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La última rebelión diaguita
Por Diego Castillo - Diario de Cuyo (San Juan) - Wednesday, Feb. 01, 2006 at 11:10 AM

Los nativos de Valle Fértil, de quien serían los restos hallados, fueron un bastión de resistencia.

La última rebelión...
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El informe era inequívoco. De puño y letra del Marqués de Sobremonte, firmado en 1785, le decía al virrey: "la formación del pueblo de Valle Fértil no se llevó a cabo por la oposición que hacen los indios, expresando que les pertenece aquel territorio". Se refería a los diaguitas, una cultura que se convirtió en el último bastión de la resistencia aborigen a la conquista. A ellos se cree que pertenecen los esqueletos encontrados cerca del dique San Agustín. Por eso ahora en el valle piden que la Justicia saque esos huesos de la Morgue Judicial, en Rivadavia, y los traslade a donde estaban, para honrar la memoria de un pueblo que supo defenderse.

La historiadora María Luisa Costa tiene triple interés en la restitución de los restos: es vallista, científica (dirige el Museo Indigenista Centro Cultural Pachamalui) y descendiente diaguita. Publicó varios artículos sobre ese pueblo originario y explicó cómo los diaguitas pasaron de ser nativos pacíficos y agricultores a convertirse en guerreros a la fuerza, rebeldes y perseguidos.

Según Costa, los hallazgos arqueológicos y de otros restos óseos hechos por ella y demás exploradores en las cercanías del dique San Agustín muestran que los aborígenes vivían en torno a la represa, que por entonces era un gran espejo natural de agua y que recibía el nombre de Tajamar. Los diaguitas, que pertenecían a la cultura de los capayanes y yacampis, aprovechaban el río colector de lluvias y vivían principalmente de lo que sembraban. Pero su economía y su vida cotidiana sufrieron un quiebre fundamental con la llegada de los españoles.

Desde el año 1600, las primeras encomiendas desataron un sistema de explotación en las tierras cuyanas. Valle Fértil, que había recibido ese nombre de los conquistadores, no quedaba afuera. Los nativos trabajaban para los blancos y recibían un trato humillante. De a poco comenzó a germinar un volcán de bronca por verse explotados y despojados.

Todo estalló, según la historiadora, en el año 1604. Documentos de la época muestran que los diaguitas del valle, cansados del trato que recibían, mataron a un encomendero y dos españoles más. Fue como una declaración de guerra. Comenzaron enfrentamientos permanentes, que llevaron a los españoles a fundar, dos años después, el fuerte de San Ramón en el centro del pueblo.

Tanta tensión no era gratuita: en 1632, el "Gran Alzamiento" de los aborígenes de los valles riojanos tuvo eco inmediato en los diaguitas vallistos. La sangre corrió sin piedad y el resultado fue de 17 indios castigados con la horca; entre ellos, siete caciques, lo que quebraba la poca organización que conservaban los nativos. Los cuerpos que pendían de las horcas tenían un cartel con intención aleccionadora: "Por traidores a la Real Corona". En esos enfrentamientos fue levantado también el fuerte de Nuestra Señora del Rosario, donde hoy se asienta Baldes del Rosario.

La resistencia diaguita ya estaba diezmada cuando, en 1776, la Junta de Poblaciones decretó fundar San Agustín de Jáuregui como cabecera de Valle Fértil. Fue otro acto de separación y discordia con los diaguitas, ya que San Agustín se consolidó en la margen derecha del río, con mejores y más amplios suelos para cultivar, sólo para habitantes españoles. Del otro lado del río quedaba, "a proporcionada distancia" según establecía el decreto fundacional, el poblado de los aborígenes. Y al medio, como un símbolo de pacificación, la parroquia.

La exclusión terminó con los diaguitas, que mantenían sus rituales de enterrar a los muertos en la entrada de sus viviendas, según explica Costa, para que sus espíritus protegieran a los vivos. En esa misma zona del Tajamar encontraron hace más de dos semanas los esqueletos que suponen diaguitas. Y es allí mismo donde el municipio y la Asociación de los Pueblos Originarios Sanjuaninos quieren volver a enterrar los restos y hacer un museo.


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El debate de la restitución

Primero fue el hallazgo, después la hipótesis y por último la polémica. Los restos de tres esqueletos humanos encontrados en las cercanías del dique San Agustín, en Valle Fértil, todavía están siendo estudiados en la Morgue Judicial (foto), mientras desde el valle el intendente Angel Carrizo y la presidenta de la Asociación de los Pueblos Originarios Sanjuaninos reclaman, vía judicial, que vuelvan al lugar donde fueron encontrados. Ambos, tal como los historiadores vallistos María Luisa Costa y Daniel Cámera, aseguran que se trata de vestigios diaguitas. Dicen que los objetos encontrados previamente en el mismo lugar, sumado a la certeza de que allí existía un enterratorio aborigen, hablan a las claras del origen de los esqueletos. La hipótesis está sujeta a pruebas de laboratorio para determinar la antigüedad de los huesos. Recién entonces el juez Agustín Lanciani deberá decidir si esos restos son restituidos o no a Valle Fértil.


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Opinión: Volver a las raíces

Un pueblo que desconoce sus raíces no puede definir su identidad ni trascender en el tiempo. El camino esencial que lo definirá como existencia sociocultural y religiosa en la historia o en un momento de la misma es el que conduce al estudio de testimonios materiales como piedra, barro, restos óseos, arte rupestre, estudios onomásticos, toponímicos y orales.
El tajamar, actual dique de Valle Fértil, es una represa que fue aprovechada por los diaguitas. Los petroglifos que se encuentran a la orilla del tajamar no son vestigios aislados, constituyen una unidad con un sitio, con un ambiente, con una actividad, con circunstancias que de algún modo dejan de ser meramente naturales para convertirse por el efecto del toque humano en paisajes sagrados o místicos.
A manera de mensajes para el futuro de los tiempos, el diaguita vallista selló sobre la superficie oscura de las rocas una profusa representación de la fauna y de la actividad cotidiana. Toda la vida doméstica y de relación está concentrada alrededor del tajamar.
El tajamar es un bien social, común, es patrimonio, herencia que da cuenta del pasado y sin éste no hay identidad, pertenencia ni raíces, y es uno de los referentes más importantes para definir nuestra identidad como vallistas; como es axial también el hallazgo de petroglifos, morteros, fragmentos de viviendas, los "Ugnos sagrados" que se encuentran justamente frente al tajamar.
Estos sepulcros son sagrados e inviolables; cuando se encuentra restos humanos dentro de su contexto ceremonial, merecen ser tratados con el respeto y mística que la cultura reclama; deben analizarse científicamente, in situ, para determinar la cronología y antigüedad.
El desconocimiento conduce a la destrucción de espacios sagrados de nuestra cultura y, lo que es más doloroso, a la autonegación de los descendientes de este pueblo, que se avergüenzan de ser diaguitas.
Por ello, urge asumir actitudes responsables y comprometidas con la herencia del pasado, caso contrario seremos un pueblo híbrido, débil y dominable, que desconoce las raíces, que desvaloriza y niega la grandeza de un pueblo sabio y originario.

Por María Luisa Costa / Historiadora

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