Nos encontramos ante un nuevo fenómeno en donde las “libertades” del mercado y las desregulaciones de este, permiten diversos accionares para mejorar la productividad en un nuevo ámbito: la guerra. Empresas privadas se hacen cargo de funciones que antes corrían por cuenta del estado, quitándole a este, los costos tanto políticos como económicos de una guerra. Evitar tener bajas de los llamados “soldados-uno” (reclutados por el ejército estatal) o delegar la sucia tarea de “interrogar” prisioneros para de esta manera evitar denuncias de organismos de Derechos Humanos, son algunos de los “costos políticos” que el estado reduce con estas privatizaciones.
Más información en Sección Internacionales