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Afinidad y organización informal
Por Bonano -
Thursday, Jun. 24, 2010 at 5:34 AM
Los compañeros anarquistas tienen una visión ambivalente del problema de la organización. En los dos extremos se colocan, por un lado, la aceptación de una estructura permanente, dotada de un programa bien delineado, con medios a su disposición (aunque sean pocos) y subdividida en comisiones; por otro, el rechazo de toda relación estable aunque sea durante un breve periodo. La federación anarquista clásica (a la antigua y nueva usanza) y los individualistas constituyen, dos extremos de algo que de cualquier modo trata de eludir la realidad del enfrentamiento.
Los compañeros anarquistas tienen una visión ambivalente del problema de la organización. En los dos extremos se colocan, por un lado, la aceptación de una estructura permanente, dotada de un programa bien delineado, con medios a su disposición (aunque sean pocos) y subdividida en comisiones; por otro, el rechazo de toda relación estable aunque sea durante un breve periodo. La federación anarquista clásica (a la antigua y nueva usanza) y los individualistas constituyen, dos extremos de algo que de cualquier modo trata de eludir la realidad del enfrentamiento.
El compañero adherido a la estructura organizativa espera que de un crecimiento cuantitativo venga una modificación revolucionaria de la realidad y tiene la pobre ilusión de considerarse seguro de controlar toda involución autoritaria de la estructura y toda concesión a la lógica del partido. El compañero individualista es celoso de su propio yo y teme toda forma de contaminación, toda concesión a los otros, toda colaboración activa, teniendo estas cosas por cesiones y compromisos. Los compañeros que se colocan críticamente frente al problema de la organización anarquista y que rechazan el aislamiento individualista, profundizan el problema solo en términos de organización clásica, logrando difícilmente pensar formas alternativas de relación estable.
El grupo de base es visto como elemento imprescindible de la organización especifica y la federación entre grupos, sobre la base de una clarificación ideológica, aparece como su natural consecuencia.
De este modo la organización nace primero de las luchas y acaba por adecuarse en la perspectiva de un cierto tipo de lucha que al menos se presupone- hace crecer la organización misma. De este modo la estructura resulta una forma vicaria en relación a las decisiones operativas que toma el Poder, el cual por múltiples motivos domina sobre la escena del enfrentamiento de clases. La resistencia y autoorganización de los explotados son vistas como elementos moleculares que se pueden coger aquí y allá pero que solo se harán significativos cuando entren a formar parte de la estructura específica o se dejen condicionar dentro de organismos de masas, bajo la guía (más o menos declarada) de la organización específica.
De este modo se esta siempre en posición de espera. Todos nosotros estamos como en libertad condicional. Escrutamos las actitudes del poder y nos preparamos (siempre dentro de lo posible) para reaccionar ante la represión que nos golpea. Casi nunca tomamos la iniciativa, preparamos intervenciones en primera persona, le damos la vuelta de lógica a la derrota.
Quien se reconoce en organizaciones estructuradas espera un improbable crecimiento cuantitativo. Quien trabaja en el interior de estructuras de masas (por ejemplo desde la óptica anarcosindicalista) espera que los pequeños resultados defensivos de hoy se traduzcan en el gran resultado revolucionario de mañana. Quien niega todo esto, espera lo mismo, no sabe bien que, a menudo atrapado en un hastío contra todo y contra todos, seguro de las propias ideas, sin darse cuenta de que estas no son sino un vacío aspecto negativo de la afirmación programática y organizativa de los otros. Partimos en primer lugar de la consideración de que es necesario establecer contactos entre compañeros para pasar a la acción. En solitarios no se esta en condiciones de actuar, salvo reducirse a una protesta platónica, todo lo cruenta y terrible que se quiera, pero siempre platónica. Si se quiere actuar de un modo incisivo en la realidad es necesario ser muchos ¿Sobre que base ponerse de acuerdo con otros compañeros? Descartando la hipótesis del programa y de la plataforma a priori ¿Qué queda? Queda la afinidad.
Entre compañeros anarquistas hay afinidad y divergencia. No hablo de afinidad de carácter o personal, es decir esos aspectos del sentimiento que a menudo ligan a los compañeros entre si (amor, amistad, simpatía, etc.). Estoy hablando de una profundización del conocimiento que tiene lugar recíprocamente. Cuanto mas crece esta profundización la afinidad puede llegar a ser cada vez mayor, en caso contrario la divergencia resulta tan evidente que resulta imposible toda acción común. Entonces la solución que nos queda es el profundo conocimiento en común que se desarrollara a través de una profundización en los problemas sociales que la realidad de la lucha de clases nos pone delante. Existe todo un abanico de problemas que en general no viene expresado en toda su complejidad. Nos limitamos a menudo a los problemas más cercanos porque son los que tocan más de cerca (represión, cárcel, etc., en primer lugar). Pero es precisamente en nuestra capacidad para abrir el abanico de los problemas sociales donde se halla el medio mas idóneo para fijar las condiciones de la afinidad común, que no podrá ser absoluta o total (salvo casos rarísimos) pero que podrá ser suficiente para fijar relaciones idóneas para la acción. Restringiendo nuestra actividad a unos pocos problemas que consideramos inmediatos y esenciales, no habrá manera de descubrir la afinidad que nos interesa y vagaremos siempre a merced de insospechadas e imprevistas contradicciones capaces de transformar todo un proyecto de intervención en la realidad.
Insisto en subrayar que no hay que confundir afinidad y sentimiento. Pudiera haber compañeros con los que nos reconocemos afines pero que no nos son muy simpáticos y viceversa, compañeros con los que no tenemos afinidades pero que nos caen simpáticos por diferentes motivos.
Es necesario, entre otras cosas, no obstaculizarse en la propia acción por falsos problemas, como por ejemplo eso de la presunta diferenciación entre sentimientos y motivaciones políticas. Como consecuencia, de lo dicho anteriormente podría parecer que los sentimientos son algo que hay que separar de los análisis políticos, por lo que podríamos, por ejemplo, amar a una persona que no comparte de hecho nuestras ideas y viceversa. Esto, en líneas generales, es posible, por muy desgarrador que sea. Pero en el concepto de profundización del conjunto de los problemas sociales, concepto expresado arriba, debe ser incluido también el aspecto personal (o si se prefiere, de los sentimientos) en cuanto el someterse en modo instintivo a nuestras pulsiones es a menudo una ausencia de reflexión y análisis no pudiendo admitir simplemente el ser dominado por Dios.
De todo esto emerge, aunque sea nebulosamente, una primera aproximación a nuestro modo de considerar la organización informal: un conjunto de compañeros ligados por una afinidad común.
Cuanto mayor sea el abanico de problemas que estos compañeros afrontan juntos, mayor ser su afinidad. Como consecuencia, la organización real, la capacidad efectiva (y no ficticia) de obrar juntos esto es de encontrarse, estudiar con profundidad analítica y pasar a la acción, se halla en relación a la afinidad alcanzada, nada tiene que ver con las siglas, el programa, la plataforma, la bandera o el partido más o menos camuflado. La organización informal anarquista es por tanto una organización específica que se genera en torno a la afinidad. Esto no podrá ser idéntico para todos, sino que los diferentes compañeros hallaran infinitos matices de afinidad, tanto mas variados cuanto mayor sea el esfuerzo analítico que sea alcanzado. Como consecuencia, el conjunto de estos compañeros supondrá en si mismo una tendencia al crecimiento cuantitativo, pero limitada y no constituyente del único objetivo de la actividad. El desarrollo numérico es indispensable para la acción y también es una prueba de la amplitud del análisis que se esta desarrollando y de su capacidad para descubrir poco a poco afinidades con un mayor numero de compañeros.
Consecuentemente el organismo así nacido acabara por dotarse de medios comunes de intervención. En primer lugar un instrumento de debate necesario para la profundización analítica, capaz, en la medida de lo posible, de hacer indicaciones sobre un vastísimo abanico de problemas y, al mismo tiempo, de construir un punto de referencia para verificar a nivel personal o de pequeños grupos- las afinidades o divergencias que surgirá poco a poco. Desde esta óptica, resulta dispersivo dar vida a estructuras permanentes para afrontar problemas específicos. Estos, deben ser vistos siempre a través del nivel global alcanzado del análisis y afrontado con intervenciones precisas hacia un objetivo a alcanzar, circunscrito a la propia posibilidad y no vagamente dimensionado sobre la amplitud del problema a afrontar. Es lógico, que estas intervenciones específicas podrán constituirse estructuras, pero solo con la intención de implicar a los explotados en su conjunto y no como elemento de crecimiento del movimiento especifico. En caso contrario se vuelve a la perspectiva del peregrino en busca de refugio. Por ultimo decir que el elemento que hace posible una organización informal de este tipo no es otra cosa que la afinidad, pero su aspecto propulsivo es la acción. Limitándose al primer elemento y dejando subdimensionado el segundo, todo intento se pierde en el perfeccionismo bizantino de quien no tiene otra cosa que hacer que tratar de ocultar la propia voluntad de no hacer nada.
Los problemas que aquí han sido simplemente esbozados, y de manera particular aquellos relativos a una organización informal anarquista, merecen una profundización y un debate al que invitamos a todos los compañeros interesados.