“Sal de ahí, Olguita, Olguita, sal de ahí, de ese lugar… Hay que llamar a Julio, para que saque a Olga… si Julio no quiere lo llama a Felipe, si Felipe no quiere…” Casi como un moebius político, lobos y chivas se reconocen en el canto con autoridades y gerentes; provinciales o municipales, da lo mismo, al lado de Eugenio Basural y los intérpretes de Garol Garel, que se apiadan de los que quedan en el comienzo de la noche sumando hojas secas en el precario calentador del “Simulador de indigente”. 1
Domingo 5 de agosto. "El Olga", como se lo conoce en la ciudad, está en la calle desde el mediodía organizando la "Jornada de Resistencia Cultural", que se repetirá el próximo domingo con motivo del Día del Niño. Inquietos, algunos vecinos chusmean con indiferencia el “desorden” de la feria de ropa, extendida sobre la rambla, frente al Centro Social. Otros, como el de la casa contigua, mueven el auto de la vereda recién a media tarde y miran con indiferencia cuando salen de recorrida por las panaderías de la zona.
Del otro lado, en la esquina, los patrulleros se relevan sólo una vez. Primero, el auto, estacionado entre la rambla y la ochava, paralelo a la cinta de “precaución”; después la camioneta, que llega de la mano de un 505 que corre en contramano, intimidante, sobre el carril de la avenida que queda libre, con el dueño escupiendo gritos entre la mujer y la ventanilla subida por el frío. “Dejalo, no le importa”. Luz, que está en la radio abierta, le comenta algo al oído a Juan Ignacio, abogado de “La Ciega”, un colectivo jurídico que se encarga de la defensa legal del Olga. Hace frío y los buzos de la tarde ya no alcanzan para cubrirse, sin embargo no dejan de discutir sobre la jornada artística contra el remate de la casa.
Recientemente, el Juez Alejandro Luis Maggi, del Juzgado Civil y Comercial Nº 27 de La Plata, dictó el remate del inmueble de la avenida 60 entre 10 y 11, que en el pasado fue una escuela privada en la que enseñaban, en su mayoría, docentes de colegios de la Universidad. Después de la quiebra del centro educativo, la inmensa edificación, ubicada a un par de cuadras de uno de los polos comerciales de la ciudad, quedó en manos de varios acreedores, entre ellos el Banco Provincia e inversores vinculados al negocio inmobiliario. Pero en el 2003 un grupo de organizaciones sociales lo recuperaron con el objetivo de comenzar a construir prácticas comunitarias de trabajo y cultura popular. Así surgió el Centro Social Olga Vázquez que, impulsado en sus orígenes por el MUP y en la actualidad por el Frente Popular Darío Santillán, abrió sus puertas a una decena de grupos y proyectos que hoy co-administran el local y exigen una ley de expropiación que les garantice su permanencia en el mismo.
En el Olga funciona actualmente una cooperativa de trabajo textil, un taller de tejido y telar, una pizzería llamada “Lo de Olga”, la Red de Comercio Justo, y hasta una escuela de oficios de herrería y electricidad, entre otros emprendimientos. Proyectos en los que se apuesta, como le señala Juan Ignacio a un curioso periodista de una revista alternativa, por la “autogestión y la organización igualitaria del trabajo con la participación de más de 50 estudiantes e integrantes de movimientos de desocupados”.
Además, continúan abiertos los talleres de danza, swing, teatro y murgas, y se realizan periódicamente ciclos de cine, ferias artesanales y diversas jornadas de debate.
Con este nuevo intento de remate queda una vez más al descubierto el gigantesco negocio inmobiliario que impulsa el poder económico de la ciudad, “uno de los principales motores de las políticas de exclusión que conducen a los permanentes desalojos, tanto de viviendas como de los espacios comunitarios”, como denunciaron las organizaciones que recuperaron el Olga. Casualmente, a fines de agosto se cumplirá un año de la expulsión de seis familias de una vivienda comunitaria con gran historia en La Plata, que se ubicaba a algunas cuadras de allí, en 11 entre 57 y 58.