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El hombre común, víctima día a día del aumento de precio de los alimentos, ha debido adecuar su dieta a su cada vez más pobre bolsillo. En Argentina esta dieta siguió el curso habitual de los países en vías de pauperización: se fueron reemplazando los alimentos ricos en proteínas por alimentos que sacien al menor precio, generalmente sólo ricos en carbohidratos. La mala alimentación ya no aqueja solamente a los estratos “tradicionalmente” mas desprotegidos de la sociedad sino que desde hace años afecta a casi todo el espectro de los trabajadores.
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