No sabemos si, tal como lo deseó Hebe de Bonafini, Karol Wojtyla ya arde en el infierno. De cualquier manera, su muerte ya es reciclada por la jerarquía eclesiástica para seguir vendiéndonos, ahora junto a la imagen del papa difunto, el tradicional modelo opresivo que, a través de los siglos, tan bien supo sostener nuestra santa madre iglesia.
En este mismo momento se están dando las luchas intestinas de poder por la sucesión, donde todo parece indicar que prevalecerá la continuidad de la política ultraconservadora y pro capitalista del papado de Juan Pablo II, que no dudó en hacer alianza con el neoliberalismo de Margaret Thatcher y de Ronald Reagan y produjo la encíclica Centésimus annus, cuyo objetivo es celebrar la derrota del marxismo y legitimar la economía de mercado o capitalismo más humano, como solución para los países del Tercer Mundo.
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