En el mundo actual, capitalista, patriarcal y globalizado, nuestras vidas se encuentran regidas por los valores, principios y mandatos del capital, que ha logrado, desde el surgimiento y afianzamiento de la burguesía y las “democracias” industrializadas, no solamente estructurar la sociedad en los ámbitos delimitados de producción y trabajo, sino también condicionar la estructura de los ámbitos de vida que se encuentran por fuera del ciclo de producción y de mercancías, profundizando la opresión patriarcal.
En este mundo, en el que éxito está conjugado en términos de incorporación plena al mundo de la explotación –o del trabajo-, todo aquello que es generado por el mismo sistema para autosustentarse –como la familia y el ámbito de la vida “privada”, lugar donde se gestarán y educarán los futuros trabajadores- es simultáneamente subordinado a este.
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