guardia civil que había ido en el coche hasta Madrid diciéndole a otro, al que llamó Garmendia, que hiciese lo que tenía que hacer. Se tiró sobre mí, me echó a la cama y me agarró muy fuerte de los brazos. Empecé a gritar que me dejase, y ellos me gritaban ‘cállate, puta’. Entonces les ví. Estaban encapuchados y el que había ido en el coche tenía bajados los pantalones y los calzoncillos, y venía hacia mí mientras me decía entre risas ‘nos vamos a follar a la novia del jefe’. Se tiró sobre mí mientras restregaba su cuerpo contra el mío (...) Me gritaba ‘¿qué te dice tu pareja mientras te folla, gora ETA? ¡Seguro que estás poniéndote cachonda, puta, te vamos a follar todos y le vas a dar asco porque nos lo vamos a pasar muy bien contigo!’. Los que estaban en la puerta estaban pidiendo su turno y entre risas me decían ‘te va a follar hasta la tía que está aquí con nosotros’».

«Me gritaban y me insultaban ‘puta, zorra, mentirosa’, y me colocaban una bolsa por la cabeza mientras la apretaban por detrás. Al principio sentía calor, tenía la cara empapada en sudor, intentaba moverme cuando la bolsa me tapaba la boca, no podía respirar y comenzaba a marearme:conseguía romper la bolsa con los dientes, y en aquellos momentos, cuando empezaba a respirar de nuevo, me golpeaban en los oídos sopapos con la mano abierta».

«Estaba cansada, asustada, temiendo lo que irían a hacer, tenía ganas de devolver, así que una de las veces que abrieron la ventanilla de la puerta aproveché para pedirles ir al baño. Entonces uno de ellos me respondió: ‘Si vomitas, te jodes, y como se te ocurra te lo comes’».

«Las paredes del calabozo eran de gotelé y no sé cuál sería la razón, pero veía dibujos en ella, y se movían. Tenía miedo de salir de allí loca, el calabozo se hacía grande y se empequeñecía, la puerta se me acercaba y se me alejaba, el suelo también se movía».

«Me llevaron de nuevo a la habitación de las baldosas blancas. Al entrar allí oí ruido de agua, era como si estuviesen llenando algo, y ellos se reían mientras me susurraban al oído ‘Amaia, Amayita’. No sé si fue a causa del terror, pero en esos momentos me oriné encima. Algunos comenzaron a reírse de mí, en cambio otros se enfadaron y me dijeron que tendría que limpiar toda la habitación con la lengua. Se cortó el chorro de agua, me obligaron a dar un par de pasos hacia delante y a ponerme de rodillas. Me quitaron el antifaz. Me apretaron las esposas, estaba esposada a la es- palda. Ante mí estaba la bañera... Me puse muy nerviosa e intentaba echarme para atrás, pero no había escapatoria, estaba rodeada. Ya sabía lo que me iban a hacer (...)Entonces, entre dos hombres, uno agarrándome del cuerpo y el otro estirándome del pelo, me metían la cabeza en la bañera muy bruscamente, de forma que me golpeaba el pecho contra la bañera;sentía que me ahogaba, intentaba echarme para atrás con las piernas, a los lados, pero no podía;movía la cabeza con todas mis fuerzas para sacarla del agua, pero era imposible mientras ellos no quisieran. Tragué demasiada agua, tanto por la boca como por la nariz, tenía la cabeza mareada, estaba sin fuerzas, pero a ellos les daba igual y seguían gritando y diciendo nombres y más nombres, que lo asumiera, que lo asumiera. El llanto no me dejaba decidir nada. Ya no espe- raban ninguna respuesta puesto que no daban opción a responder, sólo me daban tiempo a que respirase un momento. No podía más, en aquellos momentos pensaba que no iba a salir viva de allí, que no podía hacer nada, y dejé mi cuerpo como si se tratase de una marioneta. No hacía fuerza, sólo quería que aquello acabase; si su objetivo era matarme, que lo hiciesen cuanto antes».

«Me cubrieron los ojos mientras me decían que me llevaban donde el forense (...)Allí había un hom- bre, me enseñó el carné un momento, y yo le notaba como con desconfianza. Lo primero que me pregun-tó es si había sufrido malos tratos, y yo entre sollozos le contesté que no. Le dije que me mirase los ojos, por-que tenía hinchado y rojo el ojo izquierdo. Me echó un vistazo y me dijo que aquello no era nada, que seguramente se habría infectado al hacerme la bañera, y me preguntó si quería un colirio. No me lo podía creer. Me preguntó si había sufrido malos tratos y luego él me dijo lo de la bañera. No quise el colirio».

«Estuvieron enseñándome fotografías y más fotografías hasta que se cansaron, y entonces el que hacía el papel de jefe empezó a gritarme ‘¡puta zorra, si no has aprendido nada en estos días, lo vas a aprender!’. Me dijo que en aquel momento le daba igual pegarme dos tiros, y me puso de nuevo el antifaz (...) Me dijo que el juego se había acabado. Me levantó un poco el antifaz y me enseñó una pistola, era de metal. Yo intenté revolverme, estaba aterrorizada pensando que me iban a pegar dos tiros... Entre risas me preguntaron si la quería coger con las manos, a ver si tenía ‘cojones’ como mi hermano y mi compañero para dispararles; yo les decía que no, entre sollozos, temblando, y ellos entre risas me decían cosas del estilo de ‘puta traidora’. Entonces sentí el metal entre mis piernas y un guardia civil me susurró que no me moviese. Yo lloraba y empecé a gritar como una loca, mientras hacía fuerzas por juntar mis piernas, pero no podía porque tenía atados los tobillos a las patas de la silla... Me puso la pistola entre las piernas y con su mano me apartó el tanga; yo le gritaba que me dejase en paz, pero él comenzó a golpearme en los oídos con las manos abiertas a la vez que me gritaba que estuviese quieta o que se le iba a escapar un tiro porque la pistola estaba cargada. Oía las carcajadas de los demás diciendo cosas del estilo de ‘zorra, guarra, puta, si te va a gustar...’. Me introdujo el cañón de la pistola en la vagina mientras me gritaba al oído una y otra vez ‘¿qué te dice (por mi pareja) cuando te folla, gora ETA?’ No podía parar de llorar y ya no tenía fuerzas para gritar. Empezó a introducirme y a sacarme la pistola de forma más violenta, lo que me provocaba dolor, mientras el que me estaba violando me susurraba ‘si te gusta, puta’, ‘no vas a tener un hijo porque te voy a pegar dos tiros’... Su olor se me metía hasta dentro, me daba asco, no sé si alguna vez se me irá ese olor de la cabeza... Todos estaban riéndose, uno me sujetaba por el cuello mientras el otro, una y otra vez, me metía y me sacaba el cañón de la pistola en la vagina y me sobaba el pecho de forma muy brusca, apretándome el pecho con las manos. Notaba dentro de mí el frío del metal, ellos me repetían que la pistola estaba cargada y que si disparaban sería mi culpa... No sé durante cuánto tiempo se prolongó la violación, pero me quedé muda, estaba como perdida;en aquella habitación estaban violando mi cuerpo, pero por un momento yo conseguí huir de allí, entre sollozos, pero conseguí huir de allí;me acordaba de la gente de mi entorno, estaba con ellos y con ellas, estaba protegida... De repente sacó muy bruscamente el cañón de la pistola de dentro de mí, mientras les decía a los demás ‘mirad, si se ha corrido la puta ésa’, ‘habrá que repetir, que a la guarra le ha gustado’... Volví a la realidad, me encontraba completamente dolida... De nuevo me enseñaron las fotografías, de una en una, y me decían respecto de cada persona lo que yo les había dicho (de qué pueblo eran...)más lo que ellos les querían imputar;me decían que tenía que aprenderlo todo de memoria para repetirlo todo cuando me subiesen a declarar... Lo repitieron en muchas ocasiones, yo tenía que repe- tirlo todo una y otra vez, y si me confundía en algo de nuevo empezaban a golpearme en los oídos con las manos abiertas, y a amenazarme diciéndome que iban a violarme de nuevo».

«No podía conciliar el sueño, estaba aterrorizada y nerviosa (...) Me sentía sucia, me daba asco el mero hecho de pensarlo, no sabía la razón por la que me habían violado y no podía dejar de llorar (...) Nada más entrar en el baño me quité el tanga para comprobar si me habían causado un desgarro o algo del estilo, porque me dolía mucho, pero estaba ‘bien’».

«Me dijeron que ante el juez tenía que ratificar las declaraciones, que si no ya sabía lo que esperaba y que no le dijese nada sobre las torturas si no quería volver allí... Entonces se fueron. Después me metieron en un furgón quitándome el antifaz, me llevaban a la Audiencia Nacional. Empecé a llorar. Por fin estaba fuera de aquel infierno». -

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