Calles sin coches
El fin de la era del
petróleo barato es una realidad que
según nos dicen se hará palpable en 2 o 3 años. El petróleo podría
acabarse en
menos de 30 años y el uranio en menos de 70. El fin de la era del
petróleo
barato se traducirá en diferentes oleadas de
crisis energéticas
globales. En
algunos países las autoridades pretenden tranquilizar las conciencias
diciendo
haber encontrado una energía alternativa: la fusión o fisión de
hidrógeno. Pero,
en el caso de que realmente sea viable y su desarrollo llegue a tiempo,
esto significaría
la necesidad de crear decenas, sino cientos, de centrales nucleares
para dicha
energía, además de la emisión de cantidades ingentes de vapor que
contribuirían
a la debacle ecológica que antes o después se traducirá en colapso
global. Por
otro lado, la energía nuclear que haría falta para mantener a la
civilización
industrial del hidrógeno, se basa en
recursos minerales finitos,
y el uranio
también se acaba.
"Del 16 al 22 de septiembre de 2005 el Gobierno de la
Ciudad de Buenos Aires dedicará una
semana de eventos sobre la
movilidad
sostenible. Las actividades procurarán facilitar un debate amplio
sobre la
necesidad de cambiar nuestras conductas sobre la movilidad, en
particular con
respecto al uso responsable del automóvil particular." Mientras el
gobierno procura despejar las calles de toda expresión de lucha y
manifestación
popular en defensa de la "libertad del tránsito", sistema por donde
circula el capitalismo, proponen ahora debatir sobre la movilidad
sostenible.
Los coches son los culpables en un 75% del
calentamiento
global, de la
deforestación para trazar carreteras, de los
agujeros de ozono,
del 60% de la
contaminación en las ciudades, etc. Pero lo que
es peor aún, son
sus efectos sociales para la libertad, la felicidad y la comunidad
humana.
El automóvil, al igual que el resto de la tecnología, no es
algo neutral. El coche en sí lleva implícito un modelo de sociedad, un
modelo
de disposición de población, un modelo de urbanismo, una
forma
individualista
de transporte, una determinada relación del ser humano con la velocidad
y el ritmo.
El coche
privatiza el espacio público: se lo roba a las
personas. El coche
convierte las poblaciones donde vivimos en algo muerto, enterrado bajo
asfalto, lleno de contaminación. Los coches hacen de los
barrios zonas masificadas, donde la libertad es coartada en todos los
sentidos.
El coche
militariza la calle con su disciplina y la uniformidad
del tráfico.
Las poblaciones se hacen a la medida de las máquinas y sus velocidades
estresantes,
y no a la de las personas. El coche es un
mecanismo de control:
despeja la calle. Es un mecanismo contra la convivencia y el
juego: convierte la calle en mero tránsito matando las posibilidades en
ella de
ocio, encuentro, fiesta, organización, juego, lucha. siembra asfalto
donde podría
haber árboles y vida comunitaria. El coche, además, crea las
distancias: aleja
las cosas y las personas mediante el urbanismo. El derecho a tener
coche niega
el derecho a no tenerlo y niega a la naturaleza su derecho mismo a
existir.
Ahora mismo somos 6,5 mil millones de personas sobre la
Tierra (hace 30 años éramos la mitad. Dentro de 15 seremos 8.000). No
puede
haber coches para todxs, esto sería, simplemente, ecológicamente
imposible.
El coche es además un símbolo clarividente de la estupidez
moderna. Es símbolo de libertad en el atasco, de independencia atado a
hipotecas, de poderío cuando es la máquina quien hace todo por uno.
Todo menos
una cosa: comer. La situación actual es un absurdo: para dar de comer a
nuestros coches matamos a miles de personas en
guerras genocidas
como sucede en
Irak, para así adueñarse de las migajas que quedan del oro negro. Donde
hay carreteras,
ríos. Donde hay estacionamientos, bosques. Donde hay autoritarismo,
asamblea.
Donde hay propiedad privada, comunidad. Donde hay capital, apoyo mutuo.
Donde
hay técnica, imaginación.
A la calle
La resistencia a adoptar la forma de vida, la forma de
sociedad y de población que exigía el coche no fue aceptada de buenas a
primeras. Por supuesto, no hubo un debate social sobre si se quería o
no
implantar una tecnología como el automóvil. En vez de eso se gastaron
enormes
cantidades en adoctrinar al pueblo en como funcionaba la nueva ciudad:
que
significaban las luces de los semáforos, como debían ahora comportarse
en la
calle, etc.
Y, por supuesto, anuncios por todas partes sobre la
maravillosa libertad que traerían los coches.
En los años 3O los coches ya circulaban de forma masiva por
las ciudades de los países más ricos. En los años 40 y 50, en la
posguerra
mundial, el consumo de los mismos era muestra de patriotismo y el coche
símbolo
del progreso. En los años 60 la contaminación del sistema industrial y
la
locura del automóvil, hizo saltar la alarma ecológica y surgieron
luchas contra
el automóvil desde diversos sectores. En la revolución global del 68 se
hicieron
manifestaciones de bicicletas en contra del automóvil, al cual
veían símbolo de
la destrucción de la naturaleza y de la burguesía. Unos años antes, los
Provos
holandeses (una especie de neoanarquistas) consiguieron socializar las
bicicletas en Amsterdam para luchar contra el automóvil.
A partir de los años 70 la lucha prosiguió, y su evolución
fue pareja al desarrollo de los movimientos verdes.
En 1995, fruto de las luchas contra la construcción de una
autopista en Londres, surgió una nueva forma de protesta: Reclama Las
Calles /
Reclaim The Streets (RTS), bajo la consigna liberen la ciudad, maten al
coche.
Todo comenzó con la lucha contra una autovía en el oeste de Londres.
Esa
autovía iba a destruir 350 casas. Fue en el 1992 cuando comenzó en
Inglaterra
un gran movimiento ecologista radical, un movimiento de acción directa.
Hasta
ese momento todo se había centrado en la cuestión ecológica.
Como esta autovía se iba a construir en la ciudad, confluyeron la
cuestión social
y la ecológica. Fiestas, barricadas, zancos y esculturas caracterizaron
esos días,
pero sobre todo fue la ausencia del coche lo que marcó esa lucha.
Para el cierre
Los coches verdes usarán igualmente rutas y autopistas,
necesitarán asfalto y cemento, estacionamientos y garajes... su efecto
sobre la
tierra será parecido al del auto actual. Los coches verdes seguirán
siendo un
medio de transporte privado, ahora con una coartada ecológica.
Seguirán
siendo
una mercancía y un instrumento de clasificación, de segregación y de
control
de la sociedad.
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Editado en base a extractos del boletín
Señales de Humo.