El 11 de Septiembre de 1973, el mundo entero enmudecía frente al Golpe de Estado ocurrido en Chile. Movilizaciones de solidaridad comenzaron a gestarse inmediatamente, incluso, muchos atravesaron la cordillera para unirse a la incipiente resistencia y dieron su vida en esa lucha.

Y es que el Golpe de Estado, encabezado por Augusto Pinochet al servicio del poder económico, la burguesía y el imperialismo estadounidense, no sólo fue el brutal inicio de décadas de dictaduras en América Latina, sino la contraofensiva a un proceso revolucionario inédito. El Triunfo de Salvador Allende, trajo consigo transformaciones fundamentales en lo económico, político y social que se convertirían en poco tiempo en ejemplo a seguir.

Cambios trascendentales como la nacionalización total del cobre, y de gran parte de las industrias de servicios básicos, traspaso del 80% de la Banca a manos del Estado, incremento sustancial de la distribución del ingreso (53% en dos años), entrega de tierras ancestrales al pueblo Mapuche, disminución de la desocupación al 3,8%, aseguramiento de la alimentación de los niños y niñas por vía del medio litro de leche diario, reforma agraria, además de las formas propias de Poder Popular que el pueblo se fue dando, comenzaba a reproducirse con gran velocidad traspasando las fronteras.

En ese camino, Chile no estaba solo. América Latina acompañaba el proceso con sus propias experiencias.Voluntarios venidos desde todos rincones aportaron al proceso y así también, numerosos fueron los ejecutados y Desaparecidos durante la Dictadura de Pinochet.

Hoy, día que el mundo recuerda con horror el atentado a las Torres Gemelas y se rinde justo homenaje a sus víctimas, muchos han olvidado que el poder concentrado en el “corazón de Manhattan” fue el mismo que destinó millones de dólares para aniquilar los sueños de miles y miles de Latinoamericanos en la década de los 70 y 80 dejando el camino llano para la instalación del neoliberalismo en todo el continente. Es el mismo que sigue sacrificando vidas ajenas en nombre de la “libertad”.

A 30 años del Golpe de Estado que frenó violentamente el ascenso de los trabajadores y sectores populares en sus conquistas sociales, la justicia sigue ausente. Los más de 3000 desaparecidos, 500 mil torturados, 1 millón de exiliados, quedan al márgen de la historia, como el “costo menor” en la exitosa carrera del país “ejemplo”.

A 30 años, Pinochet, símbolo de la brutalidad militar no sólo está libre, sino que puede autohomenajearse como la burla macabra de la historia. Aún más, las voces de quienes debieran reivindicar la memoria de Allende firman acuerdos con el Imperio, limpian de culpa a los militares y se jactan de los “logros” económicos de un país con casi dos millones de pobres y un 13% de desocupados.

A 30 años del Golpe de Estado, los mismos que patrocinaron el horror de más de una década, buscan un nuevo “enemigo de la democracia” para equilibrar su economía.

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