La Plata reunió hace más de siete años a Sebastián, Manuel y Lorena. A pesar de la cercanía de sus procedencias (Neuquén, Cipoletti y Chos Malal), fue acá donde se conocieron quienes darían forma a La Modernidad de Apolillarse o, simplemente, La Modernidad. El responsable de presentarlos fue Pablo, artífice de la revista De Reojo, integrada en su mayoría por estudiantes de la Facultad de Periodismo, aunque ninguno de los tres estudiaba ahí. Lorena dibujaba tapas e interiores, Sebastián diseñaba y Manuel escribía. Además de sus quehaceres gráficos a los tres les gustaba la música, así que empezaron a ensayar con una formación atípica de guitarra-bajo-guitarra, con una voz principal y algunos coros. Más tarde se incorporó Arístides, otro conocido de Pablo, para ponerle ritmo al grupo. Pero las presentaciones de Pablo no terminaron ahí: también le corresponde el mérito de haber propuesto hace cuatro años al actual bajista, Chelo, cuando Lorena se fue a vivir a Chos Malal.
Hace dos años, cuando estaban empezando a grabar La Historia del Agua -su primer y, hasta ahora, único disco- Arístides se fue de la banda e ingresó Juan, que tocaba con Sebastián en La Mar en Coche, una banda de versiones ya disuelta, que le ponía el pecho a estilos tan diversos como el tango, la bossa y el bolero.
Desde entonces la formación se mantuvo y La Modernidad fue consolidando su búsqueda, atravesando paisajes sonoros que bucean en ese universo que convenimos en llamar música popular. Canciones poéticas, que narran historias, sin caer en convencionalismos y literalidades. Metáforas de un mundo en crisis en el que la vida -la defensa de lo vivo- está en el centro de la escena.