Entre el agotamiento que va acumulando la metodología repetida de paro
dominguero impulsada por las conducciones nacionales de las tres centrales
convocantes, CGT Azopardo, CGT Azul y Blanca y CTA Autónoma, y
el descontento social y gremial, fogoneado en los últimos meses por el
techo que le impuso el gobierno a las negociaciones paritarias y que profundiza
la caída del salario real de muchísimos trabajadores, se realiza en la
jornada de hoy el quinto paro nacional bajo el gobierno de la presidenta
Cristina Fernández de Kirchner.
Los reclamos de la medida de fuerza planteados por las conducciones cegetistas
incluyen la modificación del esquema del Impuesto a las Ganancias, paritarias
libres, aumento de emergencia para los jubilados y medidas contra la inflación
y la inseguridad. La CTA-A le sumó la demanda de suba
de salarios mínimos a los 12 mil pesos y que se reabra el Consejo del
Salario, entre otros puntos, como la lucha contra la precarización
laboral, bandera que también levantan las organizaciones sindicales
de izquierda.
Al igual que el primer paro general realizado este año, el 31 de marzo,
el impacto es contundente, en buena medida por la alta adhesión de los
gremios de transporte agrupados en la Confederación Argentina de Trabajadores
del Transporte (CATT), impulsores de la medida en primer lugar. Una vez
más el activismo sindical y los partidos políticos de izquierda llamaron
a realizar un paro activo, movilizando y realizando piquetes en distintos
lugares del país, con particular énfasis en los puntos de acceso a la
ciudad de Buenos Aires.
En la jornada de ayer, el protagonismo lo tuvo la CTA Autónoma, que
realizó manifestaciones en las principales localidades del territorio
nacional. Las dos conducciones cegetistas, en cambio, no movilizaron ni
ayer ni hoy, aunque la semana pasada Hugo Moyano tuvo su acto propio con
los camioneros, en el que prometió romper el techo gubernamental en la
paritaria de su actividad.
La jornada previa al paro estuvo marcada también por el nuevo accidente
ferroviario que tuvo lugar en Temperley, donde una formación con pasajeros
chocó con una locomotora que realizaba maniobras, con decenas de heridos,
afortunadamente leves. Como ya es habitual en hechos de estas características,
el gobierno nacional salió a acusar a los trabajadores, en la figura del
titular del Ministerio de Interior y Transporte y precandidato presidencial,
Florencio Randazzo. El poder ejecutivo, que tanta mesura pide a la sociedad
y a los medios en otras causas, se adelantó a cualquier investigación
y planteó la figura de sabotaje.
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