Ni el Estado ni los empresarios ruralistas los invitaron al debate, aunque sufren directamente los impactos del modelo agropecuario. Suman otra negación, como aquella que dice sin sonrojarse: "Los mapuche no son un pueblo originario, vinieron de Chile". Ese conjuro de moda que busca perpetuar los privilegios de quienes se reconocen herederos del 'desierto conquistado'. Una negación que no colisiona con la ‘ciudadanía’ formal, construida sobre la base de derechos individuales y colectivos. El compendio de buenas intenciones permanece inalterable, disimula la discriminación cotidiana por ‘portación de rostro’ y asimila como dato estadístico la condena a vivir en las peores condiciones socio-sanitarias.
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