En la Argentina, las clases dominantes han tenido desde siempre una vocación de utilizar la violencia y asesinar para resolver los conflictos sociales, económicos y políticos.
Desde el genocidio de indígenas y afroamericanos del siglo XIX como parte del proceso de consolidación en el poder de la oligarquía a los asesinatos de militantes populares de la democracia actual, una línea de sangre recorre nuestra historia.
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