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Reivindicando el leninismo
Por PRML - Tuesday, Mar. 12, 2013 at 9:58 PM

Si bien Trotsky nunca cuestionó el punto de vista de Lenin sobre el tema del poder y el estado, sintetizado con una claridad meridiana en “El Estado y la revolución”, si es cierto que sus seguidores lo repudiaron con un fervor fanático. La fracasada intentona del ya renegado Trotsky con su 4a Internacional tenía más bien un sentido antisoviético y contrarrevolucionario para el interior de la URSS, que preocupaciones mundanas sobre el destino del proletariado y los pueblos del mundo en los albores de la Segunda Guerra Mundial (coincidentemente ahora se cumple el 70 aniversario de la heroica y victoriosa Batalla de Stalingrado). Si bien las ideas y proyectos de Trotsky fueron severa y profundamente demolidas por el leninismo, lo cierto es que en un breve lapso participó de la revolución de Octubre y su posterior defensa hasta que el proceso de putrefacción ideológica y política lo situó allí donde mencionamos más arriba: acérrimo enemigo del país de los Soviets. Sus epígonos actualizados de la Argentina, por lo menos en éste punto marxista leninista sobre el Estado, la necesidad de derribarlo revolucionariamente por la insurrección armada, se comportan como unos perfectos socialdemócratas aferrados a la democracia burguesa a rajatabla y a un pacifismo perjudicial para las masas, ya que esos cantos de sirena tienen un único destino: el matadero. Aquí presentamos una apretada síntesis sobre la posición leninista respecto a la revolución ininterrumpida y por etapas contra el concepto de revolución permanente, sobre hechos revolucionarios vivos y concretos.

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Trotsky batalló mucho por demostrar que, muy al contrario, entre 1905 y febrero de 1917 su posición estaba mucho más cerca de la de Lenin que de los
mencheviques. En algunas ocasiones, empero, no podrá evitar, al intentar demostrarlo, poner él mismo las cosas en su sitio.
Citando al propio Lenin, dice:“Sólo observaré que Trotsky, en su folleto En defensa del Partido, expresa su solidaridad con Kautsky, quien ha hablado de la comunidad económica de los intereses del proletariado y de los campesinos en la revolución actual (…).
Para mí, son suficientes estos hechos para reconocer el acercamiento de Trotsky a nuestras posiciones. Independientemente de la cuestión de la revolución permanente, existe una solidaridad en los puntos fundamentales de la cuestión sobre la actitud frente
a los partidos burgueses.”
La estrategia argumental de Trotsky consiste en reconocer lo evidente, que Lenin no aceptaba su visión de fondo del proceso revolucionario, para poner el acento en que, al menos, sí coincidía con él en uno de los puntos cardinales de la del jefe bolchevique,
a saber, la cuestión campesina.
Esto le servirá para demostrar que la teoría de la Revolución Permanente y la táctica de Lenin
compartían principios estratégicos fundamentales, lo cual, a la larga, les haría coincidir. En cualquier caso, lo que está claro de momento es que Trotsky reconoce que, entre 1905 y 1917, Lenin rechaza explícitamente su teoría sobre la revolución rusa.
¿Qué ocurre con el punto central referido al campesinado?; ¿hay aquí “solidaridad”, como dice
Trotsky?.
“El mismo camarada Trotsky – dice Lenin, citado nuevamente por el propio Trotsky – , en este
razonamiento, admite ‘la participación de los representantes de la población democrática’ en el
‘Gobierno obrero’, esto es, admite un Gobierno integrado por representantes del proletariado y de
los campesinos. Cuestión aparte es la de saber en qué condiciones se puede admitir la participación del proletariado en el Gobierno de la Revolución, y es muy
posible que por lo que se refiere a esta cuestión, los bolcheviques no se pongan de acuerdo no sólo
con Trotsky, sino tampoco con los socialdemócratas polacos. Pero la cuestión de la dictadura de las clases revolucionarias no se reduce de ninguna de las maneras a la de la ‘mayoría’ o a la de las condiciones de participación de los socialdemócratas, en tal o cual Gobierno revolucionario.”
Esto es todo lo que puede alegar Trotsky en su favor. Aún concediendo que Lenin estuviese dispuesto a denominar “gobierno obrero” a la representación
política de la dictadura conjunta del proletariado y de los campesinos, ya adelanta que, con toda seguridad, no estaría de acuerdo con Trotsky en el terreno práctico de las “condiciones” con las que el proletariado entraría a formar parte de un gobierno revolucionario. Estamos en 1909, con las fracciones del POSDR tirándose los trastos a la cabeza y más alejadas que nunca.
No hay visos de una futura reunificación.
En estas circunstancias, en los debates políticos Lenin prefiere poner el acento en las cuestiones generales, de principio. Los problemas prácticos pasan a un
segundo plano porque no existen como tales problemas inmediatos –ni por la marcha de la revolución, ni por el estado del POSDR como
candidato para formar gobierno como representante cohesionado del proletariado–, y hablar de ello no conduciría más que a ejercitar el bizantinismo dialéctico. El debate sobre los principios tácticos
generales era el camino que permitiría encontrar terrenos comunes de diálogo sobre los que retomar la unidad de acción de las corrientes del partido. Era preciso dejar las puertas abiertas a esa futura unidad. Según estos parámetros actuaba Lenin entre 1907
y 1912, época de la cita. Pero las cuestiones prácticas son, a la postre, tanto o más importantes en política que las apreciaciones teóricas. Más aún si de lo que
se trata es de una valoración del problema no en función de determinados intereses políticos o de
fracción inmediatos, sino desde la perspectiva del tiempo y en la búsqueda de una apreciación correcta del significado del periodo político en cuestión. Trotsky mismo parece reconocerlo así cuando sitúa la importancia histórica de ese problema y la necesidad
de que fuera resuelto a priori :
“Pero si la cuestión de la dictadura revolucionaria de los obreros y campesinos no se reduce a la de tal o cual mayoría en el Gobierno, en caso de triunfo de la revolución, conduce precisamente a ella, dándole una importancia decisiva.”
Como la teoría y la política revolucionarias se elaboran también para el “caso de triunfo de la revolución”, podemos decir que, en Trotsky, el problema de las
“condiciones” –sobre todo la condición de qué partido, el obrero o el campesino, constituirá la “mayoría” del gobierno– forma parte indisoluble de su concepción del proceso político, de su teoría de la Revolución Permanente. Naturalmente, Lenin tampoco deja de
lado este asunto de las “condiciones”:
“Pero el problema de la admisibilidad desde el punto de vista de los principios aún no resuelve,
naturalmente, el de la conveniencia práctica [de la participación del partido proletario en el gobierno revolucionario]. ¿En qué condiciones es conveniente esa nueva variedad de lucha, de lucha ‘desde arriba’, aceptada por el Congreso del Partido [el Tercer
Congreso, celebrado en 1905 y al que sólo asistieron bolcheviques]? (…). Se pueden y se deben determinar el carácter y los fines de nuestra participación.
Es lo que hace la resolución, al indicar dos objetivos de la participación: 1) combatir implacablemente todos los intentos contrarrevolucionarios y 2) defender
los intereses propios de la clase obrera.”
Para Lenin, entonces, la cuestión de la composición de clase del gobierno revolucionario –la necesaria mayoría obrera que sí exige Trotsky– no reviste importancia
decisiva desde el punto de vista de la participación activa del proletariado en la revolución.
Para Trotsky, lo principal es que la revolución instaure un “gobierno obrero”, que, como tal, aborde cuanto antes los problemas del socialismo; para Lenin, en cambio, ésta no es una “condición” imprescindible, si bien aboga, contra los mencheviques –partidarios de constituirse en “oposición extrema” parlamentaria–, por que el partido obrero entre en el gobierno, aunque sea en minoría.
Trotsky se impacienta ante esto y previene a sus seguidores: “(…) acepto enteramente el contenido leninista de la dictadura democrática y reclamo únicamente una definición más precisa de su mecánica política, esto es, la exclusión de una coalición en la cual el proletariado no es más que un rehén de la mayoría
pequeño-burguesa.”
Es decir, Trotsky “reclama”, exige, el gobierno obrero. Pero esto significa no aceptar “el contenido leninista de la dictadura democrática”, porque Trotsky necesita
una “mayoría” en el gobierno en función del socialismo entendido como objetivo inmediato. En otras palabras, preso de su intentona infructuosa por hermanar su táctica con la de Lenin, Trotsky termina utilizando la consigna de “dictadura democrática” como disfraz de la dictadura del proletariado, que es lo que se encierra detrás de su “reclamo” de “gobierno obrero”. En Trotsky, el papel del campesinado en la revolución rusa es el de convidado de piedra, lo cual implica un absoluto vaciado de todo contenido leninista de la consigna de “dictadura democrática del proletariado
y el campesinado”.
Por si no queda aún clara la absoluta oposición existente entre la línea leninista y la táctica de
Trotsky en el contexto de la Primera Revolución rusa, veamos el plan que éste último tenía preparado para cuando la dictadura del proletariado apareciera “como
inevitable sobre la base de la revolución burguesa” :
“Al entrar en el Gobierno, no como rehenes impotentes, sino como fuerza directora, los representantes del proletariado destruyen, ya
por este solo hecho, la frontera entre el programa mínimo y el programa máximo, poniendo el
colectivismo en el orden del día.”
O bien: “Tan pronto como el proletariado haya tomado el Poder, luchará por él hasta las últimas consecuencias. Y si es cierto que uno de los medios de esta lucha por la conservación y la consolidación del Poder será la agitación y la organización, sobre todo en el campo, no lo es menos que otro será el programa colectivista. El colectivismo se convertirá, no sólo en una consecuencia inevitable del hecho de la permanencia del partido en el Poder, sino en el medio de asegurar esta permanencia apoyándose en el
proletariado.”
¡Colectivizar el campo en 1905!
Esta es la interpretación de Trotsky del contenido leninista de la “dictadura democrática del proletariado y el campesinado”.
¡Más bien dictadura del proletariado contra el campesinado! Y no digamos la pervertida idea de
que el proletariado se mantendrá en el poder gracias a la colectivización, “apoyándose en el proletariado”; es decir, zurrando al campesino, convirtiendo a la fuerza al mujik ruso en asalariado de la granja colectiva. ¡Y esto
lo dice Trotsky en 1928, después de toda la experiencia del poder soviético en este terreno entre
1917 y 1927! ¡En 1928 se ratifica Trotsky en que todavía en 1905 el “gobierno obrero” hubiera podido aplicar el plan socialista de colectivización del campo! ¿Dónde quedaron Kronstadt y las revueltas campesinas de principios de 1921 contra el Comunismo de guerra, y, sobre todo, dónde quedó la Nep? Ya no se trata de que en 1905 faltan 12 años de desarrollo de las relaciones capitalistas en la ciudad y en el campo, que experimentaron gran impulso entre las dos primeras revoluciones rusas; ni siquiera de los efectos que en el campo tuvo la reforma agraria de Stolipin, que
permitió una mayor profundización de las relaciones burguesas en la agricultura de Rusia; se trata de que, con todo y con esto, a partir de Octubre de 1917, con un campo mucho más desarrollado en el sentido capitalista y con el proletariado en el poder, el partido bolchevique no sólo no aplicó, sino que ni siquiera se planteó un plan inmediato de colectivización
de la agricultura soviética.
Muy al contrario, toda la política del partido se basaba en conseguir, por todos los medios, el mantenimiento del bloque obrerocampesino como pilar fundamental del Poder Soviético. Y durante bastantes años esto significó concesiones al campesino medio y al capitalismo en el campo (Nep). ¡Nada que ver con la colectivización inmediata y forzosa prevista por Trotsky para 1905!
Al contrario, la experiencia soviética, sobre todo en el periodo de 1921-1927, demostró que, en las condiciones de un país atrasado como Rusia, en un primer momento el poder proletario no sólo no se “asegura” con la colectivización, ni por el “medio” de
“penetrar profundamente en los dominios prohibidos de la propiedad”, como asegura Trotsky, sino que una política poco sensible a los intereses del campesinado
como clase propietaria pone en peligro –en determinada fase de la revolución– todo el sistema de
la dictadura del proletariado.
Tal vez, Trotsky se deje llevar por los acontecimientos del momento. A principios de 1928, Stalin inicia el giro de la política soviética hacia la industrialización y la
colectivización.
Al identificarse con la colectivización en 1928 y al hablar de este plan como idóneo también para 1905, sin preocuparse en salvar las distancias de tiempo y,
sobre todo, de circunstancias en el terreno socioeconómico, parece insinuar que –una vez más y
como siempre– él tenía razón y que todo consiste en que la historia ha tardado 23 años en aplicar su receta de jarabe de palo para el campo ruso. Evidentemente,
esta tesis –no explícita, pero sí tácita en el texto de Trotsky– es propia del intelectual pequeñoburgués que sustituye los procesos reales de la sociedad por los
procesos mentales de su cerebro.
Si en 1928 el giro hacia la colectivización fue correcto, ¡23 años –excepto el periodo entre 1918 y 1921, de Comunismo de guerra – de desarrollo capitalista en el
campo lo contemplan! En realidad, desde 1917 era más realista y mantenía mayor vigencia para el campo ruso (incluso con bastantes años más de capitalismo)
la consigna de Lenin de 1905 de “dictadura democrática del proletariado y el campesinado” que
el salto colectivista que proponía Trotsky.
Comprendemos mejor ahora el sentido de la concepción de Trotsky de la revolución:
“La revolución no es un salto dado aisladamente por el proletariado, sino la transformación de toda la nación acaudillada por el proletariado. Así concebía y así
interpretaba yo, a partir de 1905, las perspectivas de la revolución permanente.”
La revolución consiste, únicamente, en la conquista del poder y en la transformación de la nación. Para Trotsky, la revolución es un acto grandioso (“conquista
del poder”) al que se va agregando una suma de actos administrativos (“transformación de la nación”), y no un largo proceso en el que se conjugan multitud
de factores de todo tipo; para Trotsky, no hay ninguna preparación, ninguna maduración de las condiciones para que aquella “transformación” sea posible y verdadera, y no una obra artificial construida sobre la base de medidas decretadas a la fuerza.

PRML

PARTIDO REVOLUCIONARIO MARXISTA LENINISTA

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