Esa maldita costumbre de matar
En la Argentina, las clases dominantes han
tenido desde siempre una vocación de utilizar la violencia y asesinar
para resolver los conflictos sociales, económicos y políticos.
PATRIOTAS POR LAS TIERRAS
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Imagen:
La Conquista del Desierto, cuadro de Juan Manuel Blanes
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Primero, fue el genocidio de los pueblos
originarios, que comenzaron con Rosas, se extendieron con Alsina,
y culminaron con el General Julio Argentino Roca, a fines del siglo
XIX, en la denominada conquista del desierto
y del Chaco.
Los que sobrevivieron, fueron condenados
a la marginalidad, expulsados de sus tierras y borrados de la historia.
Por su parte la población negra disminuyó
desde comienzos del siglo XIX hasta prácticamente desaparecer. Entre
las causas se destacan las numerosas bajas causadas al formar parte
del ejército en la cruenta y larga Guerra del Paraguay (1865-1870),
donde el reclutamiento fue intencional y masivo. Luego vinieron
las epidemias, en especial la de fiebre amarilla de 1871, que diezmaron
a esa comunidad.
Otros sectores sociales, afectados fueron
por una parte, los gauchos, y por otra, los caudillos regionales,
que sufrieron la llamada masacre patriótica.
ORDEN, EXPLOTACIÓN Y REPRESIÓN
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Represión
durante el 1° de Mayo de 1909
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Desde la segunda mitad del siglo XIX, se
inició el proceso de expansión acelerado encaminado a transformar
la estructura económica-social, en camino a la conformación de una
sociedad capitalista, basándose en el modelo agroexportador. Todo
se hizo en base a explotación y represión. Cuando Julio Argentino
Roca en 1880 llegó al poder, las minorías dominantes dejaron de
lado sus conflictos aceptando su proyecto de Paz y Administración.
Se transitaron años en los que reinó la prosperidad de la oligarquía.
Entonces, el general genocida se dedicó a extender su poder en todas
las provincias, no mezquinando en ello método ni medio alguno, incluido
el uso de la violencia, el fraude, las intervenciones nacionales
y la presión del Ejército. Coincidiendo con la oleada de prosperidad
de los sectores de poder, la clase obrera inició una etapa de luchas,
aumentando sus reclamos contra la miseria, la desocupación, por
el reconocimiento de sus organizaciones sindicales, y la sanción
de leyes protegiendo al trabajo. Los sectores dominantes reaccionaron
con represión permanente. El gobierno declaraba el estado de
sitio, clausuraba los locales sindicales y detenía a los dirigentes
obreros. El Congreso aprobó la primera ley especial para reprimir
al movimiento obrero: la Ley de Residencia (ley 4144), que
autorizaba a expulsar del país a cualquier extranjero cuya conducta
comprometa la seguridad nacional o perturbe el orden público.
Fue sancionada en 1902 y fue necesario que pasaran más de cincuenta
años, para que fuera derogada en el año 1958.
Las luchas del movimiento obrero, a pesar
de las políticas represivas, se extendieron por distintas ciudades,
se paralizaban los talleres, las fábricas, y en varias ocasiones
se declaró la huelga general. La respuesta fue que entre 1902 y
1910 se decretó cinco veces el estado de sitio, con una duración
total de 18 meses. La despreocupación de los primeros tiempos, fue
tornándose en intranquilidad y represión, cuando se afectaba el
normal funcionamiento de las actividades agroexportadoras, y todo
culminó con la sanción de una nueva ley represiva, la Ley de
Defensa Social (ley 7029) en 1910. Durante esos años, el conflicto
más importante se desarrolló en 1901, cuando en Rosario, los obreros
de la Refinería Argentina del Azúcar, se declararon en huelga. En
las jornadas siguientes, durante una manifestación frente a la fábrica,
se produjo una salvaje represión y fue asesinado el obrero yugoslavo
Cosme Budislavich, de 34 años, por parte de la policía comandada
por el comisario Grandoli. Ese fue el primer obrero asesinado
en el país. En 1904, durante una manifestación por el 1° de
mayo en Buenos Aires la represión provocó varias muertes y numerosos
heridos. La coacción de los conservadores fue en aumento, y la conmemoración
en el año 1909 fue particularmente violenta, con varios obreros
asesinados en Buenos Aires, y varios detenidos en Rosario. Durante
este periodo son muchos los obreros asesinados en distintos conflictos
laborales.
ÉPOCA DE MASACRES OBRERAS
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Imagen
de la película La Patagonia Rebelde
de Héctor Olivera
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Desde 1916, Yrigoyen y el radicalismo intentaron
establecer una nueva relación entre el estado y la clase obrera,
incluyendo en su proyecto la integración política de la clase obrera
urbana, cambiando apoyo obrero por votos. Las posiciones del gobierno
radical oscilaron entre el arbitraje, las negociaciones y una fuerte
represión en varios conflictos.
La represión apareció abiertamente en
los conflictos en los frigoríficos en 1917-18, en los Talleres Vasena,
en enero de 1919, con la masacre de cientos de obreros. Los sucesos
continuaron, con los asesinatos de innumerables vidas proletarias
durante 1921 en la Patagonia y en el norte santafesino en territorios
de La Forestal.
A las fuerzas del estado, policía y ejército,
se sumo en esos años la Liga Patriótica, agrupamiento paramilitar,
integrado por miembros de la Asociación de la Juventud, Asociación
del Trabajo, Jockey Club, Círculo de Armas, Asociación Damas Patricias
y la Iglesia.
FUSILAMIENTOS, TORTURA Y CORRUPCIÓN
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Retrato
de Joaquín Penina
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El golpe militar de 1930 inició una era
de ilegalidad, fraude, represión y entrega de la economía del país
al capital extranjero. La cárcel, la tortura, el destierro, el exilio
y los fusilamientos fue el destino de muchos militantes gremiales
y políticos. Primeramente fue fusilado en Rosario el obrero Joaquín
Penina, posteriormente en Buenos Aires Severino Di Giovani y Paulino
Scarfó, todos ellos anarquistas.
Mientras tanto, los nacionalistas se organizaron
en cuerpos armados, como la Legión Cívica Argentina, inspirados
en el ejemplo de la Italia Fascista de Mussolini, a la cual se le
concedió por decreto carácter oficial. Durante esa Década Infame,
tanto anarquistas, como comunistas, socialistas y radicales, fueron
perseguidos, encarcelados, torturados, deportados y fusilados. Fue
en esos años que Leopoldo Lugones hijo, comisario y torturador,
inventó uno de los instrumentos de tortura más usado desde entonces:
la picana eléctrica, que aplicó a los adversarios de los
golpistas del 30. Y además, se creó la Sección Especial de Represión
del Comunismo, que fue perfeccionada durante el gobierno de Justo,
que trajo al país consejeros de la OVRA italiana y de la Gestapo
hitleriana, especialistas en represión.
DE BOMBAS Y BOMBARDEOS
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Víctimas
del bombardeo de Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955
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Durante los dos primeros gobiernos del General
Perón, hubo años en los que los discursos y el clima reinante, para
los primeros de mayo, no fue el mejor. En 1953, el Secretario General
de la CGT, Eduardo Vuletich, pidió Limpieza mi general,
como reacción frente a los sucesos del 13 de abril, cuando dos bombas
estallaron en Plaza de Mayo, mientras hablaba Perón en un acto organizado
por la CGT, donde hubo seis muertos y muchos heridos.
Luego, el 16 de junio de 1955, al mediodía,
una formación de la aviación naval bombardeó Plaza de Mayo y la
Casa Rosada. El intento de matar a Perón fracasó; el saldo
fue de cientos de muertos y heridos. A partir de esos momentos
llegaron de diferentes zonas oleadas de ciudadanos dispuestos a
exteriorizar su apoyo al presidente. La Plaza de Mayo soportó
otro criminal bombardeo.
El Dr. Ingallinella, apoderado del
Partido Comunista en Rosario, redactó e hizo circular de inmediato
un volante de condena a lo ocurrido. La policía lo detuvo y lo condujo
a la División Investigaciones, junto a otros detenidos. Luego uno
a uno fueron recuperando la libertad, pero Ingalinella nunca apareció,
ni se encontró su cuerpo.
LA REVOLUCIÓN FUSILADORA
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Imagen:
Adaptación a
historieta de Operación Masacre,
por Francisco Solano López y Omar Panosetti
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Tras el Golpe de 1955, se produjo la ocupación
de los locales sindicales por los comandos civiles, represión y
cárcel para numerosos delegados fabriles y activistas sindicales.
Luego, del desplazamiento de Lonardi y al asumir a mediados de noviembre
de 1955, Aramburu, lo hizo impulsando una política antiobrera. La
ofensiva de los empresarios sobre la legislación social, hizo que
las bases se organizaran fuera y dentro de los lugares de trabajo.
Los objetivos era lograr el sometimiento de la fuerza de trabajo.
La represión y hostigamiento hacía los trabajadores se dio con el
objetivo de exigir aumento en la productividad, disciplina y racionalización.
Militares y civiles justicialistas intentaron
llevar adelante un alzamiento insurreccional. Tras el fracaso se
desplegó una fuerte represión con la aplicación de la pena de muerte
a varios militares, entre otros al General Juan José Valle y
se produjo el fusilamiento de varios civiles, en lo que se conoció
como los fusilamientos de los basurales de León Suárez.
RUPTURA Y PLAN CONINTES
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Los
presos políticos del Plan Conintes fueron confinados
en cárceles lejanas como las de Ushuaia y Santa Rosa
de La Pampa (foto)
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Asumido como presidente el Dr. Arturo Frondizi,
la relación con los sindicatos comenzó con el cumplimiento de lo
pactado antes de las elecciones, con la sanción de la Ley de Asociaciones
Profesionales. La situación económica se agravó, la represión y
la ocupación militar del Frigorífico Nacional Lisandro de la Torre,
la denuncia de Perón del pacto con Frigerio, y la resistencia de
amplios sectores obreros, hicieron que Frondizi se decidiera a reprimir
a obreros y opositores. Los ferroviarios fueron movilizados militarmente,
en 1958 y 1961. La conflictividad social hizo que el ejecutivo nacional
sancionara la Ley de Organización de la Nación para Tiempos de
Guerra, el Plan CONINTES (Conmoción Interna del Estado), y a
partir de esa fecha los actos de terrorismo y similares serían
sometidos a la jurisdicción de los tribunales militares, y el Articulo
15, preveía la aplicación de la ley marcial, que implicaba previo
juicio sumarísimo el fusilamiento de las personas halladas culpables
de actos de terrorismo. El plan fue un acuerdo general de ministros,
y nombraba como autoridades de ejecución a los Comandantes en Jefe
de las Fuerzas Armadas y colocaba bajo su subordinación a las policías
provinciales. Hubo más de 2000 detenidos, 500 condenados, y se registraron
numerosos despidos gremiales. Se produjo además una purga de activistas
de base y depuración de delegados de las fábricas, y comenzaron
a circular las listas negras.
El 23 de agosto de 1962, durante el gobierno
de facto de José María Guido, fue secuestrado y luego desaparecido
Felipe Vallese, un obrero metalúrgico y dirigente de la Juventud
Peronista.
Durante la cuarta etapa del Plan de Lucha
de la CGT, durante la presidencia de Arturo Umberto Illia,
la situación se agravó por las ocupaciones de fábricas y lugares
de trabajo. El 27 de octubre, durante las manifestaciones que
acompañaron a un paro general, la represión dejó como saldo tres
muertos.
DE PAMPILLÓN A LA MASACRE DE TRELEW
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Trelew:
los guerrilleros posteriormente asesinados entregan las armas
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El 28 de junio de 1966, un movimiento integrado
por empresarios, sindicalistas y la prensa, encabezado por el General
Juan Carlos Onganía destituyó al presidente Arturo Illía. Le sucedieron
los dictadores General Roberto Levingston y General Alejandro Agustín
Lanusse, hasta el 25 de mayo de 1973, cuando asumió el gobierno
popular del Doctor Héctor José Cámpora.
Durante esos años fueron asesinados entre
otros/as Santiago Pampillón, Hilda Guerrero de Molinas, Juan
J. Cabral, Adolfo Bello, Luís Norberto Blanco, Máximo Menna.
Las cárceles se llenaron de detenidos gremiales,
políticos y estudiantiles. La Marina, en 1972, fusiloó en Trelew
a Ana María Villareal de Santucho, Clarisa Rosa Lea Place, Susana
G. Lesgart de Yofre, Mario Emilio Delfino,Carlos Alberto Astudillo,
Eduardo Adolfo Capello, Carlos Alberto del Rey, José Ricardo Mena,
Mariano Pujadas, Humberto Segundo Suárez, Humberto Adrián Tosch,
Jorge Alejandro Ulla, Miguel Ángel Polpi, Rubén Pedro Bonet, Alfredo
Elías Kohon, María Angélica Sabelli. Mientras que quedaron heridos
Alberto Miguel Camps, Ricardo Rene Haidar, María Antonia Berger,
que integran la lista de los desaparecidos.
LA TRIPLE A DE CACERÍA
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Juan
Domingo Perón, Isabel Perón y López Rega
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Luego del 25 de mayo de 1973 toda la legislación
represiva sancionada por el régimen militar fue derogada y disuelto
el fuero antisubversivo. Pero esa primavera duró poco, y dio comienzo
una escalada represiva, iniciándose con el envió del Poder Ejecutivo
a las Cámaras del proyecto para reformar el Código Penal. La reforma
fue considerada de la misma naturaleza que la legislación promulgada
por el régimen militar que gobernó el país entre 1966-73.
Perón advirtió que si la ley no era aprobada,
se apelaría a las mismas armas que se buscaba combatir y el 23 de
enero de 1974 declaró al diario La Nación Nosotros vamos a proceder
de acuerdo a la necesidad, cualquiera sean los medios. Si no hay
ley, fuera de la ley, también lo vamos a hacer y lo vamos a hacer
violentamente. Porque a la violencia no se le puede oponer otra
cosa que la propia violencia. Eso es una cosa que la gente debe
tener en claro, pero lo vamos a hacer, no tenga la menor duda.
El Ministro de Bienestar Social, López Rega,
aumentó su influencia, y actuaba como el gran inquisidor. La represión
cayó sobre los sectores llamados de izquierda y rebeldes del movimiento
peronista, más otros activistas de la clase obrera y la izquierda
marxista.
Fallecido el General Juan Domingo Perón,
se tomaron distintas medidas represivas. En septiembre de 1974 se
aprobó una ley que penaba la obstrucción al trabajo cuando el
conflicto era declarado ilegal. De acuerdo a esa legislación,
el Ministerio de Trabajo prohibió las huelgas por motivos salariales,
los paros y ocupaciones de plantas. Se comenzó a intimidar, amenazar
y suspender personerías gremiales con mayor frecuencia. En el mes
de noviembre se implemento el estado de sitio en todo el país, y
se encarceló a cientos de activistas gremiales, políticos, abogados
laboralista, y estudiantes.
Hasta ese momento la participación de las
Fuerzas Armadas en forma abierta era evitada y la lucha era encabezada
por grupos paramilitares ejecutores del trabajo sucio, a través
de la Alianza Anticomunista Argentina, la Triple A. Pero
al poco tiempo, el Ejecutivo Nacional, sancionó el Decreto N 261,
en el que anunció oficialmente que había ordenado a las Fuerzas
Armadas tomar intervención en la lucha antisubversiva, firmado
por la presidenta María Estela de Perón, y los ministros Rocamora,
Ivanissevic, Vignes, Savino, López Rega, Gómez Morales, Otero. En
el Articulo Nº 1 se decía que El Comando General del Ejército procederá
a ejecutar todas las operaciones militares que sean necesarias a
efectos de neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos
subversivos
. Luego, se sancionó el decreto 2770 por el cual
se creó el Consejo de Seguridad Interna, fijando sus atribuciones
y el Consejo de Defensa. Ese decreto lleva la firma del presidente
provisional Italo Luder y los ministros Arauz Castex, Vottero,
Ruckauf, Emery, Cafiero y Robledo.
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Raimundo
Ongaro y Agustín Tosco
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El hostigamiento y represión al movimiento
obrero combativo venía intensificándose. En agosto de 1974 el Gobierno
le retiró la personería gremial a la Federación Gráfica Bonaerense
y en octubre fue detenido su secretario general Raimundo Ongaro.
También en ese mes, el sindicato SMATA Córdoba,
fue intervenido por la dirección nacional del gremio. La mayoría
de sus dirigentes y activistas fueron encarcelados y muchos de ellos
fueron asesinados durante la dictadura del 76, entre ellos su Secretario
General, René Salamanca.
En octubre de 1974 la policía allanó el Sindicato
de Luz y Fuerza de Córdoba y detuvo a varios militantes sindicales.
Su secretario general, Agustín Tosco, consiguió eludir la
detención y pasó a la clandestinidad hasta su muerte, el 5 de noviembre
de 1975. Ya instalada la Junta Militar, el secretario general adjunto
del mismo sindicato, Tomás Di Toffino, fue secuestrado el
28 de noviembre de 1976 y fusilado en un campo militar en Córdoba
el 28 de febrero de 1977 en una ceremonia militar presidida por
el general Luciano Benjamín Menéndez. Atilio López, secretario
general de la CGT de Córdoba y ex vicegobernador de la Provincia,
fue asesinado en Buenos Aires el 16 de setiembre de 1974.
Sólo en 1974 fueron asesinados por
lo menos 25 activistas sindicales.
El ataque en las grandes fábricas como Ford,
Fiat, Mercedes Benz, Peugeot, Renault, Acindar, antes de la dictadura
y durante ella se llevó a cabo en varios casos con la colaboración
de las empresas y de algunos dirigentes sindicales.
La represión a la clase obrera apareció
con toda su magnitud el 20 de marzo de 1975, en Villa Constitución,
por parte de las fuerzas conjuntas reclutadas por la SIDE, que
incluían a la Policía Federal, Provincial, Ejercito, Gendarmería,
y grupos de choque entre los cuales iban armados los guardias pagados
por las acerías de Martínez de Hoz, sumados a muchos miembros de
la Triple A. Todos obedecieron las órdenes firmadas por Rocamora,
Savino y López Rega, que eran claras: ahogar en sangre a los
obreros y activistas del Cordón Industrial que se extendía desde
San Nicolás a Puerto San Martín, centrándose principalmente en Villa
Constitución. El saldo de la represión fue la detención de
toda la Comisión Directiva de la UOM-Villa Constitución, y de militantes
gremiales y políticos.
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Lucha
obrera en Villa Constitución
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Pero, todo se había iniciado varios años
antes. Valga como ejemplo lo acontecido en la Zona Norte del Gran
Rosario, en esos años. En el primer semestre de 1973 fallecieron
en circunstancias y accidentes muy sospechosas y poco claras dos
Secretarios Generales de los gremios hegemónicos, el Sindicato Químico
de San Lorenzo y el SOEPU, el "negro" Acevedo y Néstor
Moglia y su esposa Betty. Ambos eran dirigentes combativos y
fundadores de la Intersindical de San Lorenzo. Posteriormente,
a fines de 1974, fue detenido por el Poder Ejecutivo Nacional, el
Dr. Horacio Zamboni, asesor letrado de varios gremios de
la zona.
En la madrugada
del 21 de septiembre de 1975, al pasar frente a la Fábrica Militar
de Fray Luis Beltrán, fuerzas del ejército balearon el automóvil
en que viajaba el petroquímico José Alberto Polenta, terminando
con su vida.
Despues del 76,
desapareció el miembro de la Comisión Interna de Sulfacid, José
Dalmacio la Chancha López. Además, Héctor Muller, militante
de la misma fábrica, fue secuestrado, torturado salvajemente y asesinado.
Parte de la CD del SOEPU, fue detenida y
encarcelada durante un tiempo. Entre ellos su Secretario General,
Ernesto Sosa, y los dirigentes Víctor Orellano, Juan Vennanzi, Juan
Echenique, y Oscar Bianchi.
En estos días, el Espacio por la Memoria,
la Verdad y la Justicia, junto a familiares y amigos de detenidos
y desaparecidos del Cordón Industrial presentaron ante la justicia
federal la causa por delitos de lesa humanidad del que fueran víctimas
trabajadores de esa región. Las víctimas denunciadas son Hugo
Parente, Roberto "Potongo" Camuglia, Rafael Carroza, Ramón
Di Fiori, Carlos Kruppa, Lina Funes, Juan José Funes, Oscar Riquelme
y Luis Lapissonde, quien es el único sobreviviente del grupo
y cuyo testimonio es fundamental para probar la existencia del centro
clandestino de detención en el Batallón de Arsenales de Fray Luis
Beltrán.
Esto podemos multiplicarlo a lo largo
y ancho del país.
GENOCIDAS
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Junta
Militar Genocida: Massera, Videla, Agosti
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El golpe militar del 24 de marzo de 1976,
constituyó el momento culminante de un largo proceso histórico,
en que militarismo y golpismo se conjugaron periódicamente, para
negar todo tipo de democracia. Nunca como en el período 1976-83,
se alcanzó lo que ahora conocemos como Terrorismo de Estado, nunca
como entonces se llegó al nivel de exterminio de miles de hombres,
mujeres y niños.
La sociedad argentina se vio sometida por
la dictadura militar, que llevó al paroxismo la persecución política,
la cárcel, la tortura y la desaparición de personas.
Las consecuencias fueron 30.000 desaparecidos,
miles de muertos, torturados, secuestrados, robo de niños y todo
el tipo de aberraciones.
EN DEMOCRACIA TAMBIÉN SE MATA
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Claudio
Pocho Lepratti, asesinado en la masacre de diciembre
de 2001
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Recuperada la democracia en 1983, muchos
han sido los asesinatos de militantes del campo popular. Desde Víctor
Choque en 1995 a Juan Carlos Erazo en 2008, y Teresa
Rodríguez, los muertos de Jujuy y Corrientes. El 19 y 20 de
diciembre de 2001 se produjo en el país el más trágico capítulo
de represión estatal, violencia y muerte desde la restauración democrática.
Treinta y cinco fueron los ciudadanos asesinados en todo el país.
En la provincia de Santa Fe, el que dio carta blanca para la represión
fue el gobernador Carlos Reutemann, y fueron siete las victimas:
Graciela Machado, Graciela Acosta, Yanina García, Rubén Pereyra,
Juan Delgado, Marcelo Pacini, Ricardo Villalba, Walter Campos y
Pocho Lepratti.
Con los años, se sumaron a esa larga lista
Maximiliano Kosteki, Darío Santillán, Luis Cuéllar y Carlos Fuentealba.
Debemos incorporar la desaparición de Julio López, y el asesinato
de Silvia Suppo.
Hace pocas semanas la burocracia de Pedraza,
la patronal de Ugofe y la Policía Federal asesinaron al compañero
del PO, Mariano Ferreyra. Poco después tuvo lugar la represión
al pueblo originario qom en La Primavera, provincia de Formosa.
Luego las ejecuciones en Soldati por la Policía Federal del Gobierno
Nacional y la Metropolitana de Mauricio Macri.
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Mariano
Ferreyra, militante del Partido Obrero asesinado por la patota
sindical de la Unión Ferroviaria
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Un informe reciente de la Coordinadora Contra
la Represión Policial e Institucional (CORREPI), indica que la
marcada desproporción (52 muertes en actos de protesta, sobre un
total de 2826) pone en evidencia la prevalencia de la represión
de tipo preventivo, que tiene por objeto controlar y disciplinar
a los sectores pobres no organizados, sin otro criterio de selectividad
que la pertenencia de clase. Los números confirman que, en la Argentina
democrática, una vez finalizado el trabajo encomendado a los militares
de la última dictadura, la represión cambió de forma para adaptarse
a las necesidades del nuevo sistema político. A partir de 1983,
ya no se reprimiría tanto en forma abierta y selectiva, sino silenciosamente,
con masividad y sin repercusión pública. Reemplazados los gobiernos
militares por los gobiernos democráticos, cobró central importancia
esta represión preventiva, cuyo objetivo es disciplinar a la clase
de cuyo seno surgen la resistencia y la confrontación. Así, los
gobiernos que administran el estado argentino tratan de garantizar
que Nunca Más el sistema de explotación capitalista sea cuestionado
seriamente en el país.
Además, debemos sumar las muertes
de cientos de obreros en los accidentes de trabajo, por enfermedades
laborales, y los niños y ancianos que mueren por día, por la pobreza,
producto de las políticas económicas que se han venido aplicando.
En este breve recuento faltan muchas victimas
de la represión a la clase obrera y al pueblo, y de todos aquellos
que han luchado y siguen luchando por cambios que nos lleven a una
sociedad que merezca ser vivida, una sociedad sin explotadores ni
explotados.
Por todo esto es que aseguramos que la clase
dominante de nuestro país tiene desde hace más de cien años sus
manos manchadas de sangre.
Leónidas F. Ceruti
Historiador
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