A lo largo de años de trabajo colectivo y comunitario los campesinos e indígenas desarrollaron variados cultivos. Que luego Monsanto, la multinacional biotecnológica, llevo a sus laboratorios. Esta empresa biopirata controla el 90 por ciento de los cultivos transgénicos plantados en el mundo.
Monsanto, responsable de contaminar las variedades de maíz milenario de México; ha advertido a los campesinos chiapanecos, que de utilizar ilegalmente su soja transgénica, podrán sufrir multas o terminar encarcelados. Además hace un llamado a denunciar las situaciones irregulares y así evitar ser cómplices de la utilización "ilegal" de sus semillas transgenicas...
“La situación más fuerte, fue la de descubrir los sistemas de venta de las semillas. Que demuestran cómo las semillas siguen siendo de Monsanto o Nidera que las comercializa. Esto a pesar de ser compradas por los agricultores." (Carlos, de Acción por la Biodiversidad). Las semillas adquiridas solo pueden ser sembradas para obtener grano para consumo, procesamiento, o forraje. Quedando prohibida su venta o intercambio entre agricultores. Mucho menos volverlas a sembrar. Realizar algunas de estas acciones constituye delito. Sin embargo, si el agricultor quisiera volver a sembrar las semillas que el mismo produjo, puede hacerlo mediante una regalía extendida. Significa que el agricultor puede reservar parte de su cosecha para la próxima siembra. Siempre y cuando pague a la empresa esta regalía. Además debe informar la cantidad de semillas obtenidas para su utilización, lugar de almacenaje y donde serán sembradas. Declaración que posibilita la inspección por parte de la compañía.
La Corte Suprema de Canadá, en mayo pasado, emitió la sentencia final del caso Monsanto vs. Percy y Louise Schmeiser. Luego de más de ocho años de proceso legal; y de pesar sobre ellos la acusación de estar violando la patente de canola transgénica resistente al herbicida RoundUp. Los Schmeiser, agricultores familiares, vieron sus campos contaminados con canola transgénica. Producto de la acción del viento e insectos. Desconociendo esta situación, hasta que Monsanto envió una carta y a sus policías secretos a sacar muestras.
La sentencia afirma que la patente sobre las semillas de la canola transgénica es válida también en las plantas contaminadas. Por lo tanto los Schmeiser estaban privando a Monsanto del pleno gozo de su monopolio al tener en su campo plantas de canola transgénica sin autorización. Sin embargo, no deben pagar nada a Monsanto, porque no sacaron ningún provecho económico de la resistencia de la planta al herbicida RoundUp.
A pesar que se extienden las formas de apropiación de la vida por parte de Monsanto, también se multiplican los ejemplos de resistencia. El 15 de mayo, en el estado brasileño de Paraná, quedó inaugurado un centro de agroecología en un antiguo campo de experimentación de Monsanto. Este centro de 48 hectáreas, fue recuperado el año pasado por los Sin Tierra. Actualmente, donde la multinacional contaminaba con agrotóxicos y multiplicaba semillas trangénicas sin autorización, ahora se producen semillas criollas que abastecen a los asentamientos y comunidades rurales que realizan agricultura familiar. Pero la empresa Monsanto no se quedo quieta. Inició causas judiciales contra cinco militantes de distintos movimientos agrarios. Por el supuesto delito de daños, hurto e invasión con uso de violencia.
Este modelo de patentamiento de las semillas, resume Carlos, “Significa ni más ni menos que lograr el control sobre nuestras vidas. Estableciendo qué se siembra y qué se come en todo el planeta. Y controlar las semillas es controlar el futuro de la humanidad.”
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