Ayer, jueves 16, estaba convocada una movilización en un nuevo aniversario de la trágica noche. Hacia las 18 horas ya estaban en la Plaza de los dos Congresos las primeras columnas y
una decena de banderas. Una hora y media más tarde, casi dos cuadras de la Avenida de Mayo
estaban absolutamente copadas por amontonados estudiantes secundarios y en menor medida
universitarios. La multitud se completaba con la agrupación H.I.J.O.S., muchos docentes
sueltos, y la agrupación 16 de Julio de vendedoros ambulantes.
Encabezando la fervorosa movilización, una bandera ancha que rezaba Coordinadora de
Estudiantes Secundarios y Artísticos daba cuenta de que la marcha había sido coordinada
desde los colegios.
Aquél 16
La reivindicación de un boleto estudiantil llevó a la organización de una movilización
de secundarios en La Plata el 16
de septiembre de 1976, hace 28 años. La policía bonaerense, comandada por el General Camps
llevó a cabo la represión que concluyó con la tortura y desaparición de ocho
adolescentes, de los cuales uno reapareció. Esa noche fue bautizada por los mismos milicos
como la Noche de los Lápices.
28 años no es nada
La actualidad de esos sucesos resulta inobjetable: por un lado, el boleto estudiantil es
desde hace unos años otra vez reivindicado desde los estudiantes secundarios. La demanda -en
concreto, un boleto universal para todos los estudiantes, a pagar en el colectivo, subte o
tren con $0,05- resurgió en el 2000 con la debacle económica que hacía pesar la platita para
el transporte como nunca antes. Se trata de una de las tantas reivindicaciones que
aportarían, aunque de manera ínfima, a paliar las desigualdades económicosociales. No
cuesta, de hecho, mucha imaginación asociar la lucha por el boleto estudiantil a la lucha
por un boleto sanitario, incluso con la lucha por la universalización de los planes
sociales.
Por otro lado, esa policía bonaerense, forjada al calor del genocidio organizado, bajo
el mando del temeroso Camps, es la misma institución que se sufre hoy en todas las barriadas
del conurbano bonaerense. Hoy en día existen desapariciones forzadas de personas a manos de
la policía bonaerense. Hoy en día la picana electrica es un electrodoméstico habitual en las
comisarías de la provincia.
Estos dos aspectos de la actualidad de la Noche de los Lápices: la vigencia de la reivindicación del boleto por un lado, y un aparato represivo forjado en esos años con su estructura intacta por el otro, son dos pilares sobre los que se apoyó la movilización de ayer.
Vigencia muy tangible
Como señas de estas vigencias se pueden recordar un par de sucesos.
En junio de 2002 un grupo de hombre secuestró a un joven del colegio Mariano Moreno,
quien recién se comenzaba a involucrar en la actividad del centro de estudiantes, a quien le
escribieron tres A mayúsculas en el pecho con una navaja, mientras le comentaban que era
sólo la primer pieza del dominó y que se deje de joder con el boleto. Semanas después los
estudiantes porteños tomaban los colegios secundarios.
Un año después, en junio de 2003, la seguridad de la consecionaria de subterraneos
Metrovías, dirigida por un ex-AAA, Miguel Angel Rovira, reprimió a estudiantes del colegio
nacional de Buenos Aires que lleveban a cabo una protesta conocida como subtepasso,
consistente en hacer entradas masivas a los andenes sin pagar boleto, para exigir el boleto
estudiantil. Audio con
entrevistas a los estudiantes reprimidos.
Tras la marcha, música
Ya en la Plaza de Mayo, sobre un escenario aportado por la FUBA, se leyó un contundente
documento único de los secundarios y decenas de adhesiones al acto. Luego se dio lugar a la
parte musical: un Attaque 77 que sorprendió por su a menudo escondidísimo tono combativo,
Karamelo Santo con temas de ayer y de hoy, Las Manos de Filippi haciendo lo clásico pero
también un par de temas nuevos, y La Bordo, banda de jóvenes estudiantes, la única en su
tipo en esta oportunidad, a diferencia de anteriores festivales para esta fecha,
históricamente caracterizados por la presentación de bandas salidas de los colegios y
escuelas.