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Un tesoro a compartir por todas
Por Leonor Silvestri - Friday, Sep. 04, 2009 at 9:52 AM
leocatlove@hotmail.com

una nota que ni Ñ ni Mu quisieron publicar, unos por ser muy controvertida, otras por peleas internas, sobre los asi llamados derechos de autor, el caso Potel, la Camara argentina del libro y la CADRA.




Un tímido y muy ingenuo estudiante de filosofía ahorra dinero y compra una computadora para tener acceso a todas esas cosas con las que antes solo soñaba: libros agotados, reproducciones de arte publicadas en carísimos ejemplares, una novia, y la construcción –no sin mucha dedicación- de tres mapas virtuales sobre los tres filósofos de sus amores a los cuales denominará “Bibliotecas Virtuales Online”. Pero lo que en 1998 parecía un sueño para Horacio Potel, profesor de Ética y Metodología de la Universidad de Lanús, devino pesadilla cuando la Cámara Argentina del Libro, representada por el abogado Raúl Alejandro Ochoa, inició una demanda en su contra por sus muy populares sitios web http://www.nietzscheana.com.ar, http://www.heideggeriana.com.ar y "http://www.jacquesderrida.com.ar/" http://www.jacquesderrida.com.ar. Sorprendentemente, la demanda no fue iniciada por los autores (que se encuentran- años más, años menos- todos muertos), ni por sus respectivos descendientes, ni siquiera por alguna editorial local cuyas ventas se vieron perjudicadas; sino porque la editorial francesa Les Éditions de Minuit, poseedora de los derechos sobre dos obras inéditas en nuestro país de Derrida, elevó una queja a la embajada francesa en Argentina la cual se comunicó inmediatamente con la CAL exigiendo una respuesta que no se hizo esperar: ahora Potel está implicado en la causa número 57.627 que actúa en el juzgado en lo criminal de instrucción Nº 37 por violación de la ley 11.723 de derechos de propiedad intelectual y corre el riesgo de que sus teléfonos, direcciones de e-mails y domicilio particular sean intervenidos y allanados para “establecer el lugar físico donde se origina el hecho” y que sus herramientas de trabajo (sus computadoras personales) sean confiscadas por parte de la Unidad Fiscal de investigación de Delitos Tributarios y Contrabando (UFITCO), encargada de la investigación.
Casos como el de Potel ponen en el candelero lo que realmente significa (y representa) el derecho de propiedad intelectual y el copyright y a quiénes beneficia. Con eso en mente,la Confederación Internacional de Sociedades de Autores y Compositores (C) ó la 2º Cumbre Mundial de derechos de autor en EE.UU. para debatir cómo se producirán, distribuirán y consumirán las obras creativas, cómo van a recibir los creadores la remuneración por sus obras y a qué nuevos retos se enfrentan los usuarios en lo que respecta a los reglamentos. A nivel local, entre tanto, de FM La Tribu y la Fundación Vía Libre a sala repleta en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y con el auspicio de la carrera de Comunicación Social las s de Derechos de Autor en el mundo Digital donde activistas, académicos y artistas debatieron sobre la cultura libre, la criminalización de la práctica del compartir, y las alternativas al modelo de derechos de autor actual donde participaron desde la Unión de Músicos Independientes, catedráticos como Daniel Link, Alejandro Kaufman, Diego Levi, hasta activistas de software libre como Enrique Chaparro.
La investigadora de la UBA Beatriz Busaniche, miembro de Fundación Vía Libre y organizadora de la jornada, en exclusiva para Ñ arremete: “Mas monopolio no es más defensa del autor. La propiedad intelectual es un oxímoron, no existe la propiedad sobre las ideas. Lo que existen son ciertos derechos sobre ciertas aplicaciones de ciertas ideas. Pero es distinto hablar del derecho de un autor sobre la paternidad de su obra que el derecho de un laboratorio a impedir la utilización de una medicación ante una emergencia sanitaria. Sin embargo todo esto está metido dentro de la misma ley propiedad intelectual. Si acciones de bien público, socialmente constructivas, que contribuyen al enriquecimiento de la cultura son todas ilegales, es hora de repensar la ley. Aunque no conozco una sola persona que no viole la ley 11.723 - incluso los artistas que pretenden defenderse con ella- cuando se aplica se aplica a discreción”. Por su parte, el matemático Enrique Chaparro, sostiene que en “las últimas décadas han visto un arrollador avance de apropiación privada sobre bienes comunes a través una serie de trampas encapsuladas bajo el nombre “propiedad intelectual” un portmanteau que engloba cosas tan disímiles como derechos de autor y conexos, derechos de editores (copyright), derechos de obtentores de variedades vegetales, patentes, marcas, derechos de mascara y la lista sigue. Estos derechos son, en realidad, privilegios.”
La ley en cuestión– creada en 1933 cuando propietarios de derechos y autores eran usualmente la misma persona-, comprende para su autor (o propietario de los derechos) la facultad de disponer totalmente de su obra: publicarla, ejecutarla, representarla, y exponerla en público, traducirla o permitir su traducción, adaptarla, o incluso “enajenarla”, -sea lo que fuere que los letrados interpreten por tal término-. En línea Joost Smiers autor de Un mundo Sin Copyright que sostiene que los derechos de autor son derechos de exclusividad, es decir el monopolio sobre algo que inspira el conocimiento y la creatividad que forma parte del dominio público, Sebastián Vásquez del Colectivo de FM La Tribu, organizador del evento y editor del libro de contra-cultura Muerde por los 20 años de la esta, la primera radio comunitaria, mantuvo la postura más radical: “Queremos que se terminen los derechos de autor porque ese sistema está caduco, anclado en otra visión del mundo, y si nos adscribimos a la esa ley ya no podríamos hacer nada. Tanto el copyright como la ley de propiedad intelectual son monopolios artificiales sobre bienes intangibles. Esta es la pelea por la libertad de qué y cómo decir lo se dice por encima del monopolio del control de las industrias culturales.”
Mientras tanto, Potel asustado vació sus páginas que muestran la leyenda "Este sitio ha sido desactivado debido a una acción judicial iniciada por la CÁMARA ARGENTINA DEL LIBRO", con un banner donde se compara lo acaecido con la quema de libros. No es esta la primera vez que la CAL, ciñéndose estrictamente a la letra de la ley, realiza una demanda en contra del bien común del público lector: a principios de la década hizo allanar la sede de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA e incluso procesar a docentes porque sus alumnos fotocopiaban material bibliográfico. Contra lo que podría ser considerado la lógica de difusión de la cultura de la ley, la CAL criminaliza el acceso libre a la información, incluso en el caso de obras que no podrían ser adquiridas comercialmente, trabajos fuera de imprenta, agotados, o más allá de las posibilidades del bolsillo promedio argentino. Quizás recordando el ingreso de la Policía Federal al interdicto ámbito universitario como en los años oscuros, rector de la UBA, Dr. Rubén Hallú, firmó –sin consultar a ni debatir abiertamente con los distintos claustros del gobierno tripartito de la universidad- un convenio con el Centro de Administración de Derechos Reprográficos (CADRA) el cual se le otorga a la universidad la licencia de reproducción de obras literarias y científicas administradas por CADRA y protegidas por el derecho de autor a cambio de una suma anual aproximada de 3.000.000 pesos (sin incluir otro monto que los distintos centros de estudiantes también tendrán que aportar).
La medida desató la polémica. El Prof. Kaufman, director de la carrera de Comunicación Social de la UBA afirmó en el evento: “El convenio con CADRA es extravagante y monstruoso. Este caso y el de Potel nos permiten discutir acerca de la desaparición de libros, que se asemeja a la desaparición de las personas. La acción de Potel de poner el apellido debajo de una reproducción es un experimento cual bandolero ácrata, su gesto es como ir a un banco y decir “Entreguenme el dinero”, una interpelación, acerca de lo utópico y deseable que no debe quedar reducido a una cuestión meramente de crispación. La penalización en su contra solo es susceptible de rechazo. Tenemos que discutir sobre el acceso al conocimiento; en el país de Menem, Tinelli y Videla, ocurren estas cosas: a Potel le mandan la policía a la casa, lo cual es una crueldad.” En la polémica sede Ramos de la Universidad de Buenos Aires, sin calefacción, con techos de chapa, y baños rotos, donde se desarrollaron las jornadas, el ensayista y catedrático Daniel Link sostuvo la posición más dura con respecto a CADRA en su conferencia: “Los profesores y autores de libros utilizados en la universidad que defienden como noble la política de entrega para que la CADRA distribuya entre sus asociados, por un trabajo que ya ha sido pagado por todas las instituciones que patrocinaron la investigación (la facultad misma, el Conicet, etc.), son cómplices y habría que pensar en dejar dar bibliografía de estos autores que defienden los principios de las corporaciones para que su fama se extinga.” Más aun, y haciendo referencia a la construcción colectiva de la cultura en post de la desaparición hegemónica del concepto de autor, agregó en su conferencia: “Una persona que cree que se le debe algo por lo que ha publicado y que no cree que él o ella le debe algo a la sociedad es una persona con una soberbia infinita por eso pide derechos de autor y reprográficos. Como si no les debieran nada a otros autores que han leído, a sugerencias que han escuchado, a la formación que han recibido, en especial quienes se han formado en el sistema público. Tendríamos que ejercer una tarea de escarnio y desprecio para aquellos autores que cínicamente aceptan los objetivos de esas cámaras.”
No consciente del poder subversivo que tiene la libre circulación de los materiales simbólicos y de la explotación comercial en ciernes de la segunda lengua en expansión después del inglés un indignado Potel se escuda en el hecho de que “El derecho al acceso a la infor¬mación es algo que al parecer a nadie le importa en esta época de barbarie. No hice ni pretendía nada raro, sólo subir a la web, en forma ordenada y con cierto control de calidad todo lo que pudiera encontrar sobre los filósofos que me apasionaban. Las posibilidades técnicas convirtieron por sí solas a estas "bibliotecas" en máquinas privilegiadas para la producción cultural, dando la posibilidad de buscar en instantes un término en toda la obra de un filósofo, tener linkeado en el texto no sólo la cita sino el texto al que se alude, o las distintas versiones de una misma conferencia. Tuve por toda intención compartir las herramientas que utilizaba en torno a la filosofía”. En este contexto las acusaciones de Les Editions de Minuit afirmando que la utilización sin autorización de los trabajos de “Jacques Derrida daña la difusión del pensamiento del filósofo” parecen una broma de mal gusto. las cosas cambian tanto como la tecnología. Les Editios de Minuit supo ser una de resistencia lanzada en 1942 que durante el período de post guerra lanzaba escritores innovadores (hoy clásicos)- desde Samuel Beckett a Alain Robbe-Grillet-, y continuo desafiando la censura francesa en 1958 con la publicación de la obra del periodista Henri Alleg La Question, el más bello y terrible libro contra la tortura, escrito en una prisión de Argelia.
Entre tanto, y a la espera de que Irene Lindon por parte de la editorial, presente por intermedio del agregado cultural de Francia en Argentina la documentación correspondiente que acredite que son poseedores de los derechos, sugestivamente llega a Internet la noche del oscurantismo, como el nombre de la editorial acredita (Ediciones de Medianoche). Al mismo tiempo, el debate online que se desarrolla en el grupo de facebook que defiende al profesor aboga por una política cultural que priorice el derecho a la libre información, a la difusión de la cultura, y el acceso al conocimiento por encima de los sospechosos intereses territoriales y comerciales de propiedad intelectual sin intelecto. Los sesgos coloniales de las acciones emprendidas dejan al descubierto las redes de poder que operan tras los subsidios otorgados por el Estado francés y sus gestiones para conseguir derechos de autor que benefician a ciertas las editoriales locales -algunas de ellas relacionadas directamente con los directivos de la CAL tal como figura en la nómina de sus autoridades, como ser Manatial también editora de textos de Derrida-, y demuestran que las políticas culturales establecidas por estas instituciones nada tienen que ver con divulgar y popularizar, con una curación de calidad y un respaldo de erudición, obras de filosofía que pertenecen ya no a los estados nacionales, ni al capital transnacional, sino que es patrimonio de la cultura universal. En palabras del mismo Derrida en Ecografías de la televisión, publicado por la editorial universitaria EUDEBA en 1998: “Heredo algo que también debo transmitir: ya sea algo chocante o no, no hay derecho de propiedad sobre la herencia”. Sobre esa herencia común a todos que nos conforma se construye lo nuevo.


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