No
hubo presunción de inocencia. No hubo un juicio previo ni intervino un
juez neutral. No fue inocente hasta que se demostrara su culpabilidad
mediante una sentencia condenatoria. David Moreyra fue asesinado por decenas
de personas (¿cincuenta, cien?), en plena calle del barrio Azcuénaga
porque, dijeron, había intentado robarle la cartera a una señora. Lo muelen
a golpes, otros son cómplices por arengar, otros por desviar la mirada.
Le rompen la cabeza. El pibe muere en un hospital después de agonizar
tres días. En internet, decenas, centenas de personas festejan el homicidio
del joven, pobre, morocho, o como prefieren escupir, el negro
villero. En su euforia abundan las amenazas contra garantistas,
zurdos y cualquier desubicado que les discuta
su celebración del horror.
Venimos a repudiar enérgicamente los hechos de violencia que vienen
reiterándose en distintos barrios de la ciudad plantean desde la
Asamblea por los Derechos de la Niñez y la Juventud, espacio de coordinación
de organizaciones y movimientos sociales conformado a fines del año
pasado en Rosario; y que recientemente tuvieron como resultado la
muerte a golpes por parte de un grupo de más de 50 vecinos, de David Moreyra,
un pibe de 18 años, laburante, de barrio; que se vió en el momento y lugar
menos oportunos, convirtiéndose su cuerpo en el lugar de descarga, de
la frustración y la ira de un grupo de autodenominados 'ciudadanos
de buena fe', que golpearon a David hasta descerebrarlo.
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