Tras la brutal balacera de un policía contra ocho jóvenes, que culminara en la muerte de Santiago Yerle, de 18 años y la posterior represión violenta contra la población del barrio Malvín Norte (Montevideo) que se levantó indignada ante semejante brutalidad, la sociedad uruguaya no sale de la conmoción.

El lunes 22 de noviembre, a las 21:00 horas aproximadamente (-02:00GMT), un grupo de jóvenes que se encontraba festejando un cumpleaños en el complejo de viviendas de Euskal Erría 70, fue interceptado por uno de los policías encargados de la seguridad, que intenta disolver la reunión, aduciendo que hacían "ruidos molestos". Ante la resistencia de los jóvenes, el policía saca su arma y dispara a mansalva, dejando un muerto y siete heridos.

Inmediatamente arriba un patrullero que "rescata" al policía asesino y a otros colegas que prestaban servicio (contratado por los vecinos) en la zona, y deja a los heridos a su suerte. En el ínterin, los policías muestran sus armas contra todo aquel que se acercara a asistir a los heridos, amenazando con continuar la masacre.

Luego, los vecinos de la zona y del complejo de viviendas acuden en ayuda de los heridos. Otros, salen a la calle a gritar su indignación, y se genera la revuelta. Los grupos de choque de la policía llegan, rodean el lugar, reprimen a las personas que estaban en la calle, impiden la llegada de la asistencia médica y la revuelta se desata: se incendian garitas policiales, se saquean comercios y la rabia inunda las calles. La respuesta de las autoridades: represión y encubrimiento.

Al día siguiente -tras el intento de los policías que intervinieron en la situación (y de los medios de prensa) por encubrir lo sucedido- las cosas caen por su propio peso. Ante esto, el Ministro de Defensa y el Jefe de Policía de la ciudad piden perdón a la familia de las víctimas y a la sociedad, aduciendo que el policía era un "enajenado mental". Se intenta así librar de culpa a la institución policial y hacer un segundo encubrimiento: el de un sistema de seguridad y de un sistema social que requieren de la continua represión de los jóvenes y los pobres para poder funcionar.

El policía que prestaba el servicio de seguridad 222 se llama Carlos Cruz, un ex fusilero naval que no dudó en usar su segunda arma calibre 22 luego de vaciar su 9mm (única reglamentaria). Es vox populi que esta ilegalidad es una práctica común en la policía uruguaya para encubrir graves irregularidades.

La muerte de Santiago no es un caso aislado. Los casos de "gatillo fácil" son habituales. En enero de este año, otro joven de 17 años fue herido de bala cuando se encontraba junto con amigos en la cercanía de una panadería del mismo barrio, con la excusa de "actitud sospechosa". En mayo de 2001, cuando un cabo de la policía que cumplía el servicio 222 en el Parque Posadas mató de un disparo a un joven que asistía a una fiesta de cumpleaños.

Los medios de comunicación masivos han abordado el tema desde diversas perspectivas, corriendo la atención a otros relacionados: el salario de la policía, el exceso de horas laborales, el entorno social de la violencia y la pobreza. Culpabilizan a los más pobres de la inseguridad y generan un discurso que enfrenta pobres contra pobres. En la mayoría de los casos (incluso en los medios "progresistas") se reproduce y se enfatiza la división entre "vecinos trabajadores" y "marginales de los asentamientos". Esto ha servido para legitimar el actual estado de sitio que vive el barrio. Con presencia constante de policías y grupos de choque.

Más información: 1 - 2 - 3 | Indymedia Uruguay

Notas relacionadas: fotos del día después - carta a Santiago de una amiga - Malvín Norte, un síntoma - Oficial homicida - Jefatura de Policía de Montevideo liberticida - Masacre en Malvín Norte