Julio López
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Martes 15 de Marzo 2004
Nueva Sección Medio Ambiente

Al acercarse a su fin el año 2003, las calles de Bolivia se llenaron de gente que salió a manifestar su indignación y desesperación, protestando contra la exportación de sus reservas nacionales de gas, concientes de que la riqueza extraída de su subsuelo iría a parar a unas pocas manos y no beneficiaría al pueblo boliviano. El “octubre boliviano” puso nuevamente en discusión el problema de los recursos naturales y mostró que las comunidades ya no aceptan la imposición de un modelo de desarrollo que sólo es beneficioso para las corporaciones transnacionales que explotan las riquezas territoriales creando miseria en las comunidades y destruyendo el medio ambiente.

En Argentina, la discusión por los recursos naturales recorre la geografía de Norte a Sur. En la provincia de Salta, cerca del límite con Bolivia, los ex trabajadores de YPF cortan rutas y obtienen planes de empleo, pero la discusión de fondo pasa por la apropiación de los hidrocarburos en una zona donde la mayoría de los habitantes no accede a la red de gas y debe comprar garrafas, pese a vivir sobre una enorme cuenca gasífera. En Esquel, las comunidades se movilizan para impedir que la instalación de una mina a cielo abierto contamine el agua y destruya el futuro de los habitantes.

En las provincias del Noroeste y Nordeste del país (y tímidamente en la región pampeana) la discusión es acerca del uso de otro recurso natural: la tierra. El avance de los cultivos orientados al mercado internacional impulsó la expansión de la frontera agropecuaria, destinando a la producción tierras que no eran de uso agrícola, deforestando bosques y selvas nativos, como las yungas salteñas o el monte santiagueño. Esta incorporación de nuevas tierras para la agroexportación también se hizo muchas veces a través de la expulsión violenta de las familias campesinas y las comunidades de los pueblos originarios (ocupantes ancestrales de esos espacios) que trabajan y ocupan legítimamente esas tierras

Esta expansión se da de la mano de la soja transgénica: en nuestro país casi el 100% de los cultivos de soja son transgénicos, es decir, genéticamente manipulada para tolerar el agroquímico (Round Up ) que produce Monsanto, la misma multinacional que tiene el derecho de propiedad sobre la semilla. La semilla patentada por Monsanto, más los insumos necesarios que también provee esta empresa, conforman un paquete tecnológico que aumenta la dependencia de los agricultores con respecto a estas compañías. Este modelo de agricultura industrial “insumo dependiente” configura una matriz de producción que disminuye la capacidad de decisión de los pequeños productores y campesinos en la elección de producir sin agrotóxicos nocivos para la salud y el ambiente o producir con los saberes campesinos, indígenas, sumando la aplicación de tecnologías libres de agrotóxicos y transgénicos, como la agricultura orgánica plantea en el marco de la agroecología.

Lamentablemente, los agricultores cada vez tienen menos poder de decisión sobre qué producir, cómo producir y para quién producir; si producir granos para el ganado del primer mundo o producir para alimentar a los pueblos; si exportar generando divisas que, vía retenciones estatales, sirven para pagar la deuda externa o si orientar la producción agroalimentaria a paliar el hambre en Argentina.

Las condiciones para la implantación de este modelo comenzaron a darse durante la dictadura militar, pero se profundizaron a partir de la década del ’90 cuando las instituciones financieras internacionales presionan a los gobiernos de los países más pobres para que abran sus economías a la inversión extranjera. Se inicia así un proceso en el que se han canalizado miles de millones de dólares directamente a grandes corporaciones transnacionales, destinados a financiar la construcción de plataformas de perforación, oleoductos, gasoductos y minas en gran escala. Al mismo tiempo, las grandes transnacionales del “agribusiness” deciden qué y cómo producir en las tierras y territorios.

Se genera así un círculo perverso en el que las exportaciones de petróleo, gas y minerales y commodities agropecuarios sólo sirven para enriquecer a un puñado de empresas y a generar dólares para pagar la deuda externa. La contracara es el aumento vertiginoso de la pobreza y la destrucción de los ecosistemas. Las empresas transnacionales recorren el mundo en busca de nuevos mercados, competidores débiles, recursos baratos y menores costos operativos. Estas empresas, cuyo poder y tamaño se multiplica, influyen en los gobiernos para que cambien las reglas de la economía mundial. Según la Organización Mundial de Comercio (OMC), todos ganamos con el 'libre comercio', ricos y pobres, todos se benefician con la eliminación de las barreras comerciales impuesta por la OMC y los tratados de comercio regionales como el Área de Libre Comercio de las América (ALCA).

Los gobiernos pro libre comercio sostienen básicamente que lo que es bueno para las grandes empresas también lo es para la gente y su ambiente, la realidad es sumamente distinta. Los intereses de las comunidades son ignorados en la medida en que ellas no tienen acceso a las negociaciones que deciden las reglas y los acuerdos, y el ambiente pierde ya que la protección de los recursos naturales es percibida como un asunto menos importante que el comercio internacional y los flujos de inversión. Las políticas de la OMC, del Banco Mundial y de las Agencias de Créditos a las Exportaciones exacerban el despojo al promover modelos económicos basados en las exportaciones y en una mayor comercialización de la biodiversidad. Las empresas de pequeña y mediana escala, que forman parte de las economías locales satisfaciendo las necesidades de la población no pueden competir con las multinacionales que las socavan.

Por todo esto creemos necesario crear en Indymedia Argentina, una sección que posibilite la visibilidad de todas las luchas que a lo largo y a lo ancho del país, vienen oponiéndose en forma activa a este modelo que genera riqueza para un puñado de corporaciones y violencia y hambre para grandes mayorías y diversas minorías. Por todas estas razones nace la sección medio ambiente, para mostrar que donde hay poder hay resistencia, y que lo que muchas veces percibimos como hegemónico e indestructible puede cambiarse a partir de la acción de hombres y mujeres.


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