Todavía las brasas del Santiagueñazo no habían tornado en cenizas, cuando ya la tríada que controlaba económicamente la provincia se confabulaba para rubricar otro acuerdo "histórico" contra la población. Ick, Castiglione y Curi dejaban de lado anteriores reyertas para emprender, tomaditos de las manos y bendecidos por el cura Gerardo Montenegro, un objetivo "superior": apropiarse del agua (recurso estratégico, como se sabe).

Los Castiglione ya se habían apropiado de la electricidad, con excelentes resultados para sus bolsillos (sin que les importara, por cierto, haber colaborado con el deterioro de la canasta familiar aumentando al doble las tarifas). Curi controlaba la construcción de viviendas, caminos, estructuras, desde la época del proceso. Se había hecho millonario ganando licitaciones de barrios que al poco tiempo quedaban sin pavimento en sus calles y cuyas casas empezaban a agrietarse a poco de entregadas. Ick había arrebatado gran parte del negocio periodístico a los Castiglione (fue "perdonado" por ello y pudieron tomar juntos la comunión de las perfumadas manitas de Gerardo), Ick estaba ahora arrebatando hoteles a los principales empresarios, arrebataba campos, arrebataba viviendas, arrebataba bancos, casinos, compañias de seguros, concesionarios de automotores, todo lo que fuese rentable, en fin, con ayuda de una retahíla de jueces adheridos -que aún están.