Durante más de diez días miles de platenses se vieron afectados por el colapso del Transporte Público de pasajeros. El nuevo sistema (SUT) rige desde hace menos de tres años, pero nunca fue implementado en su totalidad. En los papeles parecía bastante racional y que podía responder, aunque sea en parte, a las necesidades de los 250 mil usuarios que día tras día lo utilizan para concurrir a su trabajo, escuela, oficina de trámites, etc. Pero en la práctica nunca funcionaron los ramales que no daban ganancias suficientes a las empresas privadas. Tampoco se respetaron las frecuencias ni los transbordos, ni se renovaron los micros como correspondía. Además ante cada crisis (devaluación, aumento de combustible, etc.) las empresas impusieron nuevas condiciones. Menores frecuencias, boletos más caros, levantamiento de ramales. Y obtuvieron millonarios subsidios para “compensar” los aumentos del gasoil.

El 23 de julio, ante la demora del estado nacional en concederles cupos de gasoil subsidiado, las empresas comenzaron a “extorsionar” (palabra utilizada por el ombudsman Malagamba) mediante el levantamiento de ramales completos, la reducción de la frecuencia en otros y la amenaza de suspender el servicio nocturno, de comenzar a dar vacaciones al personal y analizando posibles suspensiones a los trabajadores. Por estos recortes hubo barrios enteros aislados, largas colas en las paradas, esperas de 45 minutos y alumnos sin poder concurrir a la escuela. Los establecimientos educativos más alejados del casco urbano (por ej. en Gonnet y en Abasto) contaron con menos del 50% de asistencia pese a los esfuerzos de los padres por acercar a los alumnos en bicicleta, remisses improvisados o mediante largas caminatas.

Las quejas fueron incrementándose. El 30 de julio se realizó una marcha de protesta de docentes, alumnos y padres hasta la empresa que gerencia la línea Oeste. El 3 de agosto, luego de acusaciones cruzadas (la Municipalidad aparentemente no había elevado la documentación necesaria a Nación para que se otorguen los subsidios) amenazas y multas, el servicio retornó a la “normalidad”. Sin embargo la subordinación de las verdaderas necesidades de transporte de los vecinos a los intereses de lucro empresariales y de los funcionarios y punteros políticos hacen prever nuevas crisis y la continuidad de la deficiencias del servicio y del alto costo del boleto.

Mientras tanto, el intendente del PJ Alak se desentiende inocentemente del problema. ¿No fue él el que prometió el SUT, el nuevo sistema de transporte que todo lo solucionaría? ¿Qué pasó con los rondines, los micros con la trompa pintada de gris que circularon unos meses y desaparecieron? ¿Dónde quedaron los nuevos recorridos que permitirían conectar los distintos barrios sin necesidad de pasar por el centro de la ciudad? ¿Y el transbordo de micros con el mismo boleto? ¿y de que el nuevo sistema seria más económico con un boleto más barato?

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