En un acto encabezado por el jefe de gobierno de la Ciudad, Jorge Telerman, se firmaron los boletos de compraventa del terreno que ocupará el Polo Farmacéutico.

Con este hecho comienza a plasmarse el emprendimiento, presentado públicamente por el destituido Aníbal Ibara en el discurso de apertura de sesiones de la Legislatura, el 1° de marzo de 2004. Desde ese momento, las promesas del progreso que el Polo traería al pueblo de la zona sur de la ciudad paulatinamente han ido perdiendo vigor. A modo de ejemplo, de los supuestos 2500 puestos de trabajo planteados en un primer comienzo, quedaban 1100 puestos en abril pasado, y hoy las versiones oficiales prometen tan sólo 550 empleos.

Ya desde un comienzo, el proyecto generó inquietud entre las organizaciones vecinales de la zona. “La oposición de los vecinos de Lugano, Soldati y Villa Riachuelo es grande, porque va a ser un foco de contaminación —argumenta Gustavo Ball, de Vecinos Autoconvocados de Villa Lugano—. La Legislatura aprobó la rezonificación sin un estudio de impacto ambiental. Los laboratorios van a verter sus desechos en el arroyo Cildáñez y en el Riachuelo. Su contaminación afectará varios kilómetros a la redonda, sin contar las emanaciones tóxicas por aire que pueden producir lluvias ácidas”.

Otro factor que genera enojo es la celeridad con la que el gobierno está encarando este proyecto, en comparación con otras obras urgentes en la zona: la construcción de un hospital frente al predio que ocupará el Polo Farmacéutico, por ejemplo, obra prometida una y otra vez por las autoridades desde hace 20 años, jamás realizada. O la urbanización de la Villa 20, también ubicada a metros del predio.

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